Pequeña crónica (II)
27 de febrero de 2015
|Continúo hoy ofreciendo algunos fragmentos del libro: Pequeña crónica de Ana Magdalena Bach.
“Salí de mi casa y a mi regreso, iba a entrar en la sala para poner unas ramitas verdes y frescas en el jarrón de la chimenea, cuando mi madre apoyó la mano en mi brazo
-Espera un momento, Magdalena -me dijo- tu padre tiene una entrevista con el Maestro de Capilla Bach y creo que les estorbarás.
Mi pobre corazón se puso a latir con violencia. No le había visto más que una sola vez, pero había oído hablar mucho de él y sentía un deseo ardiente e inexplicable de volverle a ver./…/ Iba a dirigirme corriendo a mi cuarto para ponerme una cinta nueva en los cabellos, cuando mi padre asomó la cabeza por la puerta y preguntó:
-Ana, ¿ha vuelto Magdalena? –Entonces me vio y exclamó:
-Ven, hija mía, el señor Bach es muy amable y quiere oír tu voz.
Entonces entré y me encontré frente a él. Estaba tan turbada que casi no me atrevía a levantar la vista, y tenía la esperanza de que no me reconociese, ya que la iglesia de Santa Catalina era bastante sombría. Pero más tarde me contó que había reconocido al momento a su tímida oyente. /…/ En aquel momento yo sentía una timidez tremenda. Le hice una reverencia y no abrí la boca, hasta que cogió un cuaderno de notas, lo puso en el atril del clavicordio, se sentó y me invitó a cantar. Afortunadamente, mi turbación desapareció en cuanto empecé a cantar y cuando terminé, mi padre dijo: “¡Bien, hija mía! El señor Bach me miró unos momentos inmóvil y luego dijo: “Sabes cantar y tu voz es pura”. Yo hbiera deseado contestarle: “¡Y tú sabes tocar”, pero no me atreví. Es indescriptible lo que había hecho del sencillo acompañamiento que yo había tocado tantas veces. /:::/ En algunos ocasiones, años después su constancia y firmeza llegaron a parecerme obstinación.”
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