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José Martí: Los ancianos y el valor de sus enseñanzas

2 de octubre de 2015

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Cuando tenía tan solo 22 años en un trabajo publicado en la Revista Universal, de México, el 13 de mayo de 1875, José Martí señaló que la voz de los ancianos tiene algo de religión, de paz no humana, algo de revelación y profecía. Añadió que se tiene como una garantía de consuelo en las palabras de un honrado anciano.
En el citado trabajo, Martí estableció un paralelismo entre el modo de hablar de los jóvenes y de los ancianos, y en relación con ello manifestó: “Cuando habla un joven, el alma recuerda donde se enciende su vigor. Cuando habla un anciano, el alma descansa, confía, espera, sonreiría si tuviera labios, y parece que se dilata en paz”.
En otros trabajos reflejados en esta publicación mexicana, el apóstol destacó que no había cosa más bella que amar a los ancianos a los que catalogó como los patriarcas.
Algunos años después volvió a hacer referencia y a resaltar la labor y la pujanza de los seres humanos que formaban parte de lo que hoy suele ser calificado como la tercera edad, al señalar en un artículo sobre el Centenario de Andrés Bello, publicado en Nueva York, el 23 de diciembre de 1881: “no sé qué tienen los ancianos fuertes que con mirarlos se alegra el alma y cobra fe y pujanza”.
En otros significativos materiales publicados durante su larga estancia en los Estados Unidos, Martí nuevamente precisó la impresión que le causaban los ancianos.
Llegó a expresar que una luz emergía de un rostro añoso y también expuso que tenían mucho encanto los cabellos blancos ya que parece que viene de alto lo que viene de ellos.
Enfatizó que enternece de veras la presencia de los ancianos y recomendó que en la calle uno debía ante ellos quitarse el sombrero como un gesto de veneración.
En Patria, el 28 de diciembre de 1893 precisó: “¡Ah! ¡Qué culpa tan grande es la de no amar, y mimar, a nuestros ancianos”.
Luego agregaría: “Oh qué bien hace el que consuela a los ancianos”.
Como se puede apreciar Martí no solo sintió un gran respeto por los ancianos sino que enfatizó en la necesidad que de forma muy especial los niños y jóvenes los amaran y mimaran. Incluso expuso consideraciones en torno al modo de actuar de las personas mayores.
En la Opinión Nacional, de Caracas, el 8 de mayo de 1882, planteó que “los ancianos, coronados de canas, como los montes coronados de nieve, resplandecen”, y seguidamente añadió: “Es nauseabundo un anciano que ha vivido vilmente. Es glorioso y da anhelos de gloria, un anciano que ha vivido bravamente. Esos son monumentos que andan, y que cuando caen en la tierra, y emparedados en su ataúd se hunden en ella, quedan en pie”.
Martí no solo sintió un gran respeto y veneración por los ancianos en sentido general, sino que puede decirse que lo que afirmó al respecto lo aplicó en forma consecuente con respecto a sus padres.
En relación con su madre señaló en uno de sus primeros poemas:

Madre del alma, madre querida,
Son tus natales, quiero cantar;
Porque mi alma, de amor henchida,
Aunque muy joven, nunca se olvida
De la que vida me hubo de dar.

Y sobre su padre expuso en uno de sus Versos Sencillos:

Si quieren que de este mundo
lleve una memoria grata
llevaré, padre profundo
Tu cabellera de plata.

 

Más allá de lo que planteara con respecto a los ancianos, José Martí igualmente se refirió a la trascendencia de otras etapas de la vida de los seres humanos.
Por ejemplo, sobre los niños dijo que son la esperanza del mundo y al definir cómo concebía el período de la juventud, con precisión detalló que es la edad del crecimiento, del ímpetu y del desarrollo.
Para él lo esencial no fue la edad, sino que todos los hombres y mujeres desde la infancia hasta la vejez fuesen capaces de llevar adelante una existencia basada en principios y por ende desarrollar una vida digna y plena.

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