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“Chapo” Guzmán y el no compromiso social en México

16 de julio de 2015

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Este pudiera parecer un título dispar, pero no o es, porque ka segunda fuga del multimillonario hampón “Chapo” Guzmán con la complicidad de las autoridades carcelarias demuestra el grado de corrupción que desde hace más de tres décadas corroe a México.
Tanta corrupción hace que se ignore a riquezas que brotan del subsuelo y que han hecho variar hasta la geografía agroalimentaria del país y puesto al orgullo nacionalista del petróleo en camino hacia manos extranjeras, en un contexto de retrocesos a causa de la no atención alas inversiones en mantenimiento y en el desarrollo de refinerías y nuevas tecnologías.
Si escribiéramos solo sobre el Chapo y lo que representa se necesitaría un enorme espacio, que no es lo más importante en este momento que se rinde culto a la privatización y se trata de hacer callar a quienes temen y denuncian que el petróleo dejará de ser nacional.
Se critica, subrayo, a los que critican la privatización, diciendo que alientan el encono y el enfrentamiento y están anclados en el pasado, al tiempo que se señala que el tiempo dará la razón a quienes estrechan nexos con intereses privados, ajenos a cualquier tipo de compromiso social.
El investigador Guillermo Fabela compara tal situación con la de los conservadores que fueron a París a ofrecerle a Napoleón III el trono de México, para convertir al país en una monarquía europea. La derrota de las fuerzas antipatrióticas demostró lo contrario, por lo que llama “a cerrar filas para enfrentar a las fuerzas reaccionarias del grupo en el poder, porque la razón histórica está de parte del pueblo”.
Pienso que aun más importante que lo anterior, es como México, uno de los grandes países agrícolas del mundo, ha puesto su alimentación en manos de transnacionales, lo cual ha hecho que se importen el 95% de las oleaginosas que el país necesita; el 40% de la carne; el 30% del maíz y el 50% del arroz.
Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), México se convertirá en un gran importador de materias primas y de alimentos.
Las importaciones mexicanas de granos duros (maíz y sorgo), trigo y soya se elevaron 31%, y el de carne (res, cerdo y aves), 86%.
El denominado Tratado de Libre México con Estados Unidos y Canadá (TLCAN) ha ocasionado el desplazamiento de millones de agricultores, la caída de la rentabilidad de los granos básicos y las oleaginosas, que ocupan casi 14 millones de hectáreas en México, De hecho, se dejaron de sembrar 1,6 millones de hectáreas de maíz, fríjol, trigo, arroz, soya y algodón. El abandono de tierra cultivable se ha profundizado en los estados con mayor presencia de agricultura campesina tradicional, como Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Morelos, Michoacán, Querétaro, Puebla y Guanajuato. En tanto, en las regiones de agricultura moderna, más tecnificada, como Valles del Yaqui y Mayo, se ha disparado el rentismo de parcelas.
Hay que tener en cuenta que el cultivo del maíz, uno de los granos más afectados con la apertura comercial, da empleo a 2,5 millones de campesinos con predios no mayores a cinco hectáreas y rendimientos de no más de dos toneladas por hectárea, quienes, sin embargo, contribuyen con tres cuartas partes de la producción nacional.
Esta caída de la rentabilidad se explica por el diferencial de productividad, de costos y de precios entre los productores de los tres países, mientras los subsidios equivalentes al productor son en EE.UU. casi diez veces más que en México. Habría que agregar los diferenciales de precios en energéticos, costos financieros y transporte.
Todo esto ha contribuido a que cambie la geografía agrícola mexicana: mientras se reduce la superficie dedicada a granos básicos y oleaginosos, hay una tendencia muy significativa al crecimiento en frutas, hortalizas y cultivos forrajeros orientados al mercado externo e interno más rentables. Estos cultivos tienden a concentrar más la inversión, el progreso técnico y la organización para la producción. Es decir, van excluyendo a los productores con menos posibilidades de invertir y tienden a concentrarse en cada vez menos empresas.
La primera consecuencia directa de la caída de la rentabilidad, al recibir menos por sus productos y pagar más por los insumos, es que los productores se descapitalizan y empobrecen.
Hay una gran disparidad de bienestar económico entre la población dependiente del agro y la no dependiente. Esta última es el 74,6% de la población total y genera el 94,3% del ingreso, mientras que los dependientes del campo -25,4% de los mexicanos- generan sólo el 5,7% del ingreso.
En el campo viven 25 millones de personas y dos de cada tres son indigentes. Quince millones no tienen ninguna perspectiva laboral, y la gran mayoría depende principalmente de otras actividades económicas para subsistir, como la venta de su fuerza de trabajo, el comercio o las artesanías. De hecho, entre el 70% y el 80% del ingreso de las familias minifundistas proviene de actividades no agrícolas.
Hay once estados mexicanos, los de mayores tasas de población rural, amenazados por la inseguridad alimentaria y la desnutrición: Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tlaxcala, Hidalgo, Durango, San Luis Potosí, Yucatán y Zacatecas. De los 1 113 municipios de esas entidades, 706 están en el rango de la mínima capacidad alimentaria. De todo esto se nutren los ejércitos paramilitares del narcotráfico, con sus Chapos Guzmanes al frente. Ante tanta desatención social, el emigrar se convierte en una panacea, en un peligroso camino que conduce muchas veces a la muerte.

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