Reynerio Tamayo: expresar, contar y compartir
27 de mayo de 2014
| |Fotos: Cortesía del artista
En estos momentos Reynerio Tamayo está dándole vueltas a nuevos proyectos: uno, por ejemplo, es retomar algunas zonas del arte erótico —que por cierto le queda muy bien— y otro es un guiño a Jean Giraud (Moebius), uno de los más destacados artistas del comics francés. Y es que para este pintor, escultor, diseñador y dibujante, el humor gráfico siempre ha tenido un peso muy cardinal: reconoce —casi con orgullo— que en sus inicios imitaba las historietas de Elpidio Valdés, el legendario mambí cubano, y las que aparecían en la Revista Pionero, publicación destinada a los niños cubanos.
Tamayo (Granma 1968) es graduado de la Escuela Nacional de Arte en 1987 y del Instituto Superior de Arte en 1992 y agradece que sus primeros pasos en el mundo del arte fueron guiados por “maestros a los que respeto y admiro como Villafaña, Ángel Nonniella, José Ramón Casas, Figuera, Antonio Vidal —le “enseñó a pintar al óleo”— y Ada Elba Pérez a quien quiso mucho y la considera “aún hoy como un ángel”.
Según reveló en entrevista al espacio Luces y sombras de Habana Radio, el humor ha sido una herramienta recurrente dentro de su obra —a veces más refinado, otras más cáustico, otras más apegado al genuino choteo cubano—, pero confiesa que ha sido “muy intuitivo y de hecho me acerqué al humor de manera empírica. No tengo conceptualizado el momento justo en que sucedió; quizás tenga que ver con lo primero que hice: los comics y las historietas. Cuando haces historietas comienzas a inventar personajillos, a ponerlos grotescos, a deformar la figura, a exagerar el dibujo. Eso me dio la posibilidad de hacerles caricaturas a mi familia y a amigos y por ahí empiezas a conectar de alguna forma en esa evolución”, corrobora.
En otro momento del dialogo expresó que utiliza el humor como un puente de comunicación porque le interesa interrelacionarse con las personas, ser provocativo y lo más directo posible: “después la gente puede leer lo que quiera en mi trabajo, pero creo que soy un hacedor de ideas y es por eso que no me preocupa tener muchos estilos ni parecer varios pintores a la vez. Hay creadores que tienen un estilo o un sello —respeto y admiro eso—, pero en mi caso no me preocupa. Pongo los estilos o la técnica en función de la idea; hago como una mezcla, como un ajiaco, pero lo que interesa es expresar, contar y compartir una idea”.
Muy conocido por sus excelentes series dedicadas a los gánsteres en La Habana o al beisbol, entre muchas otras, Tamayo también ha trabajado con las apropiaciones porque considera que son el legado histórico de muchos artistas que han aportado al desarrollo de las artes visuales: “es como traer a esos inmensos iconos al hoy para contar otras cosas, pero también para mofarme o para burlarme de algo, para —entre comillas— desacralizar lo que es el mito que se ha montado a su alrededor. No obstante, son elementos referenciales con toda la carga histórica y semántica que tienen”.
Por otro lado, para este inquieto creador —autor de obras como Mercado del arte, Ché, La manzana mordida, El grito, Naturaleza muerta, Negro sobre negro, La máquina de oriente y El arca de Duchamp, entre muchas otras— los títulos tienden a ser orientadores, pero no rebuscados porque pueden tender a confundir: “el título, dice, lo que hace es sugerir porque cuando te paras frente a un cuadro te olvidas de él; es una experiencia única. Seguramente si estoy frente a un lienzo lo leo diferente a como lo interpretas tú u otra persona y es que cada ser humano hace su propio cuadro. Creo que las ambigüedades en el título, lo que hace es confundir”.
Reynerio Tamayo —con una obra que no discrimina ningún color de la paleta y concebida después de realizar muchos bocetos— sueña con hacer una instalación que titulará Consumir antes de… que tiene que ver con los bidones de agua que se venden para beber, es decir, se trata del agua que no es gratis sino comprada: “quisiera hacer esos botellones con forma de portaviones y tanques de guerra”; la idea, subraya, es hablar del futuro, que es muy complicado: “hoy la guerra es por el llamado oro negro, es decir el petróleo, pero está descrito que en los siglos venideros será por el oro azul, o sea el agua”, concluyó.
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