Davos: el Foro del dinero
22 de enero de 2016
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El dios dinero se venera en Davos, Suiza, tal y como si no importaran para nada las temperaturas gélidas de estos días en aquel centro de esquí, en medio de los Alpes suizos.
Hasta allí han acudido, como cada año para esta fecha, más de 2 500 personas, entre ellos jefes de Estado o Gobierno, grandes empresarios, representantes de organismos financieros internacionales y, también, algunos artistas que amenizan las liturgias acompañadas de copas de champán.
Davos –no se tenga dudas– es un canto al capitalismo y la globalización al servicio de ese sistema. En ese Foro se recuerdan siempre los grandes discursos de quienes ven el dinero como única solución del planeta, aunque la triste realidad de hoy sea que solo las 62 personas más ricas tengan una fortuna mayor que la mitad más pobre de la población mundial, es decir, unos 3 600 millones de seres humanos.
El propio banco suizo, Credit Suisse, emitió un informe por estos días donde se constata que el uno por ciento de la población mundial tiene un patrimonio mayor que el resto del mundo en su conjunto.
Y, precisamente en aquella sala de Davos, están sentados si no todos, una buena parte de quienes, con su filosofía egoísta, son el sostén de que tal desigualdad lejos de disminuir, crezca cada año.
En esta oportunidad el Foro no ha podido abstraerse en sus discusiones, de problemas agudizados que tienen en jaque a unos y otros –a los que más tienen y a los que menos o nada tienen– . Me refiero a la caída vertiginosa de los precios del petróleo; las migraciones masivas hacia Europa de los huyen de las guerras y el hambre en África y el Oriente Medio; y el terrorismo cuya bandera principal la levanta el llamado Estado Islámico.
Añádase a estos ingredientes, el de una economía mundial en crisis, con subida de la inflación y bajada del poder adquisitivo de la población; y el tema del cambio climático, el más postergado y a la vez más apremiante para que el mundo todo no se autodestruya.
Para algunos analistas, “el Foro de Davos no busca soluciones a la situación de la economía global, solo une a los responsables de los problemas que sufren hoy los mercados”.
El tema de la globalización –uno de los más cacareados en ediciones anteriores del Foro de Davos– presenta hoy un panorama adverso, en el que queda claro que de la apertura de las fronteras económicas y comerciales a favor de grandes consorcios transnacionales, solo se han beneficiado las empresas multinacionales que buscan mano de obra barata y poco control del daño climático que pueden causar algunas producciones o extracciones de minerales.
También a Davos acuden, en menor cuantía, algunos representantes de países que, como Rusia, China, Sudáfrica o Brasil, llevan otra línea de pensamiento; voces que se levantan en favor de economías más justas e inclusivas, donde se tengan en cuenta las necesidades sociales de la mayoría de la población mundial y la urgencia de solventarlas.
Davos no puede ser solo la voz del dinero como único elemento a tener en cuenta en el desarrollo. Hasta allí debe llegar el mensaje del Foro de los Pueblos, de los desposeídos y explotados, precisamente por muchos de los que representan a empresas, consorcios y hasta gobiernos, sentados en aquel recinto rodeado de grandes medidas de seguridad y extensiones inmensas de una capa de hielo que clama por poner fin a los efectos del cambio climático.
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