El terreno del Mercado Único de La Habana: sus primeras construcciones y propietarios
12 de diciembre de 2014
| |El terreno que ocupa actualmente el Mercado Único estaba comprendido en el siglo XVIII entre la estancia de Don Juan de Dios Menocal y la de Doña Rosalía de Córdova de Sierra, y parte del brazo de mar que alcanzaba esa zona. La entrada de las aguas fue posteriormente canalizada y desecada, pero el asiento de los terrenos continuó siendo cenagoso, posiblemente por ello la construcción del Mercado requirió hincar con un martinete de vapor cientos de pilotes de madera dura para hacer las cimentaciones.
En las primeras décadas del siglo XIX la urbanización que seguía la calle Monte fue discontinua a partir de lo que es hoy la calle Arroyo, precisamente por las propias condiciones anegadizas de los terrenos. De esta manera, las cercanías del Puente de Chávez tardaron en poblarse, en tanto a continuación surgían nuevos barrios.
Un plano de 1841 muestra la existencia de primitivas construcciones en la zona, aún de manera aislada, y no es hasta 1867 que constan documentos sobre el traspaso de estas propiedades.
Así, aparece en el Archivo Nacional una propiedad señalada con el No. 363 de la Calzada Real del Monte, perteneciente a Lino Martínez Zabaleta, formada por una casa de tablas y tejas y un terreno yermo al fondo. Lindaba según documento de la Antigua Anotaduría de Hipotecas con la calle del Matadero que conducía al Rastro de ganado mayor, con los corrales de Administración del Puente Nuevo, con la propia calle Monte y con Cristina.
En 1874 esta finca, tasada en 15 000 pesos, es heredada por Lino Martínez y Castellanos, al igual que un solar situado en la misma calle, estimado en 7 084 pesos líquidos, que contenía varias casitas, numeradas del 347 al 359, destruidas luego por un incendio. A la muerte de Don Lino en 1899 ambas pasaron a manos de la señora Carmen González, quien las vendió en 1902 a Ramón Planiol y Claramunt. Este señor fue un comerciante e industrial que se estableció en La Habana desde muy joven. En 1903 fundó, junto a Ladislao Díaz y Agapito Cagiga, la fábrica de mosaicos La Cubana, en Luyanó, conocida entonces como “la mayor del mundo”. Asimismo, Planiol era dueño de unos almacenes importadores y exportadores de maderas y materiales de construcción, y en el año 1915 montó la fábrica de placas de fibrocemento Ternolit Planiol, ubicada en la calle Velázquez No. 27 y Calzada de Concha.
Entonces la propiedad era descrita como terreno yermo y medía 1 702 m 75 cm. En la misma área comprendida entre las calles Matadero y Arroyo de Chávez se registraba un terreno señalado con el No. 361 de Monte, en el cual se hallaba edificada una casa sin número ocupada por el taller de maderas y barros de los Sres. Dehogues y Compañía, haciendo frente a la propia calle. Según se describe lindaba por la derecha con el terreno de Don Lino Martínez y el río o arroyo de Chávez, por la izquierda con la calle del Matadero y por la espalda con la Calzada de Cristina. Medía 8 514 m, 78 cm y estaba valorado en 30 000 pesos.
Su propietaria a la sazón era Doña Antonia Pérez y Pagés, cuyos herederos la venderían en 1894 a Don Ramón Planiol Claramunt. El Sr. Planiol ocupaba el terreno y casa señalados con el No. 361, y a principios del siglo XX refundió las tres propiedades para formar una sola finca, descrita a partir de entonces como paño de terreno señalado con el No. 361 de la Calzada de Príncipe Alfonso, por lo que se infiere que las antiguas construcciones fueron demolidas en esa época. Este paño de terreno tazado en 100 000 pesos oro español, estaba formado por la totalidad de la manzana limitada por las calles Príncipe Alfonso, Matadero, Calzada de Cristina y Arroyo de Chávez, precisamente la delimitación exacta en la cual se edificaría el Mercado Único. Luego de refundidas las fincas, Planiol ocupó el terreno, según asiento del Registro de la Propiedad, con edificios y maquinarias, posiblemente relacionados con la fábrica de mosaicos mencionada. Se infiere por tanto, que usaba para estos fines los terrenos de la calle Monte y otros en Vives. Así consta en un catálogo de la fábrica de principios del siglo XX: Fábrica de mosaicos “La Cubana” Depósitos Ladislao Díaz y Hno. (Vives 99 y Pta. Cerrada. Sierra “El Águila”) /Planiol y Cajiga (Puente Chávez)/ Príncipe Alfonso No. 361
En 1919 Ramón Planiol vendió la finca al abogado Juan Fernández de Castro y Diez Argüelles, por el precio de 352 000 pesos moneda oficial, y aunque este señor figuraba como el propietario, no era más que un testaferro al servicio del Senador Alfredo Hornedo y Sánchez, su verdadero dueño.
La astucia y habilidad para los negocios y la política, lo llevaron pronto a multiplicar el capital de su acaudalada esposa, Blanca Maruri, y el suyo propio. En 1914 resultó electo Concejal del Ayuntamiento de La Habana y su Presidente en 1916, y formó parte del grupo de políticos liberales que controlaba el municipio y que en 1919 lo respaldó para obtener la concesión del Mercado Único, el cual operó como un verdadero monopolio y fue la base de su fortuna. A partir de 1918 resultó reelecto varias veces como representante a la Cámara, y fue Presidente de su Comisión de Relaciones Exteriores, cargo por el cual fue recibido en 1950 por su Santidad el Papa Pío XII. Nombrado Senador de la República en 1936, 1944 y 1948, fue delegado a la Asamblea Constituyente de 1940 y presidió el Partido Liberal desde 1939 hasta 1947. En 1952 se retiró de la vida política.
Siendo propietario principal del periódico El País, fundado en 1921 en Galiano y Concordia, lo fusionó con el Excelsior en 1929, otro periódico de su propiedad que había fundado en 1928 Wilfredo Fernández. En 1941 trasladó ambos diarios para un moderno edificio de la calle Reina. Para incrementar su dominio de los medios, compró en 1928 el periódico El Sol y se hizo socio de El Crisol, órgano de prensa fundado en 1934. Junto al periodista y abogado matancero Julio González Rebull, Hornedo adquirió las radioemisoras COCO y CMCK, vendidas en 1948 a Guido García Inclán. Dominar tantas publicaciones periódicas y medios de difusión masiva en general, favoreció sin dudas su carrera política y contribuyó a glorificar su imagen pública.
Hornedo era dueño también del Casino Deportivo de La Habana, un club privado para la clase media abierto en 1935; del Club de Cazadores de La Habana; del Reparto Casino Deportivo; del edificio de propiedad horizontal Ríomar, en La Puntilla, y de numerosos bienes inmuebles.
En la zona de Miramar edificó el Teatro Blanquita y el Hotel Rosita de Hornedo, ambos bautizados con los nombres de su primera y segunda esposa, respectivamente. El primero, hoy teatro Karl Marx, fue reconocido en 1949 como el mayor del mundo, con 6 600 lunetas, 500 más que el Radio City Hall de New York, y con una espaciosa cafetería capaz de acoger más de 200 comensales. El segundo, hoy Edificio Sierra Maestra, era un hotel residencial, considerado uno de los dos hoteles de su tipo existentes en Cuba en 1957. Poseía 172 apartamentos de uno, dos y tres habitaciones, 11 pisos y dos pent-houses, su construcción alcanzó la suma de 3 500 000 pesos.
Alfredo Hornedo vivía en la finca Blanca de Ceiba del Agua y en la mansión de Carlos III No. 120, actual Casa de la Cultura de Centro Habana, luego se mudó al pent-house de su Hotel Rosita de Hornedo.
Fue todo un personaje en su época no solo por su actividad política, también por su comportamiento social. Alejo Carpentier al referirse a él comentó: “El rey de los picúos de La Habana era, indudablemente, Alfredo Hornedo (…), se vestía siempre con traje de cuadritos blancos y negros. Iba a Paris todos los años a comprarse corbatas…Compraba las corbatas a razón de doce docenas cada pinta…Siempre estaba cubierto de dijes, patas de conejo, relojes, leontinas, brazaletes con su nombre, dirección, año de nacimiento, identificación, alfileres de corbata, corbatas, solitarios, herraduras de oro… Aquello era un muestrario, una quincalla ambulante.”
A pesar de su imagen ridícula y su proceder de “nuevo rico”, los medios que él mismo se había encargado de fundar, apoyaban en consecuencia todos sus actos, ya fuesen campañas políticas, negocios sucios, u obras benéficas, las cuales estuvieron guiadas en un inicio por la mano de su primera esposa. La generosidad de Doña Blanca, sobre todo con la iglesia católica, la llevó a reconstruir la Parroquia de Trinidad y cuentan que desde su silla de ruedas extendió su mano a los más necesitados.
Para rendirle homenaje en vida, en 1956, el Senado de la República aprobó una moción por la cual instituyó que se colocara un busto del “hombre fuerte del liberalismo habanero”, en la Sala de Conferencias del Hemiciclo correspondiente.
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