Para que no frene la construcción del socialismo
12 de junio de 2015
|Va en serio el combate de la denominada quinta generación de revolucionarios contra la peligrosa y entronizada corrupción en China.
Y es que desde la epidermis se observa como el combate contra la corrupción en China se extiende en todos los órdenes: mafias que trafican con bebés, multinacionales farmacéuticas y alimentarias implicadas en sobornos, o delitos de otra índole. Detrás de la orden de paralización de la construcción de nuevos edificios públicos, no solo hay un propósito de ahorro, sino también el freno al afán desmesurado de los funcionarios corruptos que estimulan los proyectos para embolsarse las comisiones correspondientes.
Pero esto, como comenté, es lo que se observa desde afuera, porque el problema es mucho mayor y conspira contra la construcción del socialismo con sus propias características, los revolucionarios aliados del gigante asiático y el propio mundo en sí, al constituir la República Popular China la economía de mayor desarrollo en el mundo y que se puede dar el lujo de una desaceleración no permisible a potencias industrializadas occidentales.
No importa que la propaganda diga que Beijing se ha ido encaminando al capitalismo desde que inició el necesario proceso de reforma y apertura en 1978, cuyo camino pasa por obstáculos y uno de los cuales es la corrupción.
La cuestión es no dejar entrar al mal o desarraigarlo sin contemplaciones si lo ha hecho, y ello ocurre en esta mencionada quinta generación con el presidente Xi Jingping y el primer ministro Li Keoqiang al frente.
Cuando este último habló de tolerancia cero a la corrupción, ponía el dedo en la llaga en el principal problema que tiene que enfrentar la construcción del socialismo en la República Popular, un mal inherente a cualquier tipo de sistema, pero que es realmente necesario para la eliminación de la inequidad y la desigualdad y vivir en un mundo mejor, con justicia social.
Desde que el mundo es mundo, se dice corrientemente, tal problema se ha convertido en un mal en la sociedad, teniendo al capitalismo como paradigma, en el que “corrupción, con corrupción se paga”. Pero no nos interesa tratar sobre lo que pasa en un sistema donde la explotación del hombre por el hombre es lo primordial, sino de otro que tratamos de hacer viable y el que la condición humana a veces torna dificultoso.
En el caso de China, el premier LI dijo: “Es un país bajo el Estado de Derecho. No importa quién sea o lo importante el cargo que ocupe, si viola la disciplina del Partido y la ley del país, será castigado, porque todos somos iguales ante la ley”.
En una rueda de prensa, el Primer Ministro sí prometió que habrá una campaña para atajar actividades ilegales como la falsificación de bienes de consumo, el fraude, la violación de los derechos de propiedad intelectual o la contaminación, cuyos culpables serán, afirmó, duramente castigados.
CLAVE EN LA POLÍTICA CHINA
Con anterioridad, el presidente Xi Jinping ya había llamado al fortalecimiento en la lucha anticorrupción y en la implementación de profundas reformas para combatir el enriquecimiento ilícito, y subrayó que ello es clave en su política.
En este contexto se ha investigado casos de corrupción en los que se hallan implicados funcionarios del Partido Comunista de China, incluidos aquellos con altos cargos, en una demostración a toda la sociedad de que quienes violen las leyes y disciplinas partidistas serán investigados y castigados severamente, sin importar quiénes sean o qué cargo ocupen.
Ello se hace necesario en una nación como China, donde se construye un socialismo con sus propias especificidades, subrayo, y que enfrenta un peligro que se puede volver endémico, para satisfacción de sus enemigos externos y de quienes lo propugnen en lo interno.
Porque la corrupción en la República Popular China -inmersa en la profundización de la política de reforma y apertura, reitero-, no solo es el uso de la autoridad y recursos públicos para fines privados, sino también de sus peligrosas consecuencias, ya que pueden contaminarlo todo, pues crean debilidad o inestabilidad, instauran la falta de confianza en las autoridades y sus políticas públicas, propician la competencia desleal o, incluso peor, la falta de competencia, además de aumentar los costos empresariales, socavar la confianza de los inversores y obstaculizar la creación de empresas en nuevas áreas de negocio.
La campaña de limpieza ha llegado hasta el hasta hace poco inexpugnable Ejército Popular de Liberación, en el que fueron detenidos 16 generales y otros 40 oficiales superiores, cuestión que hizo escribir en la prensa nacional al mayor general en retiro Luo Yuan, en un artículo extremadamente franco:
“¿Cómo pudo pasar que tantos codiciosos llegaran a tan alto nivel? ¿Serían capaces de comandar ejércitos en batalla? La capacidad combativa del Ejército se reduce, porque los soldados no quieren combatir por comandantes corruptos, ni reconocen a jefes que hayan conseguido sus cargos por medio de sobornos”.
Lo positivo es que se han logrado avances contra los transgresores, sean funcionarios de cualquier nivel, local o central, de la justicia o de la administración, en empresas extranjeras o en el sector privado, todos los cuales se ven afectados por las investigaciones, expulsiones o los informes de suspensión. El hecho es que hoy día se incrementa la transparencia en los casos de mayor impacto social, escrupulosidad que sigue una estrategia con el fin de recuperar la confianza de la población.
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