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Leopardos de Santa Clara, un equipo imperdible de la Liga cubana

22 de enero de 2016

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En los primeros años de la década del veinte del siglo pasado, Abel Linares, uno de los promotores más importantes de la pelota cubana, dueño de las franquicias de Almendares y Habana, estaba muy interesado en extender la Liga profesional hasta el centro del país.

En la antigua provincia de Las Villas existían varios equipos y peloteros de un excelente nivel. Linares entró en conversaciones con el ex-jugador Tinti Molina para que este formara en Santa Clara un club que pudiera añadir un poco más de emoción a la ya tradicional lucha entre Almendares y Habana.

Los fanáticos al béisbol en Las Villas seguían con gran interés las demostraciones de los peloteros locales, sobre todo de un trío de hermanos brillantes: los Oms, liderados por uno de los peloteros más completos de la primera mitad del siglo, Alejandro “El Caballero” Oms quien defendía los jardines; Tito Oms era primera base y Eleuterio lanzaba. Otro que impresionaba a la afición era el jardinero Oscar Champion Mesa, natural de Caibarién.

Para 1922 ya estaba completo el arreglo de Linares con Tinti Molina y este utilizó sus contactos con las Ligas Independientes de Color en Estados Unidos para traer hacia el nuevo club, Santa Clara, a varias de las estrellas de esa fuerte Liga, entre ellas Oscar Charleston.

Como ya era tradicional, cada equipo elegía a una mascota y para no quedarse detrás en la ferocidad de los animales, Santa Clara fue reconocido como Los Leopardos; aunque muchos también los llamaban “Pilongos” que quiere decir “los de casa”; pero el historiador Roberto González, en su libro “La Gloria de Cuba”, discrepa con este nombre ya que, según explica, la mayor cantidad de peloteros provenían de Estados Unidos, por lo que era difícil llamar como “el nuestro” a una selección conformada de tal manera.

Los Leopardos debutaron en la temporada de 1922-23 y su sede fue el Boulanger Park, ubicado en Santa Clara. Aquel era un terreno de pequeñas dimensiones y con capacidad para aproximadamente tres mil personas sentadas y llevaba el nombre del propietario del terreno.

A los organizadores se les presentó un problema: tenían tres equipos en la capital y uno en el centro del país, por lo que los partidos en Santa Clara se programaron, únicamente, para los fines de semana, quizás por dos motivos económicos fundamentales: atraer una mayor cantidad de público y disminuir los costos de la transportación de los clubes habaneros.

Además de Almendares y Habana, se incorporó a la Liga en 1922 una selección que años después también alcanzaría la condición de “clásico”: los Tigres del Marianao. Así, con el formato de cuatro equipos, se inició la temporada.

Los Leopardos de Santa Clara comenzaron impetuosos y después de un mes y medio de juego estaban en el primer lugar, aunque con escasa diferencia sobre el último equipo. En este momento, el club fue declarado perdedor de un partido por decisión de la Liga y este extraño fallo condujo a la separación de Santa Clara del torneo. Nunca se aclararon las causas reales y lo cierto fue que la Liga continuó con solo tres selecciones.

 

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De acuerdo con Roberto González, probablemente las causas de la separación de los Leopardos hayan sido económicas, ya que los juegos en Santa Clara estaban reportando pérdidas para los organizadores y, ante el escaso público, optaron por lo más radical: sacar al equipo del campeonato. Finalmente, Marianao, en su temporada inaugural, terminó en la primera posición.

Luego del desastre de 1922, los Leopardos regresaron al año siguiente, con una nómina muy similar. Además, Tinti agregó a dos veteranos cubanos, el “Diamante Negro” José de la Caridad Méndez y Eustaquio “Bombín” Pedroso. Con ellos, el equipo formó un excelente cuerpo de lanzadores. Los campeones de Marianao estuvieron por segundo año consecutivo bajo la dirección de Merito Acosta; mientras, Adolfo Luque asumió la conducción de los Leones del Habana y también actuó como lanzador. En ese año, con los Rojos del Cincinnati de las Grandes Ligas, Luque ganó 27 partidos y fue recibido en la capital cubana como un héroe.

En 1923 los Leopardos lideraron desde el principio la Liga y terminaron con un balance impresionante de 29 triunfos y solo 10 derrotas. Las gradas del estadio La Boulanger Park se repletaron en varias ocasiones para presenciar las demostraciones de pitcheo de Adolfo Luque contra el Santa Clara; sin embargo, los organizadores consideraron que estaban perdiendo dinero, una vez más, y a mediados de enero de 1924 decidieron dar por terminado el campeonato, con Santa Clara como campeón, gracias a sus 36 victorias. Oliver Marcell, jugador de cuadro de los Leopardos, terminó como el líder de los bateadores y Luque comandó a los lanzadores.

Para mantener viva la pasión, Linares organizó entonces un nuevo torneo, llamado simplemente Gran Premio, con los mismos cuatro equipos, pero una enorme diferencia: los Leopardos jugaron en la capital, en el Almendares Park. No hubo casualidades y el Santa Clara también ganó el Gran Premio.

Los campeones retornaron a la Boulanger Park en 1924, pero a mitad de campaña fueron trasladados hasta el Palmar de Junco. La excusa empleada fue, otra vez, la económica. Por supuesto que estos cambios en medio de la competencia disminuyeron la confianza de los fanáticos villareños en la estabilidad de la Liga.

En 1924, los Leopardos añadieron a su nómina a una de las mayores estrellas de las Ligas Negras, Leroy Satchel Paige quien lanzó hasta la mitad de la temporada y luego regresó a los Estados Unidos. Nunca más quiso regresar a Cuba.

Durante cinco años, los Leopardos se mantuvieron sin participar y solo regresaron en 1929, junto a una nueva selección, Cienfuegos. Los organizadores querían ahora dos equipos en el centro del país para así ahorrar dinero en transporte. Mientras los Leones del Habana se trasladaban hasta Santa Clara, los Alacranes de Almendares lo hacían hasta Cienfuegos y luego intercambiaban rivales. Al mismo tiempo se buscaba aumentar la rivalidad deportiva en la antigua provincia de Las Villas, ya que no era un secreto que tanto Cienfuegos como Santa Clara se disputaban la condición de ciudad más importante en la región.

La historia de los Leopardos de Santa Clara se extendió por 11 temporadas y los resultados obtenidos en ese período pueden considerarse muy buenos, ya que ganaron el título en cuatro oportunidades, terminaron tres veces en la segunda plaza, dos en el tercer puesto y solo en dos ocasiones concluyeron en la cuarta y última posición.

Lamentablemente cuando leemos sobre la historia de la Liga profesional cubana de béisbol muchas veces se olvida la presencia en ella, durante once campañas, de los Leopardos y solo nos quedamos con los clásicos enfrentamientos entre Almendares y Habana; pero la Liga fue mucho más.

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