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Carlos Pellicer

30 de octubre de 2015

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Carlos Pellicer llegó a La Habana para el Encuentro con Rubén Darío, convocado por Casa de las Américas, que tuvo lugar entre los días 16 y 22 de enero de 1967, en el balneario de Varadero, provincia de Matanzas. Los invitados concurrían también como jurados del Premio Casa que pocos días después sesionaría en la capital.
El centenario del gran poeta nicaragüense reunió a intelectuales relevantes de América Latina, entre ellos a Ángel Rama, David Viñas, Thiago de Mello, Manuel Galich, René Depestre, Mario Benedetti, César Calvo… Llaman la atención entre estos, el salvadoreño Roque Dalton y el argentino Francisco Urondo, ambos muertos trágicamente dentro del convulso proceso político militar vivido en sus patrias respectivas. Por supuesto, nutrida fue también la presencia de intelectuales cubanos y de estudiosos y traductores europeos de la obra de Darío.
En cuanto a Pellicer, era posiblemente el de mayor edad, el de una obra más cuajada por el tiempo y la crítica. Nacido en 1897 (el día 16 de enero) tenía recién cumplidos los 70 años y lucía la cabeza rapada. Su obra poética y su posición cívica ante la vida y la sociedad mexicana, le ganaban un respeto y prestigio enormes. Allí, el ilustre escritor expresó:
“Darío fue y será siempre de América, de nuestra América, como le aprendimos decir a Martí”.
Tanto él como los restantes invitados tuvieron una intensa participación en la vida cubana de entonces. Visitaron el astillero Victoria de Girón, en Cárdenas, y tributaron su esfuerzo durante una jornada de trabajo en áreas cañeras.
Memorable resultó el encuentro entre Félix Pita Rodríguez y Pellicer 30 años después de coincidir en el Congreso de Intelectuales Antifascistas, en el Madrid de 1937. La edición de la revista Bohemia del 17 de febrero de 1967 recoge lo que Pellicer declarara a Pita Rodríguez:
“Creo en la sinceridad de los revolucionarios cubanos y deseo ardientemente que no haya dificultades nunca entre ellos. Que sigan unidos para bien de Cuba y ejemplo de nuestra América. Sin pasión, sin heroísmo, no hay alegría suficiente para hacer el bien a un pueblo entero. Tú lo sabes bien: soy cristiano”.
Se afirma que fue el primer poeta verdaderamente moderno de México, un autor que incorporó el modernismo al estilo de vanguardia, que se nutrió de la belleza de la palabra y dio muestras de una fina sensibilidad.

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