Caos carcelario
17 de febrero de 2016
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Contemplo con asombro –pese a que en EE.UU. todo lo malo es posible– a niños norteamericanos de 12 años condenados a 25 años y cadena perpetua en las cárceles para mayores en Estados Unidos, y me hacen recordar que con solo en reincidir en tres delitos leves, una persona puede ser llevada a prisión de por vida.
También leo asombrado cómo se defiende la profusión de cárceles privadas, con el presunto fin de dar una mejor vida a un preso que, realmente, será explotado hasta el infinito, por constituir una mano de obra barata.
Pero me indigna recordar como la politica de engaño norteamericana ha tratado de hacer creer que los centros penitenciarios en nuestro país no cumplen con las normas mínimas acordadas internacionalmente.
En las campañas de manipulación mediática y política contra Cuba, se difunden y recrean falsas historias y mensajes, fabricando y describiendo un régimen carcelario inexistente, supuestamente represivo e inhumano, en el que se estarían transgrediendo los más elementales derechos humanos.
Realmente, con dos de frente y medianamente informados nada de lo anterior se puede creer, y en esas condiciones la mayor parte de la humanidad sí conoce o ha oído decir acerca del caos carcelario reinante en la nación que se considera privilegiada y reina de los derechos humanos.
El propio sistema carcelario estadounidense es un ejemplo de lo anterior, independientemente de que tergiversa y demora cifras al efecto.
Pese a la privatización, las prisiones de Estados Unidos están abarrotadas, con más de dos millones 300 000 reclusos, y otros cinco millones de personas en control correccional, cuestión que es muy dada a abusos y chantajes por quienes tienen que ejercerlo. Es decir, uno de cada 198 estadounidenses se encuentra en esta condición, destacando que el 48% son negros y hay un gran número de latinos, y esas cifras siguen aumentando cada año. Para tratar de disminuirlas, hay estados, como el de California, que llegó a legislar el regreso forzoso de emigrantes mexicanos y otros gobiernos estaduales han sugerido que se mantenga, extienda y fortalezca la valla de seguridad entre ambas naciones, sin contar que pululan “justicieros” y patrullas de vigilantes para cazar a quienes consideran transgresores.
Pero esto es una pequeña parte del problema, que se agrava porque en las prisiones no están protegidos los derechos básicos de los encarcelados. Los casos de presos violados por empleados de las instituciones penitenciarias abundan. Según el Departamento de Justicia, el número de denuncias relacionadas con la “mala conducta sexual” de los trabajadores de las 93 prisiones federales del país ha ascendido a casi el doble en los últimos ocho años.
La caótica gestión de las cárceles en Estados Unidos también provocó el contagio de enfermedades entre los reclusos. Según un informe del Departamento de Justicia, el porcentaje de presos portadores del virus del SIDA era de un 1,5% en el caso de los hombres y un 1,9% por ciento en el de las mujeres, y el incremento ha sido espectacular desde hace cuatro años en las cárceles de California, Missouri y la Florida.
Un informe de Human Rights Watch señalaba que desde el 2009 la cárcel del estado de Nueva York tiene el mayor número de reclusos con SIDA y hepatitis C del país y no garantizaba el acceso a los tratamientos de abuso de sustancias, ya que impedía a los consumidores de droga recibir este tipo de tratamiento como una forma de castigo.
El especialista Joaquín Rivery Tur comentaba en Granma Internacional que New York Bar Association, que agrupa a los litigantes del Estado, llamó a terminar con el encarcelamiento masivo que tiene lugar allí, y propuso liquidar o reducir las penas mínimas obligatorias, disminuir sentencias en delitos no violentos y dictar penas alternativas a la de prisión.
“Golpes, esposas, cadenas, abusos, palizas a los reclusos bajo el uniforme de carcelero que puede ser estatal o puede ser perfectamente privado… Es el capitalismo, el neoliberalismo, en las penitenciarias”, expresa el atinado colega.
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