Entre el odio y la no cultura
21 de diciembre de 2015
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Anda el mundo patas arriba, me decía un colega cuando comentábamos algunas noticias internacionales de este fin de semana.
Acudo a una de ellas, de BBC Mundo: Un distrito escolar en el estado de Virginia cerró todas las escuelas el viernes después de que una clase de geografía que incluía elementos del Islam generara contundentes quejas por todo el país.
El ejercicio les pedía a los estudiantes hacer trazos de caligrafía árabe, lo que algunos padres calificaron como adoctrinamiento.
Las autoridades dijeron que las escuelas fueron cerradas por precaución extrema y no porque se hubieran presentado amenazas específicas a la seguridad.
Los administradores de la escuela aseguraron que usarán otro tipo de lecciones en el futuro.
En perfecto cubano se diría: botaron el sofá.
Pero, sin lugar a dudas, se trata de problemas mayores. De una sociedad –muy desarrollada– pero penetrada por la xenofobia. Un país donde no pasa una semana en que deje de publicarse algún hecho de odio racial o religioso. Donde ser negro, para muchos, es un delito; y ser musulmán es visto como una ofensa a la cultura occidental.
Cómo explicar lo ocurrido en esas escuelas de Virginia donde los escolares que recibían una clase referida al Medio Oriente, y a los que se le pidió que escribieran en árabe una frase que dice: “No hay más dios que Alá y Mahoma es el mensajero de Alá”, se les mutiló su cultura y su aprendizaje. Algunos alumnos se negaron a hacer la tarea y los padres acusaron a la maestra de adoctrinamiento y varios de ellos pidieron su destitución.
La explicación de las autoridades educacionales de que “la lección que se impartía pretendía explicar la complejidad de la lengua árabe” no importó y los centros escolares fueron cerrados.
Otra noticia de la anticultura, referida al mismo tema, refiere que un juez de Nueva York dio luz verde a la publicación en los autobuses de la ciudad de un polémico anuncio que se refiere a musulmanes matando a judíos.
El despacho de prensa reseña que la Autoridad del Transporte Metropolitano de Nueva York (MTA por sus siglas en inglés) prohibió el anuncio anti musulmán, argumentando que podría incitar a la violencia y al terrorismo. Pero el juez John Koeltl rechazó ese reparo, diciendo que el anuncio estaba protegido por la Constitución estadounidense, que contiene el principio de la libertad de expresión.
La citada propaganda muestra a un hombre (musulmán, por supuesto) cubierto con turbante y con mirada amenazante, junto a un lema “Matar judíos es una alabanza que nos acerca a Alá”.
Mi colega y yo, luego de analizar estos y otros despachos de prensa en un mojado fin de semana habanero, concluimos en no tener una respuesta, al menos convincente, a la interrogante de cómo es posible que una sociedad como la norteamericana, pueda vivir asediada por el odio racial y cultural, confundido entre un mar de propaganda mediática para exaltar un modelo que va cuesta abajo, empujado por un mal sistémico para el que no se ha encontrado la vacuna que lo haga inmune.
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