Calle Desamparados: de las funciones de paseo a depósito mercantil y vía expedita
17 de octubre de 2014
|El intenso uso de los muelles y almacenes, ubicados en el litoral desde las inmediaciones del Castillo de La Fuerza hasta el Arsenal, trajo consigo constantes reformas en esta área, en especial por la construcción y modificación de los ferrocarriles de sangre que poseían dichas instalaciones. Desde el siglo XIX esta ventajosa relación entre el puerto y el llamado camino de hierro permitió el traslado eficaz de las mercancías de un lado a otro de la ciudad, garantizando con ello el ahorro de tiempo y dinero para las compañías propietarias. Justamente, la ampliación de los Almacenes de San José, a finales del siglo XIX y la construcción de su ferrocarril de sangre, hicieron que desapareciera por completo el Paseo de Roncali.
Los Almacenes de San José, como señalara el historiador Jacobo de la Pezuela, fueron los que más disfrutaron las ventajas de su posición para las transacciones mercantiles con respecto a los otros depósitos, “…porque desde ellos se comunican con la estación de Villanueva por un ferrocarril de sangre, y se ahorran los interesados la conducción por carretones al camino de hierro de la Habana ó á las goletas de cabotage”.
En 1870 Don Ramón Montalvo y Calvo solicitó al gobierno de la Isla autorización para extender los Almacenes de San José, ahora desde la plataforma del Matadero hasta el baluarte de Paula, –los primeros corrían desde Egido a Compostela y fueron edificados entre 1850 y 1853. Para ello se debió promover una instancia a todas las autoridades facultadas para autorizar o no dicha licencia, entre ellos el Ministerio de la Guerra, el Gobierno Superior Civil, la Junta Consultiva de Obras Públicas, la Sesión de Ultramar del Consejo de Estado, entre otros.
Y es que la prolongación de los Almacenes de San José requería tener en cuenta las objeciones que pudieran tener hasta los vecinos de la zona, ya que la nueva construcción cerraba las visuales al mar de las casas de la calle Desamparados, así como a las otras calles que desembocaban en ésta y en el Paseo de Roncali. A pesar de que la Junta de Fomento de la Isla de Cuba se opuso enérgicamente, al parecer sobre este aspecto en particular no hubo quejas, pues no se reflejó en la correspondencia entre Don Ramón y las autoridades, ni en las condiciones finales de la licencia de construcción de los nuevos almacenes. Para 1885 ya estaría terminada la obra, considerada una de las realizaciones más prominentes de su tipo y la única que hoy se conserva.
Diferentes compañías explotaron los espigones y almacenes de San José en la primera mitad del siglo XX, realizando con ello pequeñas intervenciones, sin embargo, la más significativa fue la realizada por la United Fruit Company, propietaria por muchos años de esta parte segregada de los primeros almacenes (1939-1955), y que nombró muelles Flota Blanca. Esta empresa realizó obras de restauración en el inmueble de finales del siglo XIX y construyó uno nuevo para almacenaje, conservación de mercancías y oficinas generales, de tres plantas y un espigón de dos niveles, cuya fachada, de manera muy particular, incorporó los códigos del art decó. La fábrica concluyó en 1939 bajo la dirección facultativa del Ingeniero Emilio P. Guerra. Hoy es conocido como edificio Hines.
En tanto la United Fruit Company construyó de nueva planta este edificio, en los antiguos depósitos de San José tuvo que realizar obras para adaptarse a la remodelación de la calle Desamparados, ejecutada en la década de 1940. Aquellos trabajos demandaron corregir un ángulo de la fachada de los almacenes. Para ello, una porción fue desmontada, y el muro, recto hasta entonces, adoptó el perfil curvo que llegó a la actualidad. Fue realmente una ejecución maestra que en lo absoluto afectó la imagen del alzado original.
Estas nuevas obras de intervención en la calle Desamparados estaban comprendidas en el Plan Regulador de La Habana de 1944, parte del proyecto de obras públicas del gobierno de Ramón Grau San Martín (1944-1948), en el que se proponía, como objetivo principal, trazar una amplia red de nuevas avenidas de comunicación para resolver el grave problema de congestión padecido por una ciudad que se expandía rápidamente gracias al desarrollo del trasporte automovilístico. Conocida como Red de Circunvalación de La Habana, este plan pretendía comunicar la Vía Blanca con La Habana Vieja a partir de la reconstrucción de la Avenida Fábrica conectada con la de Atarés que, a su vez, se enlazaría con la zona portuaria de la ciudad a través de la ejecución y ampliación de la Avenida Arsenal y Desamparados. Ambos ejes ofrecían rápido acceso hacia la calle Egido, la que fue ampliada por el Ministerio de Obras Públicas por el intenso tráfico que circulaba por la zona de la Estación Terminal del Ferrocarril. Finalizaba el proyecto con la restauración de la Iglesia de Paula y la reconstrucción de la Alameda, nueva ruta que se abría para establecer las comunicaciones directas con el Malecón. La imagen actual de esos ejes corresponde entonces a estas remodelaciones iniciadas en 1946 y terminadas en 1947.
Resultado de estas acciones urbanas es también la reconstrucción de la Alameda de Paula en el propio año 1946, y la mutilación definitiva de la iglesia y hospital de igual nombre –propiedad entonces de Ferrocarriles Unidos–, utilizados como almacén. Era interés de esta empresa norteamericana construir las vías férreas requeridas por el tráfico de sus muelles, principalmente el Espigón de Paula, enfrentado al importante conjunto religioso del siglo XVIII. El paseo fue totalmente rediseñado y una vez desaparecido el antiguo hospital, el Negociado de Arquitectura de Ciudades y Parques propuso y llevó a cabo una continuación de la Alameda en forma de acera y barandas entre el paseo público y el área liberada, manteniendo la Iglesia en una especie de islote vial, la cual sólo pudo ser salvada gracias a que, en 1944, a peticiones de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología, fue declarada Monumento Nacional.
Consecuencia también de esas transformaciones en la zona sur de la ciudad, fue la reconstrucción en la década de 1930 de la instalación actualmente conocida como edificio y muelle Juan Manuel Díaz. Originalmente este grupo de naves formaba parte de los Almacenes de San José, cuya propiedad comenzó a subdividirse en las primeras décadas del siglo XX, formando luego fincas independientes, como esta. A finales del siglo XIX esta porción de los antiguos depósitos, dentro de todo el conjunto de naves, se describía como: “…diez almacenes con armaduras de hierro, paredes de mampostería con colgadura y muelles, lindando unos con otros y el quince y venticuatro por sus costados con otros almacenes y con el mar y todos ellos por el Norte con la calle de los Desamparados y por el Este con el baluarte de San José…”.
Esta antigua construcción fue sustituida, permaneciendo durante mucho tiempo únicamente el solar de terreno que fuera luego, en 1939, el colindante del edificio de la United Fruit Company (Hines). Los nuevos almacenes mantuvieron la distribución espacial de las diez naves originales, ahora con una cubierta de cerchas metálicas a dos aguas con tejas de asbesto cemento y de zinc. Anexo a la instalación industrial se erigió un bloque de oficinas con su muelle. La continuidad de la línea de picos que forman las cubiertas a dos aguas le ha valido el calificativo popular de “edificio de los picos”.
El mismo hecho de que la acera este de la calle Desamparados estuviera dedicada a las funciones industriales, incidió en que la oeste, paulatinamente, perdiera su carácter residencial para albergar diversos edificios de oficinas y almacenes, vinculados estrechamente a la vida portuaria. Así, el único exponente de la tipología doméstica que se conserva de la época colonial está señalado con el No. 156, y es una modesta casa construida en el siglo XVIII, de un solo nivel, sin zaguán, por lo que puede clasificarse como uniplanta simple.
A lo largo de su historia, las funciones de la mayoría de los inmuebles de la calle Desamparados se han invertido. La arquitectura colonial doméstica se tornó en arquitectura civil-pública para albergar las oficinas de las empresas que se dedicaban a la explotación marítima en las primeras décadas del siglo XX, mientras que en la segunda mitad de este siglo y hasta el presente, con la subutilización de los edificios industriales producto de la disminución de la actividad portuaria en la zona, aquellas oficinas y almacenes se han convertido en viviendas subdivididas y con pocas condiciones de habitabilidad.
No obstante la transformación y deterioro de este fondo edilicio, Desamparados destaca por la conservación de los antiguos muelles y almacenes, considerados ejemplo significativo dentro del patrimonio industrial cubano: los Almacenes de San José son la única obra de su género existente, y el actual edificio de Hines, es una excepción dentro del estilo art decó al ser adoptado por una construcción industrial.
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