Colegio El Salvador
29 de enero de 2016
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José de la Luz y Caballero, Maestro de maestros, había enseñado a todo el que de él exigió sus conocimientos. Fue director del Colegio de San Cristóbal o de Carraguao, pero estas experiencias las vivió a plenitud cuando fundó, el 27 de marzo de 1848, su propio plantel: El Salvador. De esta institución expresó Francisco de la Luz y Duarte: “El Salvador no era un colegio propiamente dicho; era más, mucho más, era más bien un templo donde se congregaban los fieles para oír la palabra vida de un apóstol; era como un oasis en medio del desierto; era toda Cuba en medio de la factoría, de la colonia: allí se respiraba libertad y democracia”.
La primera sede del colegio fue en el barrio del Cerro, pero en 1850 este fue clausurado debido a la epidemia del cólera morbo asiático que azotó al país en ese año. No obstante, todos los habaneros recuerdan la época gloriosa de la sede de Teniente Rey.
De esta enfermedad fueron víctimas uno de los alumnos y la propia hija de Luz y Caballero, invadido a partir de entonces por un profundo sufrimiento. Repuesto del dolor y la separación de sus discípulos reabrió las puertas de El Salvador en 1853, esta vez en la casa de Teniente Rey No. 39, hoy 257. Tales eran las enseñanzas del Maestro y el prestigio del colegio que pronto este espacio resultó insuficiente y en 1858 volvieron al Cerro en la casa No. 797 de la Calzada, llegando a tener una matrícula de 400 alumnos internos. Próceres de la independencia como Ignacio Agramante cursaron estudios en El Salvador.
En la literatura de la época como en la actual, se habla del colegio El Salvador como la gran escuela de docencia cubana de mediados del siglo XIX. Su gran mérito radicó en revolucionar la enseñanza con nuevos métodos, dejando atrás el sistema rutinario y caduco de una Cuba colonial. El discurso leído por el señor José M. Zayas la última noche de los exámenes de 1862, expone con claridad lo antes afirmado acerca del Maestro y su colegio: “En El Salvador, como en San Cristóbal, puso en práctica desde luego su método de enseñanza, (…) ¿y de qué modo consiguió Don José de la Luz llevar a cabo su innovación? De una manera tan sencilla como radical: partiendo de que el niño es un ser que piensa, que tiene el derecho de saber, le reconoció la facultad de preguntar, de exponer sus dudas hasta llegar al convencimiento, a la certeza, y como consecuencia de este derecho hizo que el profesor llevase la obligación de satisfacer los deseos de su educando (…), así se efectuó la transformación cual la deseaba el autor de ella: de abajo para arriba, del fondo a la superficie, del niño al educador, de la clase primaria a la superior”. De esta manera quedaría en la memoria de todos los cubanos el colegio y su mentor. Su doctrina es hoy teoría vigente en todos los niveles de enseñanza.
Según la historiadora Elizabeth Nápoles Martínez, la casa de Teniente Rey No. 257 fue construida a inicios del siglo XVIII –aunque luego transformada. Durante mucho tiempo perteneció a la ilustre familia de los Condes de Cañongo y posteriormente estuvo en manos de los Valdés (Pedroso y/o Sotolongo) con dicho título nobiliario, entre 1812 y 1911, siendo primero una casa baja sin zaguán, hasta luego convertirse en una de cantería con 3 pisos. A comienzos del siglo XX estaba arrendaba una accesoria a la tintorería de Marcelino González y el resto al señor Próculo Martín Sánchez.
En 1911 se apropió de la casa Ernesto Sarrá, quien realizó transformaciones importantes en el edificio que era colindante con la farmacia La Reunión, emporio farmacéutico que su padre, José Sarrá, había fundado desde el siglo XIX en la esquina de Teniente Rey y Compostela. Entre las modificaciones más notables cuentan la construcción de un segundo nivel, sin llegar a la calle; un lucernario en la azotea; varias subdivisiones y la instalación de elevadores para la ascendencia a los nuevos pisos. En 1917 terminaron las obras para el uso de almacén. Su declaratoria de habitable en ese año, por tratarse de una construcción parcial, demuestra que la casa no fue demolida como se pensó en un tiempo. Hasta 1959 permaneció en propiedad de los Sarrá, siendo Thorwald Sánchez Sarrá, biznieto del fundador, quien se ocupara del negocio familiar. Luego de ser intervenido por el gobierno revolucionario en 1960, el local del antiguo colegio quedó deshabitado.
Aún así, con las transformaciones y el deterioro que llegó al presente, la casa conservó en esencia la distribución del espacio tradicional, como también elementos tipológicos de valor entre los que destacan las pinturas murales, cuya belleza y profusión abarcó los zócalos de galerías, escaleras, habitaciones y hasta las columnas.
En la segunda mitad del siglo XIX, ambas instituciones, colegio y farmacia, coexistieron en tiempo y espacio, lo que hace más interesantes tanto la época como la calle de Teniente Rey. Según la historiadora citada, la adquisición del inmueble 39 levantó gran polémica entre personas y farmacéuticos, los que se dirigieron a Sarrá sugiriéndole que develara al menos una tarja conmemorativa que recordara al ilustre maestro cubano en el edificio de su propiedad que entonces se remodelaba. Sarrá no se negó a la petición que se hizo a través de la Revista La farmacia cubana y contrató a Nicolás Lucry para que dirigiera el fundido de dicha tarja que hoy se conserva y exhibe en la fachada del inmueble ya rehabilitado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana. En merecido homenaje a José de la Luz y Caballero, el antiguo colegio El Salvador funciona hoy como escuela primaria.
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Comentarios
He encontrado en alguna literatura que circula por internet que hubo mujeres matriculadas en el colegio El Salvador. Como en todo lo que sé de historia de la Educación en Cuba, de acuerdo con la época solo había matrícula de varones, muchos de los cuales, entre ellos Ignacio Agramonte, fueron insignes patriotas. Agradezco la respuesta.
bello gracias por permitirme conocer un poco mas la historia de mi bella habana, importante labor mantener vivo la labor de JOSE DE LA LUZ Y CABALLERO y