Darle nombre a lo que siento
3 de octubre de 2014
|Daniel Goleman, autor de libros muy famosos sobre Inteligencia Emocional, describe que las personas tenemos dos mentes, la emocional y la racional, y consecuentemente también habla sobre las competencias emocionales, entre las que se encuentra el auto conocimiento. Pues bien, de esto voy a escribir, referido en particular al amor, de cómo muchas veces no somos capaces de identificar las emociones que tenemos hacia otra persona porque hay un corto circuito que interrumpe el dinamismo que se debe tener entre las dos mentes, y esta interrupción de información, impide que le demos nombre a lo que sentimos, fundamentalmente porque tenemos déficit en el auto conocimiento, o tal vez porque nos negamos a reconocer racionalmente lo que las emociones nos están diciendo. Pero voy a empezar de más atrás, desde los animales, que se aparean a través de mecanismos fisiológicos, así los mamíferos hembras, cuando están en celo segregan hormonas que son olfateadas por el macho, el cual acude para la cópula, y ella determina aceptar a uno u otro, también por razones fisiológicas donde entran a jugar aspectos como la fuerza, el olor, el éxito en la lucha con otros pretendientes, etc. en dependencia de la especie, y mientras más evolucionada sea, también intervienen determinadas emociones para la selección de la pareja. Recuerdo que yo tuve una gata siamesa, mi querida Cleopatra, muy linda, a la cual quisimos aparear con otros gatos siameses y siempre se negó, defendiéndose con violencia y solo le daba su “amor” a un gato negro arrabalero que se metía en mi patio y que hasta media cola le faltaba. ¿Por qué? Ahí andaban funcionado las feromonas, o sea las hormonas, y Cleo siempre fue muy feliz, ya que al ser una gata, no necesitaba procesar racionalmente si le convenía o no ese gato. Los seres humanos, claro que somos muy superiores en asuntos de amor y sexo, y las investigaciones para ver si también las feromonas, o sea, lo puramente fisiológico tiene un lugar de importancia en la elección de la parejas han demostrado que no, que la atracción entre hombre y mujer tiene componentes mucho más complejos y de índole socio-cultural, sin desdeñar lo sexual, pero no es lo único. Sin embargo ¿soy capaz de entender por qué me tiemblan las manos, retengo la respiración, me enfrió, me pongo torpe y choco contra las paredes cuando pasa por mi lado Fulano de Tal? Y es más, me molesto porque mi mente racional me dice que ese hombre “NO ME PUEDE GUSTAR” porque no es mi tipo, porque no tiene nada que ver conmigo, “y porque no” y he ahí donde andan en corto circuito la mente racional y la emocional. Y la gente a mi alrededor me dicen ¿qué te pasa que cuando Fulano viene andas extraña, te pones nerviosa y no hay quien te hable? ¿No se sentirás atraída, medio enamorada? Y ahí me pongo aún más brava. Y es que no soy capaz o no quiero identificar que tengo una inclinación por ese hombre, que puede que no estén funcionando las hormonas al nivel primitivo de mi gata Cleo, pero se ha establecido una atracción a nivel subcortical y donde las emociones están haciendo de las suyas ¿Qué explicación tiene? Y es que lo fisiológico tiene un papel protagónico en ese caso y así el olor de esa persona, el calor de su piel, su sonrisa, su caminar y otros elementos que son percibidos de manera emocional y no racional surten un efecto que provocan que yo, Ud., tengamos reacciones a las que no podemos o queremos darle nombre, pero que seguirán ahí hasta que las mentes racional y emocional restablezcan la comunicación interrumpida para dar paso a la aceptación de que hay algo que nos pasa y no podemos seguirlo negando, y consecuentemente decidir qué hacer. Y ya para terminar les digo que eso de sentir que alguien que pasa por nuestro lado nos hace detener la respiración no es nada a despreciar, y sí a tener en cuenta, y es así como mi querida Cleo parece que se sentía cuando su gato negro aparecía por el patio de mi casa, la diferencia está en que ella no se complicaba la vida tanto como las personas.
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