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Nada inesperado

13 de octubre de 2015

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Si una nación no puede vanagloriarse de utilizar sus vastos recursos para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, esa es Estados Unidos, donde más de 45 millones de personas están en el umbral de la pobreza y de ellas 16 millones son niños.
Son cifras de abril, pero se estima este octubre que pueden ser muchos más, cuando han crecido hasta cerca de tres millones los infantes que tienen sus padres en las cárceles y un millón de veteranos de la guerra se ven obligados a depender de cupones de alimentos.
Una amiga que habita en el casi paradisíaco y pequeño poblado georgiano de Swanee dice que por lo menos allí sus niñas están seguras, porque no se observa narcotráfico alguno como en el resto del país, aunque tuvo que ubicarlas en escuelas públicas y mudarse a una casa mucho más pequeña para evitar los altos costos.
El resto de ese estado norteamericano vive hoy sobresaltado, como en otras muchas partes de Estados Unidos, porque se ha autorizado oficialmente a los maestros a portar pistolas o revólveres, con el fin de afrontar las matanzas ya corrientes en las escuelas, y que se hacen imposibles de evitar para no dañar los intereses de los poderosos vendedores de armas.
Mientras se gastan enormes sumas en las vacaciones presidenciales, en el fraude de horas extras de los funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional y en producciones de cine de Hollywood que refuerzan el patriotismo, acuciosos investigadores coinciden en afirmar que Estados Unidos es el líder mundial en miseria infantil, en la que están incluidos los problemas que tienen con el hambre, la falta de hogar, las violaciones de los derechos humanos y los errores en el sistema educativo.
En un artículo del sitio norteamericano Alternet se recuerda que el crecimiento de la riqueza de Estados Unidos en un 60% en los últimos seis años –más de 30 billones de dólares (30 000 000 000 000)– estuvo acompañado por un aumento también del 60% del número de pequeños sin hogar, y agrega que “una fría noche cualquiera de enero unos 138 000 niños no tienen un techo bajo el que cobijarse”.
La malnutrición extrema se manifiesta en el país norteamericano con 16 millones de niños obligados a solicitar cupones para comer gratuitamente. A esto se suma que más de la mitad de los alumnos de las escuelas públicas y casi un 50% de los educandos afroamericanos menores de seis años necesitan subsidios para el almuerzo, debido a que carecen de medios económicos.
Además, si en el 2007, 12 de cada 100 niños utilizó cupones de alimentos, en este 2015 lo hacen 20 de cada 100.
Según los datos de la Organización de Naciones Unidas para la Educación y la Infancia (UNICEF), el bienestar material de los niños tiene sus niveles más bajos en Letonia, Lituania, Rumania y Estados Unidos.
En cuanto al sistema educativo, EE.UU. tiene el porcentaje más bajo de niños de 4 años escolarizados entre los países desarrollados, pese a que numerosos estudios demuestran que la educación preescolar ayuda a los niños a tener más éxito en la vida adulta.
Esto es un problema agudo, como también lo es que Estados Unidos es una de las dos naciones que se niegan a ratificar la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño.
Y hoy se dice que EE.UU. volverá a crecer económicamente este año, pero nadie puede esperar que en el país del 1% de la población rica esto beneficie a las capas más pobres, entre ellas millones de niños virtualmente desamparados. Nada inesperado.

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