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Una burla: hablar de paz en Gaza

24 de julio de 2015

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Leo en el colega Granma que no ha sido levantada ni una sola de las 18 000 viviendas destruidas durante la más reciente agresión a gran escala de Israel a Gaza, hace un año, por lo que se infiere que la tímida llegada de recursos responde a que existe el temor de que el gobierno sionista repita el genocidio.

 
Y es que el premier israelí, Benjamin Netanyahu, se preocupa porque su seguro servidor, Estados Unidos, haya firmado un pacto con Irán para asegurarse de que no pueda fabricar una bomba nuclear, cuando Israel tiene centenares sin que rinda cuentas a nadie.
Realmente, Netanyahu se ha salido con la suya en todos los sentidos, porque siguió siendo votado electoralmente por un pueblo al que ha manejado para que crea que él es la mejor opción, y porque el balance de lo que pasó en Gaza demuestra que cumplió sus objetivos, matando a seres inocentes y haciendo huir a muchos más, bajo el pretexto de acabar con la organización Hamás.
Además, desterró la palabra paz del vocabulario que se pueda aplicar en cualquier directiva, negando la existencia de un Estado palestino y exacerbando sentimientos de revancha a quienes lograron sobrevivir, Y es que Israel tiene una capacidad inagotable de crearse enemigos. Gente que ha perdido lo más querido y a la que palabras como paz o coexistencia suenan a una gran broma macabra, como lo escribe la periodista palestina Asmá al-Ghoul:

 
“El hermano de mi padre, Ismaíl al-Ghoul, de 60 años, no era miembro de Hamás. Su mujer, Jadra, de 62, no era una radical de Hamás. Sus hijos Wael, de 35, y Mohamed, de 32, no eran combatientes de Hamás. Sus hijas, Hanadi, de 28, y Asmá, de 22, no trabajaban para Hamás, ni los hijos de mi primo Wael; Ismaíl, de 11, Malak, de 5, y el bebé Mustafá, de sólo 24 días de vida; eran miembros de la Yihad Islámica, del Frente Popular de Liberación de Palestina o de Fatah. Sin embargo, todos murieron en el bombardeo israelí de su casa a las 6:20 de la mañana del domingo. (…)
“Si es Hamás lo que odiáis, déjame deciros que la gente que habéis matado no tienen nada que ver con Hamás. Son mujeres, niños y ancianos, cuya única preocupación era que la guerra acabara para poder volver a su vida cotidiana. Pero déjame deciros que habéis creado miles –no, millones– de partidarios de Hamás, porque todos nos hemos convertido en Hamás, si para vosotros Hamás significa mujeres, niños y familias inocentes. Si para vosotros, los civiles y las familias son Hamás, entonces yo soy Hamás, ellos son Hamás y todos somos Hamás. (…)”

 
La familia al-Ghoul pereció en el terrible bombardeo que sufrió Rafá después de la noticia de la desaparición del teniente israelí Hadar Goldin.
Para la joven periodista palestina la casa y sus recuerdos futuros han quedado destruidos, sus niños enterrados en tumbas prematuras. Hogares y recuerdos arrasados, sus habitantes sin casa y perdidos.

 

Según el balance de la ONU, 2 251 palestinos fueron muertos, incluyendo 229 mujeres y 551 niños, frente a seis civiles y 67 soldados israelíes, siendo la agresión más sangrienta en Gaza desde que Israel conquistara el enclave en 1967.

 

Durante los 51 días que duró la guerra del año pasado, además de esos 551 niños muertos, 3 436 resultaron heridos y unos 1 500 perdieron a sus padres. Muchos han vivido ya tres fuertes agresiones en los últimos siete años, la última especialmente dura. Están emocionalmente y, en muchos casos, físicamente, destrozados.
Esto fue  hace un año y, subrayo, aun no se ha hecho nada, por lo cual parece una burla cuando se habla de paz en Gaza.

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