Los hipocondríacos (I)
3 de octubre de 2014
|Hoy pretendemos comentar con ustedes acerca de la Hipocondría, que en principio podemos definirla o decir que está presente cuando el mal imaginario es una enfermedad, y fíjense que he utilizado la palabra “imaginario” porque en realidad no hay presencia de la enfermedad que la persona imagina tener.
Esta enfermedad fue reconocida como tal en Grecia clásica, pero en realidad, hasta mucho más allá de mediados del siglo pasado es que se tomó en cuenta como una enfermedad y se le dedicaron estudios y la búsqueda de tratamientos efectivos, porque en realidad, no se le daba toda la importancia que en realidad tenía, porque era una “enfermedad imaginada”, que no existía, pero al fin se comprendió que el hecho de imaginar tener una enfermedad que no se tiene, ya es más que una enfermedad un grave trastorno del comportamiento humano, sobre todo, si tenemos en cuenta que una de las metas principales del hombre es precisamente la de alcanzar el equilibrio dentro del proceso salud – enfermedad con el objetivo de obtener ese estado de satisfacción y bienestar físico y mental que conceptualiza al Estado de Salud.
Lo más preocupante dentro de la hipocondría, que también se le ha denominado como el síndrome del “mal oscuro”, es que mientras más se mantiene en el tiempo, los mecanismos de búsqueda de síntomas, de asistencia sistemática a especialistas y la angustia que se llega a crear en quien la padece y las personas más cercanas a otros, se hace crónica, se establece ya como parte de su personalidad, de su sistema de necesidades y motivos y por ello, siempre está presente y vigente dentro de la dinámica del comportamiento humano cotidiano. No puede funcionar una persona ni contribuir a su desarrollo individual y social con una situación mantenida de este tipo. Su gravedad radica precisamente, porque la persona que la padece, va aumentando y agravando precisamente la situación de salud y el desequilibrio en el proceso salud – enfermedad, y ya lo comentábamos, se llega a constituir como un hábito condicionado y mantenido el estar siempre con la presencia o en la búsqueda de alguna enfermedad imaginada.
Por todo ello, aunque más adelante estaremos profundizando en el tratamiento de estas personas, llega el momento que es importante un silencio que no permita alimentar más las enfermedades imaginadas que se van creando estas personas.
Los años de ignorancia y no importancia a estas alteraciones hasta en las propias Ciencias Psicológicas y de forma más específica, la Psicología Clínica, que la consideraban una alteración secundaria y por supuesto, estos enfermos tradicionalmente eran muy rechazados por el personal médico, y todavía hoy en día, porque en realidad, llegan a producir agobio en los galenos por sus constantes visitas a consultas, sus mantenidos chequeos y sus cambios repentinos de facultativos cuando estos no responden a sus deseos, que aunque pueda parecer contradictorio, se sobre preocupan por su enfermedad, pero se molestan cuando los resultados demuestran que solo es una enfermedad imaginada, y esto es un aspecto esencial y de mucha importancia que habla acerca de la dinámica del comportamiento de estas personas, donde las necesidades, esencia del comportamiento humano- de forma permanente se reducen a la búsqueda de enfermedades, llegando el momento en que sienten la necesidad imperiosa de tener una, de que se les demuestre que son ciertas y que en realidad están muy mal de salud.
Entonces, ya lo decíamos, rechazada por médicos hartos de interminables consultas y quejas de insolubles -por inexistentes- enfermedades físicas, la hipocondría ha empezado a recibir la necesaria atención, a pesar, reitero que los antiguos sabios de la Grecia clásica, con Hipócrates a la cabeza, describieron, hace más de 2.000 años, esta enfermedad, que consideraban orgánica.
Si bien adquirió notoriedad en el siglo XVII gracias a una de las grandes obras de Molière, ‘El Enfermo Imaginario’, no fue hasta el siglo XIX cuando la medicina europea le prestó algo de atención aunque, para desgracia de los afectados, con exiguos resultados.
Hoy en día la hipocondría se ubica dentro de los denominados trastornos mentales y se caracteriza por el miedo a tener o por la convicción de padecer una grave enfermedad orgánica. Aunque a estos enfermos se les realicen investigaciones y estudios médicos de todos los tipos, algunos de ellos invasivos, ellos se someten a todo lo que el médico le indique, unas veces porque llegan a confundir al facultativo, muchas veces esa enfermedad imaginaria la expresan con tanta realidad que produce serias confusiones, porque además, partiendo de lo que se denomina en psicología el Teorema de Thomas, que dice, todo lo que una persona llega a creerse como cierto lo lleva a las consecuencias y a comportamientos que puede propiciar esa verdad que se han creído.
La enfermedad se diagnostica cuando estas situaciones tienen una duración superior a los seis meses. Por lo general, esta enfermedad produce angustias, depresión, obstaculiza el desarrollo individual de las personas, su realización personal y social, interfiere en la normal satisfacción de las necesidades sociales y laborales del enfermo, y no se puede explicar por otras patologías como el delirio, la ansiedad generalizada, el trastorno obsesivo o la depresión mayor.
De cómo se produce y cuáles son sus consecuencias para el estado de salud de la hipocondría continuaremos conversando la próxima semana en que andaremos mucho más de cerca de esta enfermedad que se centra precisa y contrariamente, en una enfermedad imaginada.
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