Las cartas que escribió José Martí en el territorio cubano en abril y mayo de 1895
22 de abril de 2016
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Al llegar a Cuba el 11 de abril de 1895 por Playitas de Cajobabo José Martí utilizó sólo dos palabras para reflejar lo que sentía en ese instante crucial de su existencia. Escribió en su diario de campaña: “Dicha grande”
En el transcurso de los siguientes días Martí fue reflejando lo que experimentaba en cartas que dirigió a sus amigos y cercanos colaboradores Gonzalo de Quesada Arosteguí y Benjamín Guerra, así como a Carmen Miyares y a sus hijos.
A Gonzalo y Benjamín, a quienes califica como hermanos queridos, les señala en la misiva que les dirigió el día 15: “En Cuba libre les escribo, al romper el sol del 15 de abril, en una vega de los montes de Baracoa.”
Especifica que les escribía al fondo de un rancho de yaguas, en una tabla de palmas sobre cuatro horquetas.
Detalló la emoción que lo embargaba al expresarles: “Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado, y arrastrando la cadena de mi patria, toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo. Este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio.”
Les ofreció detalles acerca de cómo se había producido el traslado hacia el territorio cubano, el desembarco y el encuentro inicial con algunos luchadores independentistas.
Martí igualmente hace referencia a cómo había sido recibido por los sus compatriotas y comentó algo que lo emocionó mucho cuando en una reunión de oficiales, a propuesta de Máximo Gómez, le habían otorgado el grado de Mayor General del Ejército Libertador Cubano a la vez que reconocían su condición de Delegado del Partido Revolucionario Cubano.
Señaló al respecto: “¡De un abrazo, igualaban mi pobre vida a la de sus diez años! Me apretaron largamente en sus brazos., Admiren conmigo la gran nobleza. Lleno de ternura veo la abnegación serena, y de todos a mi alrededor.”
Narró la gran ayuda que le había prestado Máximo Gómez para que él pudiera encarar y sobrellevar la dura vida en campaña por las zonas rurales de la parte oriental del territorio cubano.
Y expresó: “¿Cuándo olvidaré el rostro de Gómez, sudoroso y valiente, y enternecido, cuando subía las lomas resbaladizas, las pendientes de breñas, los ríos a la cintura, con el rifle y el revólver y machete y las doscientas cápsulas, y el jolongo al hombro!”.
Añadió: “Y cuando a sus espaldas doy su jolongo al práctico, él me quita mi rifle, y sigue cuesta arriba con el mío y el suyo. Nos vamos halando, hasta lo alto de los repechos. Nos caemos riendo.”
Casi en la parte final de esta misiva Martí resume en una breve frase lo que experimenta al vivir esas intensas emociones en Cuba puesto que afirmó: “El alma crece y se suaviza en el desinterés y en el peligro.”
El 16 de abril de 1895, ésta vez en carta dirigida a Carmen Miyares y a sus hijos, Martí igualmente resume lo que siente al plantear: “Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mí propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriagaba de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad.”
También Martí en esta carta describe cómo marcha por los campos de Cuba y de manera muy especial le manifiesta a la hija de Carmen Miyares, a su querida María: “¡Ah, María, si me vieras por esos caminos, contento y pensando en ti, con un cariño más suave que nunca, queriendo coger para ti, sin correo con que mandártelas, estas flores de estrella, moradas y blancas, que crecen aquí en el monte.”
Le añade de inmediato: “Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, mi machete y revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato.”
El 26 de abril cerca de Guantánamo elabora otra carta dirigida a Carmen Miyares de Mantilla y a sus hijos.
Hace referencia en dicha misiva a la singular experiencia de haber estado presente en el escenario donde se produjo un enfrentamiento con soldados españoles.
Y también detalló lo que hizo al concluir dicho combate: “Sentía anoche piedad en mis manos, cuando ayudaba a curar a los heridos.”
Destacó la gran ayuda que le seguía prestando Máximo Gómez y aseguró: “He observado muy de cerca en él las dotes de prudencia, sufrimiento y magnanimidad.”
Concluyo esta misiva con la siguiente consideración: “No soy inútil ni me he hallado desconocido en nuestros montes; pero poco hace en el mundo quien no se siente amado.”
Una tercera carta a Carmen Miyares y a sus hijos comenzó a elaborar José Martí dos días después, es decir el 28 de abril de 1895.
Él se hallaba en una zona cercana a Guantánamo y específica que eran las nueve de la noche y que él mientras toca a silencio la corneta del campamento, él reposo del alegre y recio trabajo del día estaba escribiendo.
Les confesó que se sentía puro y leve y precisó: “…y siento en mí algo como de paz de un niño”
Más adelante les comentó: “Y han de saber que me han salido habilidades nuevas, y que a cada momento alzo la pluma, o dejo el taburete, y el corte de palma en que escribo, para adivinarle a un doliente la maluquera, porque de piedad o casualidad se me han juntado en el bagaje m,ás remedios que ropa, y no para mí, que no estuve más sano nunca. Y ello es que tengo acierto, y ya me he ganado mi poco de reputación, sin más que saber cómo está hecho el cuerpo humano, y haber traído conmigo el milagro del yodo. Y el cariño que es otro milagro: en el que ando con tacto, y con rienda severa, no vaya la humanidad a parecer vergonzosa adulación, aunque es rara la claridad del alma, y como finura en el sentir, que embellece, por entre palabras pícaras y disputas y fritos y guisos, esta vida de campamento.”
También durante su breve pero fecunda permanencia en Cuba entre abril y mayo del año citados Martí escribió Circulares a los Jefes y Oficiales del Ejército Libertador Cubano, así como una comunicación al Director del New York Herald, circulares y carta firmadas de conjunto con Máximo Gómez.
En la comunicación al directivo del periódico norteamericano se enfatizó: “Plenamente conocedor de sus obligaciones con América y con el mundo, el pueblo de Cuba sangra hoy a la bala española, por la empresa de abrir a los tres continentes en una tierra de hombres, la república independiente que ha de ofrecer casa amiga y comercio libre al género humano.”
En el mes de mayo de 1895 además de otras Circulares Martí igualmente escribió otra carta a Carmen Miyares de Mantilla y a sus hijos a y una dirigida a Antonio Maceo en la que le manifestó que siempre podría ver en él a un peleador que ayudase a fortalecer y ganar la pelea.
Y en esta misiva, fechada el 12 de mayo de 1895, que fue la última que le escribió a Maceo, le hizo la siguiente exhortación: “Súbase en los estribos y haga arder los hombres a su voz.”
Seis días después comenzó a escribirle una carta a su amigo mexicano Manuel Mercado que quedó inconclusa al producirse su muerte en un enfrentamiento con soldados españoles ocurrido en la zona de Dos Ríos.
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