Aventuras y desventuras de la vieja Europa
23 de febrero de 2016
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La noticia de que finalmente la Unión Europea y el Reino Unido de la Gran Bretaña han logrado un frágil consenso en cuanto a la permanencia británica dentro de la UE, a cambio de las concesiones que le fueron hechas por el “grupo de los 28” al gobierno británico del reclamante premier conservador David Cameron, no es más que otro episodio de incertidumbres y dudas entre los que viene atravesando reiteradamente la otrora pujante y feliz Unión que, en su momento, pretendió mostrarse como ejemplar esquema de integración en todos los terrenos, superando un pasado de siglos llenos de confrontaciones y guerras sangrientas que caracterizaron al Viejo Continente.
La existencia de una poderosa Unión Soviética junto al campo socialista europeo actuó también sin dudas como un acicate poderoso acerca de la necesidad y la urgencia de recorrer rápidamente el camino abierto por la Comunidad del Carbón y del Acero, seguida por la Comunidad de Estados Europeos y coronada por la actual Unión Europea, como colofón y etapa final donde deberían coincidir todos los factores de la sociedad europea hasta alcanzar una ciudadanía única como rango distintivo.
La llamada “caída del Muro de Berlín” trajo, sin embargo, para la UE consecuencias insospechadas que, más temprano que tarde, opacaron el júbilo inicial, cuando al lado de sus siempre problemáticos aliados y socios en el seno del pacto político-militar de la OTAN –los Estados Unidos de América– consideraron llegado el titulado “fin de la historia” y la instauración eterna e insustituible del capitalismo como sistema en todo el planeta.
Al asociarse como nunca antes a los intereses geoestratégicos, económicos y políticos de Estados Unidos –mediante agentes desembozados del Imperio como Blair y Aznar– y cargar sobre sus hombros con los ex países socialistas de Europa del Este, participar en costosas aventuras militares y tener que lidiar con la grave crisis económica de 2008 que la ha arrojado a los abismos de la austeridad, la UE no es ya ni sombra del pasado.
Alemania, mientras tanto, rige económicamente sobre todos ellos, incluida la infeliz Grecia, y Washington se prepara para hacerles suscribir el Tratado Transatlántico de Comercio a Inversión (TTIP), con el propósito de llevar la mejor parte, recrudecer el control y asegurarse en los eventuales arbitrajes, entre otras ventajas.
Estalla ahora la “crisis de los refugiados” que es en gran medida culpa de la propia Unión Europea, pues mediante su vertiente OTAN se hizo cómplice de Estados Unidos en las guerras de agresión contra Afganistán, Irak, Libia y Siria y en otras aventuras como la destrucción de Yugoslavia y la secesión de Kosovo.
La citada crisis se agrava y profundiza por momentos y los jerarcas de la UE no hallan solución efectiva, lo cual es obvio pues tal situación no se hallará mientras las guerras de agresión y su acompañante, el terrorismo, prevalezcan en el Medio Oriente. De este modo, la propia Unión ha puesto en peligro de destrucción los acuerdos de Schengen, considerados hasta hoy como uno de los resultados más importantes de la Unión Europea, comparable a los que dieron lugar al también vapuleado Euro.
Como ha escrito el agudo periodista italiano Roberto Savio, “somos testigos de la lenta agonía de la integración europea”.
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