Precauciones con el alcohol
16 de octubre de 2015
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El consumo de bebidas alcohólicas es un peligroso hábito incorporado por muchas personas, especialmente durante el desarrollo de actividades recreativas y de esparcimiento. El abuso de esta sustancia ha llegado a alcanzar tal magnitud, que poco a poco ha ido ocupando los primeros lugares de la larga lista de problemas de salud que resultan focos de atención para la mayoría de las autoridades sanitarias de todo el orbe.
El alcohol es un poderoso depresor del sistema nervioso central, capaz de alterar funciones del cerebro como la coordinación motora, la atención y la memoria. Su uso continuado afecta también a otros órganos diana como el riñón, el hígado y el sistema circulatorio.
De forma esporádica, sus efectos pueden resultar sutiles, pero cuando la ingestión se hace continuada, estos pueden irse volviendo cada vez más peligrosos ya que, bajo los efectos del alcohol, las personas no son totalmente conscientes de su conducta y se hacen propensas a emprender acciones violentas e irresponsables.
Aunque parezca irrisorio para algunos, los excesos con el alcohol son muy dañinos para el organismo puesto que privan al cerebro de oxígeno y pueden causar la interrupción de algunas funciones vitales. Entre sus muchos efectos, el alcohol puede producir vómitos, desmayos, respiración lenta o irregular y a veces puede llegar a provocar la muerte.
Estudios realizados por asociaciones científicas de diversos países, adjudican ciertos beneficios para la salud al consumo moderado de algunos tipos de bebidas alcohólicas, los cuales se centran fundamentalmente en su influencia positiva en la disminución del riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Sin embargo, el consumo excesivo de alcohol durante períodos prolongados de tiempo puede llevar a las personas a padecer alcoholismo, una enfermedad caracterizada por el ansia o la fuerte necesidad de beber; la pérdida del autocontrol y la incapacidad manifiesta para suspender el consumo una vez iniciada la ingesta; la dependencia física con fuertes síntomas de abstinencia como nausea, sudoración y temblores cuando se suspende el consumo, y la tolerancia elevada que refuerza la necesidad de ingerir cantidades cada vez mayores de alcohol.
De acuerdo a criterios especializados, las personas del sexo masculino que consumen quince o más tragos de alcohol, y del sexo femenino que consumen doce o más tragos a la semana, o quienes –con independencia del sexo– consumen cinco o más tragos por ocasión, al menos una vez por semana, están en riesgo de desarrollar alcoholismo. Esta razón se aplica considerando por trago a una botella de cerveza de doce onzas, un vaso de vino de cinco onzas o un trago de licor de una onza y media.
Contrario a lo que muchos quieren creer, el alcoholismo no es un hobby o un pasatiempo de vacaciones o de fin de semana. Por sus características se comporta como una enfermedad “incurable”; pero la buena noticia es que las personas que la padecen pueden aprender a vivir con ella –y llegar a controlarla– siempre y cuando se asuman enfermos, y destierren de sus hábitos de vida el consumo de esta nociva sustancia.
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