Enrique Piñeyro: Crítico bajo el fuego
27 de junio de 2014
|Se dijo de él que fue el “primer crítico literario profesional en la literatura cubana. Es, en varios sentidos un continuador de Domingo del Monte…”
Nacido en La Habana el 19 de diciembre de 1839, pareció marcado desde el primer día por la impronta del magisterio y la necesidad de comunicar sus ideas. Tuvo que ver, seguramente, el haber nacido en la casa donde estaba el Colegio San Fernando que dirigía su padre, un notable latinista y profesor universitario ―años después en el mismo inmueble estaría el colegio San Pablo, dirigido por Mendive―, y haber estudiado desde 1850 en el colegio San Salvador, que entonces dirigía José de la Luz y Caballero; de ese centro docente se iría para estudiar leyes en la Universidad de La Habana ―con un período madrileño―, para volver luego y trabajar allí como profesor, hasta poco después de iniciarse la Guerra de Independencia, cuando emigra, a principios de 1869.
Durante los últimos años de esa etapa había escrito ya no pocos estudios entre los que sobresalen los dedicados a Rafael María de Mendive, Luaces, Zenea, y Luisa Pérez de Zambrana.
“Defensor de esa poesía nueva” se le llamó también, en alusión a sus trabajos sobre estos los poetas del 1850, aquella “segunda generación romántica, con una nota intimista y melancólica…”
Enrique Piñeyro era entonces un joven estudioso que empezaba a darse a conocer en los predios intelectuales habaneros, pero en opinión de Salvador Bueno estaba “perfectamente preparado para realizar esta misión crítica”. Eran conocidas sus actividades en revistas literarias como La Revista Habanera―con Zenea―, y la Revista del Pueblo, y a su regreso de España aparecieron colaboraciones suyas en Cuba Literaria, sobre todo un trabajo llamado Apuntes sobre lo bello.
Muchos han considerado a Piñeyro como un crítico poco dado a tratar temas filosóficos o estéticos, sin embargo algunos estudiosos estiman que no faltaron juicios con criterios hegelianos para adentrase en el análisis de las formas de la belleza en la literatura.
Para los analistas de la obra de Piñeyro existen dos etapas más, la segunda con marcado acento político, y la tercera, la de la fecundidad.
Con su emigración hacia Estados Unidos inició una etapa de orador brillante, mientras fungía como secretario de José Morales Lemus, se dedicaba al periodismo en publicaciones como La Revolución, El Nuevo Mundo, y además realizaba labores diplomáticas en favor de la “república en armas”. Tantos y tan intensos fueron esos años que el gobierno colonial lo “condenó a muerte en rebeldía”. Con las horas tristes del Pacto del Zanjón regresa a Cuba, pero el ánimo caldeado que propiciaban los tristemente célebres “Voluntarios”, le hacen emigrar de nuevo, esta vez hacia París, donde muere en 1911.
De aquellos años son resultados sus mejores obras de crítica e historia, los temas de literatura europea y universal, aunque también en opinión de varios autores incurre en errores y “pocas honduras”.
De esa etapa también es “Poetas Famosos del siglo XIX” y de esa etapa también los juicios encontrados sobre él, donde se afirma que era “un Brandes tropical, a quien la circunstancia política le negó el sosiego necesario para realizar, como deseaba la historia de las grandes corrientes literarias del siglo XIX, que realizó Brandes y que Piñeyro dejó solamente en apuntes”
En opinión de Manuel Sanguily, Piñeyro “huye de los tonos chillones con el mismo empeño con que evita los juicios violentos. Su característica es la moderación, así en el fondo como en la forma, pareciéndome que siempre está en guardia contra sí mismo, como en acecho contra cualquier relámpago que releve la pasión o el sentimiento que él quiere a toda costa mantener sojuzgados y mudos”, y sin embargo consideró también que “tiene la necesaria imaginación para lo que él dice o escribe sea siempre hermoso”.
Otros criterios más indulgentes, como el de Salvador Bueno, nos advierten que Piñeyro había intentado lo que se “ha llamado `poesía de la crítica´, y en toda su labor literaria, vaya por los campos de la crítica, de la biografía o de la historia, prevalece en sus textos la belleza de su escritura, la concreta actividad de un artista de la palabra escrita”.
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