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Israel comanda la reacción árabe

13 de octubre de 2015

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Aunque la intervención rusa contra el Estado Islámico obstaculiza sus planes, Israel no ha cejado en su empeño de crear y comandar una fuerza militar de los países reaccionarios árabes para acabar de destruir a Siria, dañar seriamente a Irán y eliminar de una vez y por todas a aquellos en la región que se muestran favorables a la creación del estado de Palestina.
Ya se acabaron los tiempos en que se mostraba a Israel de un lado y a los países a través del otro. Llana y simplemente, la Liga Árabe ha sido bien penetrada por las influencias imperialista y sionista y juega en su misma novena, tal es la traición.
Ya en su Doctrina de Seguridad Nacional, publicada el 6 de febrero del 2015, el presidente Obama escribía que una estabilidad a largo plazo en el Medio Oriente y en el norte de África requiere más que “el uso y la presencia de fuerzas militares estadounidenses. Exige socios que sean capaces de defenderse por sí mismos. Es por eso que invertimos en la capacidad de Israel, de Jordania y de nuestros socios del Golfo para desestimular una agresión, manteniendo a la vez nuestro inquebrantable compromiso con la seguridad de Israel, incluso mediante su ventaja militar cualitativa”.
Pero antes, en noviembre del 2013, el entonces presidente de Israel, Shimon Peres, hizo una intervención, por videoconferencia, ante el Consejo de Seguridad del Golfo, reunido en Abu Dhabi y con la participación de los representantes de los principales miembros de la Liga Árabe y de varios estados sunnitas de Asia, para pedir la creación de un nuevo pacto militar contra Irán. Fue largamente aplaudido.
La Red Voltaire comenta que el Pentágono planea que los países del Golfo y Jordania conformen la Fuerza Árabe de Defensa Común, que estaría bajo las órdenes de Israel. Si retomamos el ejemplo del Pacto de Bagdad, hay que recordar que el Reino Unido lo creó incorporándole sus ex colonias. Sin embargo, a los tres años de su creación, el estado mayor del Pacto de Bagdad fue puesto bajo las órdenes del Pentágono, a pesar de que Estados Unidos ni siquiera lo había firmado.
El SIPRI (siglas en inglés del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo) acaba de revelar que Arabia Saudita estuvo preparándose para crear la mencionada Fuerza Árabe de Defensa Común, elevando su presupuesto militar del 2014 en unos 13 000 millones de dólares, un aumento del 17%.
Riad está tratando de implicar la mayor cantidad posible de países a ese proyecto, y ya logró comprar la participación de Egipto. Fue para eso que, durante la Conferencia económica de Charm el-Cheikh realizada el 13 de marzo pasado, los estados del Golfo ofrecieron más de 12 000 millones de dólares para los proyectos de inversión del Cairo. Fue por eso que pocos días después, el primero de abril, la Liga Árabe adoptó el proyecto de creación de tal fuerza.
Según la explicación oficial, el objetivo es aplicar el Tratado de Defensa árabe de 1950 para luchar contra el terrorismo, pero es realmente para satisfacer las ambiciones de Arabia Saudita en Yemen.
La guerra contra los hutis –guerra cuya necesidad nadie entiende– tiene así el papel de un ejercicio militar a escala real, sin que se manifieste compasión por las decenas de miles de víctimas y la destrucción del territorio del empobrecido país árabe.
Pero, además, el estado mayor militar de esa operación no está en Arabia Saudita, sino en Somaliland, un país que se proclamó independiente en 1960 y fue incorporado a Somalia en 1969 como resultado de un golpe de Estado.
Volvió a proclamarse independiente en 1991, antes de ser reintegrado nuevamente a Somalia en 1994 y de proclamarse independiente por tercera vez en el 2002. Las dos primeras veces, Israel fue el primer Estado en reconocer su independencia.
Desde el 2010 su territorio se ha convertido en una base israelí que garantiza el control del estrecho de Bab el-Mandeb, el cual vincula el canal de Suez y el Mar Rojo con el Golfo de Adén y el Océano Índico. Ahora, subrayo, la intervención rusa y el avance del ejército sirio interfieren los planes de Tel Aviv, que ha ayudado a sostener al hoy golpeado Estado Islámico.
Pero más al sur se mantiene la amenaza con una reacción árabe proimperialista manejada por el sionismo.

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