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Para un buen final (I)

30 de octubre de 2015

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Muchos padres –o tal vez debía decir que todos– se preguntan, y preguntan a psicólogos, educadores, etc. cuáles son los aspectos en que deben hacer hincapié en la educación de los hijos para que sean personas realizadas, felices y con metas. ¡Menuda preguntica! Porque si algo en la vida es difícil, muy pero que muy difícil, es educar a los hijos, y todos cometemos errores. Lo peor es que cuando terminamos esa educación y los hijos son adultos –y se supone que aprendimos de nuestros errores–, pues con los nietos también metemos al pata, porque nos volvemos tan sentimentales que nos excedemos en permisibilidad.
En fin, que es hermoso eso de ser un simple ser humano, imperfecto, afectivo y mortal. Pero no todo está perdido, como maravillosamente dice Fito Páez, y, parafraseándolo, yo agrego que todos venimos a ofrecer nuestros corazones, y en mi caso, hoy también les traigo algo más, o sea, unos cuantos consejos.
Al respecto del interés y preocupación de los padres, los investigadores Glenn y Brock han hecho interesantes trabajos con estudiantes entre 11 y 15 años para ayudarles a desarrollar las cualidades que según ellos son centrales para que sean personas capaces. ¿Cuáles son? Pues la responsabilidad, el respeto y el ingenio. Y no puedo estar más de acuerdo, porque las tres conforman una sólida base para el desarrollo humano.
Pero empecemos por el principio, y me referiré a qué significa ser responsable, lo cual no es difícil porque es una cualidad que debemos aprender desde pequeños. La madre le dice a su pequeña hija de tres años: “cuando termines de jugar, hay que recoger tus juguetes y ponerlos en sus cajas”, y esto se debe acompañar de la acción conjunta de madre e hija. Ahí vemos, entonces, los dos elementos básicos de cualquier aprendizaje: la palabra y el modelo; y si falta alguno es muy posible que el niño no aprenda correctamente.
La segunda cualidad –el respeto–, es más compleja, porque para enseñar respeto hacia las otras personas, hacia las cosas, hacia el estudio, el trabajo y hacia uno mismo –que son las diferentes áreas a las que debe ir dirigido el respeto–, hay que tener un marco referencial muy sólido. Es decir, si los adultos no respetan al niño en sus criterios, sus posesiones, sus necesidades, en sus derechos, y se le exige que sí respete lo que le ordenan, entonces lo que enseñamos es sumisión y no respeto. Existe una gran diferencia entre ambos, ya que el respeto permite la libertad de decisión, y funciona como un regulador de la conducta que beneficia las relaciones interpersonales, la autoestima, el afecto hacia los demás y favorece la anterior cualidad que es la responsabilidad.
Por último, con respecto al ingenio, me voy a detener especialmente porque me parece muy importante. Puede que algunos de los que me están leyendo hayan fruncido el seño porque lamentablemente no todos los adultos consideran que la ingeniosidad sea una virtud o característica positiva y gustan más de los niños y jóvenes que cumplen con lo orientado por el maestro o el padre, sin salirse de lo ordenado. En cambio, califican como “difícil” a aquel que es creativo y cuestionador, perdiéndose por tanto la iniciativa espontánea del niño, y en vez de desarrollarla, se le inhibe, provocando entonces una especie de robotización. Pero debo explicarme más, hay una gran diferencia entre la ingeniosidad y la indisciplina, pero los adultos con frecuencia las confundimos. Por ejemplo, el padre le dice al adolescente que ordene de una forma específica el garaje de la casa o la caja de herramientas o que compre pintura azul para la fachada de la casa, y lo que el hijo hace es cambiar y cumplir las orientaciones de una manera distinta porque tiene sus propias ideas. El resultado puede ser mejor o peor, pero lo importante es la enseñanza que se debe obtener. Si el hijo tuvo razón, hay que felicitarlo y tenerlo en cuenta para otras ocasiones, y si se equivocó –o al padre no le gustó el resultado–, hay que dialogar e intercambiar puntos de vista para enseñarlo a negociar y no se puede actuar sin consultar a los demás implicados. No obstante, hay quienes creen que resulta una falta de respeto cambiar las órdenes porque el adulto es quien toma las decisiones.
Estoy llegando al final y seguro que se preguntarán ustedes cómo es que no he hablado de la inteligencia emocional que es el tema de este espacio. Les pido paciencia y que vuelvan la semana próxima que seguiré con este tópico y verán la importancia de las emociones en todo esto.

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