Oriente Medio: la paz pasa por Siria
1 de abril de 2016
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Durante mucho tiempo se dijo, y todos estuvieron de acuerdo, que la paz en el Oriente Medio pasaba necesariamente a través de la solución del viejo conflicto israelo-palestino, originado por la creación del Estado de Israel en tierras palestinas y la expulsión de sus pobladores originarios, como parte de una idea de larga data impulsada por el sionismo internacional y el gobierno inglés, fundamentalmente, pero también con el apoyo disimulado de Estados Unidos, donde el capital judío ejerce decisiva influencia en todos los centros de poder incluidos los medios de comunicación.
En los momentos actuales, sin embargo, y teniendo en cuenta el desarrollo de los acontecimientos de esa región a partir de la guerra de agresión lanzada por el régimen de Bush hijo contra Irak, hay coincidencia generalizada de que ante todo debe lograrse la efectiva paz en Siria y extensiva a Irak, si se quiere llegar a una pacificación de los distintos escenarios de guerra en que ha degenerado la situación de esa vasta y rica región, a la que pueden añadirse otros territorios no precisamente árabes pero también musulmanes y vinculados de una manera u otra con el conflicto mesoriental, como son, Irán, Pakistán y Afganistán.
Tampoco pueden ignorarse el diseminado factor Kurdo y la influencia que por diferentes medios tienen y pretenden tener con fuerza cada vez mayor otras “potencias regionales”, como Turquía y Arabia Saudita, sin olvidar las interferencias siempre negativas de Israel como subgendarme imperial.
Es en medio de ese complicadísimo tablero en que tienen lugar las conversaciones de paz sobre Siria en Ginebra, a las que asisten Rusia y Estados Unidos –sus principales animadores a pesar de las grandes diferencias actuales entre ellos–, así como la llamada “oposición moderada” existente en el interior de Siria.
Simultáneamente, el Ejército Nacional Sirio y sus aliados se han anotado notables avances militares en las semanas recientes tanto contra los grupos terroristas internos como contra el autotitulado Estado Islámico, que ha respondido con atroces acciones terroristas contra la población civil en ciudades sirias e iraquíes en las que parece saciar su sed de venganza.
No hay que hacerse demasiadas ilusiones acerca de los que podrá salir de las conversaciones de Ginebra, habida cuenta que aún Washington no parece dispuesta formalmente a renunciar al apoyo a los terroristas que le son afines –a los cuales organizó y armó–, tal como le ha solicitado Rusia reiteradamente, y ello puede dilatar indefinidamente cualquier acercamiento a la paz, al igual que olvidarse de la delirante y absurda reclamación de que el presidente sirio Bachar Al-Assad debe renunciar antes de finalizar su mandato constitucional.
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