A 114 años del natalicio de Rita Montaner
15 de agosto de 2014
|El próximo miércoles, 20 de agosto, se cumplirán ciento catorce años del nacimiento en la villa de Guanabacoa de la cantante y actriz Rita Montaner (La Habana, 18 de abril de 1958), figura señera en los anales del arte criollo a lo largo de tres décadas, desde que en 1927 hizo su debut profesional en la escena cubana al encarnar el negrito calesero José Rosario del sainete lírico criollo “Niña Rita o La Habana en 1830” (L. : Aurelio G. Riancho y Antonio Castells / M. : Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet).
Por los méritos acumulados a partir de esa fecha en la radio, el cine y el cabaré —aparte del teatro—, ya por los años cuarenta se habían arraigado en el sentir popular dos calificativos que le otorgaron reconocidos periodistas de la época: la Única y Rita de Cuba. Con respecto a ambos epítetos, en 1942 opinó el intelectual Nicolás Guillén: “De Cuba porque su arte expresa hasta el hondón humano lo verdaderamente nuestro; la Única, pues sólo ella, y nadie más, ha hecho del solar habanero, de la calle cubana, una categoría universal”.
Al cumplirse ahora un aniversario más del natalicio de la gran artista, particularizaremos en uno de sus primeros éxitos a escala mundial, el cual aconteció en 1928, cuando viajó a París, donde, en pocas horas, el 16 de septiembre de aquel año tuvo que prepararse para sustituir a la famosa vedette española Raquel Meller, alejada festinadamente de sus faenas a causa de una repentina disfonía. En aquella experiencia parisiense, contratados por ella, la acompañó un grupo de prestigiosas figuras de la Isla caribeña: los trovadores Sindo y Guarionex Garay, los bailarines Julio Richard y Carmita Ortiz, el pianista Rafael Betancourt y, según una algunas informaciones, una pequeña orquesta típica. Entre otros, en Francia fueron sus grandes éxitos “¡Ay!, Mamá Inés!”, de Eliseo Grenet; El manisero, de Moisés Simons y Canto siboney, de Ernesto Lecuona.
En una crónica que hiciera llevar a la revista Carteles, editada en La Habana, Alejo Carpentier anotó:
“[…] Su Mamá Inés estallaba cada noche en los feudos de Raquel Meller, con una elocuencia que convencía a los más tibios. Así como las criollas lánguidas, cantadas antes, eran calificadas por los oyentes e “romanzas italiana”, la linda canción de Grenet provocaba espontáneas ovaciones. Esta canción llegaba por su carácter y su gracia. Olía a Trópico. Tenía fragancias de fruta al sol, y auténtica alegría arrabalera.
[…] Rita Montaner se ha creado un estilo: nos grita, a voz abierta, con un formidable sentido del ritmo, canciones arrabaleras, escritas por un Simons o un Grenet, que saben, según los casos, a patio de solar, batey de ingenio, puesto de chinos, fiesta ñáñiga y pirulí premiado”.
Asimismo data de esos días una breve crónica que el periodista José Ignacio (Pepín) Rivero, a la sazón director del Diario de la Marina, envió a ese rotativo cubano, desde la Ciudad Luz, la cual se publicó en el aludido rotativo cubano el 2 de octubre de 1928 y que, por cierto, no insertamos en nuestro libro “Rita Montaner: testimonio de una época”, publicado en 1997 por la editorial Casa de las Américas.
¿Qué cómo anda esto? Eso lo sabrán ustedes mejor que este cuasi forastero. Él podría hablar de España, de Francia, de Inglaterra, de los Estados Unidos, por lo mismo que pasé por esos países como un aeroplano. Para hablar en viajero — es ya tradicional — hay que hacerlo con tono de profundo conocimiento de lo que nada se conoce. Pero nos falta tupé. Podríamos, a no ser por tal circunstancia, revelar sensacionales secretos de la política francesa, pero nos limitamos a notificar a nuestros lectores, el éxito sin precedentes de la música popular cubana en el Palace, de París, donde la Rita Montaner hace temblar en sus butacas, noche tras noche, al “todo París” que ha hecho conocimiento, con gran emoción de su parte, de que todos los negros toman café. ¡Y qué café! Dijérase que es el público quien lo sorbe, pues no se cana de pedir bis. Sin bombos de ningún género, sin figurar siquiera en el programa, hizo su aparición, a título de prueba, la troupe de cantadores criollos, y al día siguiente de su estreno pasó a ocupar el número correspondiente a la divina Raquel Meller que cesaba ese mismo día. Es una noticia agradable. Por eso la damos. Triunfaron esos nuestros compatriotas en una zona quizás no muy elevada, pero sí muy apreciable y cotizable del reino de los grandes éxitos, y es justo que se divulgue su triunfo.
Mamá Inés se contonea ya por los bulevares. Saludamos su paso con regocijo, Preferiríamos, claro está, poder descubrirnos con orgullo ante el talento de innumerables compatriotas que llegan a París y lo toman por asalto en un santiamén…desde las secciones de críticas de los diarios habaneros; pero, hoy por hoy, eso no sucederá mientras en Cuba se den los genios con tanta abundancia como los dioses en el antiguo Egipto. Todo por no convencernos de que un talento que se esfuerza va mucho más allá que un genio que se contempla a sí mismo.
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