Nueva arremetida de la ultraderecha contra Dilma
17 de diciembre de 2014
|Cuando todo parecía que iba a salirse con la suya, independientemente de que si asumiera o no el poder por vía electoral, la ultraderecha brasileña ha arremetido nuevamente contra la reelecta presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, al subrayar esta que a partir del primero de enero trabajará por el cambio y reformas con el fin de mejorar la política gubernamental en todos los sentidos, entre ello enmendar errores en el área económica que favorecen a quienes propugnan el neoliberalismo.
En un mensaje a los grupos empresariales que se asientan principalmente en el estado de Sao Paulo, la mandataria llamó al diálogo, a la crítica constructiva y a luchar por una unidad que, dijo, “no necesita ser una unidad de ideas, porque es lo único que puede hacer avanzar a Brasil”.
Como se sabe, el control mediático en poder de la ultraderecha ha mantenido las calumnias personales y acusaciones infundadas de malversación contra la mandataria y su principal mentor, el ex presidente Inácio Lula da Silva, lo cual ha sido respondido oficialmente con una investigación anticorrupción en Petrobrás y otros sectores industriales, y el anuncio de una convocatoria a una consulta popular o plebiscito para fortalecer la democracia.
En este contexto hay que indicar que la manipulación de la falta de agua minó la imagen de Dilma en el distrito paulista, el más desarrollado y poderoso de Brasil.
Tras su apretada victoria electoral, gracias a una mayoría que pensó y se decantó por la continuidad, destacó en este diciembre que se necesita un país más moderno, industrial y productivo, pero también más solidario y, en especial, que cuide a los que más lo necesitan, las mujeres, los negros y los jóvenes, al tiempo que allane el camino de la integración regional.
POR UN BRASIL MEJOR
Dilma ha prometido que Brasil estará mejor de lo que está hoy, prometió que el Estado intervendrá donde tenga que hacerlo, al tiempo que rechazaba las presiones del establishment económico-financiero y el empresariado paulista para que elimine lo que consideran exceso de control estatal en varios aspectos, como el de los precios de los combustibles.
En cuanto a la importante, difícil y necesaria tarea de eliminar la corrupción, dijo que no dejará “piedra sobre piedra” hasta llegar a determinar todas las responsabilidades en el escándalo de Petrobrás, y aseguró que es la primera interesada en que se sepa toda la verdad, “pero sin delaciones, insinuaciones o acusaciones sin pruebas”, como ya había especificado durante la campaña electoral.
Hay que subrayar que el apoyo a Dilma sobresalió, no obstante a que el brasileño estuvo expuesto a oír acusaciones de todo tipo para desprestigiar a la Presidenta, repito, con pocas opciones para evaluarlas.
Pero la mayoría fue a las urnas y votó por la continuidad, con lo cual Dilma tiene que reconsiderar cuestionables políticas económicas, con el fin de reencontrar y proseguir las que marcó Lula de acceso a oportunidades de las clases más desfavorecidas, así como el tema cambiario y de divisas.
En el ámbito educativo, tiene una gran apuesta por la educación, por lo cual sigue y aumenta la parada de lo seguido con Lula, lo cual le granjea más la virulencia en su contra de la mayoritaria prensa derechista y de los organismos internacionales que propugnan y tratan de hacer cumplir las pautas marcadas por el neoliberalismo.
No perdonan que la mandataria haya logrado hacer aprobar una ley que destinará el 75% de las regalías petroleras a la educación, lo que será adicional al presupuesto en ese sector y garantiza recursos por muchas décadas.
Cierto, Brasil es un país muy grande y complicado, el gobernante Partido del Trabajo es un partido con muchos y variados miembros, por lo que hay que elegir bien, evitar un gobierno puramente tecnócrata y acudir principalmente a lo político, que para el mayoritario y modesto ciudadano brasileño es indispensable.
Nada podría ser más necesario para garantizar la gobernabilidad de este nuevo turno del Partido del Trabajo, porque ese protagonismo de las masas, indica el politólogo argentino Atilio Borón, evitaría que el Estado “quede prisionero de los poderes fácticos tradicionales que han venido rigiendo los destinos de Brasil desde tiempos inmemoriales.”
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