Luciano «Chano» Pozo. Algo más que una leyenda del tambor (III)
4 de abril de 2014
|Cumpliendo entonces el tamborero con estos desempeños artísticos, se conoce del arribo a Cuba de la representación del sello discográfico Musicraft, para convenir con la dirección de la orquesta de este selecto hotel algunos registros fonográficos.
De estas acciones salieron dos discos que atraparon sendas rumbas –una por cada cara de los discos- de la autoría del propio Chano Pozo: Timbero la timba es mía (Mus-15006), Blen, blen, blen, (Mus-15007-B); una conga de la inspiración de Miguelito Valdés titulada Son los dandys (Mus-15004-A); y otra conga pero del binomio autoral Santos Ramírez-Julio Blanco Leonard con el titulo Tumbando caña (Mus-15004-B).
Luego de sus vertiginosos éxitos artísticos y discográficos ya desplegados en Cuba entre 1940 y 1946, y que llegaron a proporcionarle grandes sumas de dinero que derrochaba en forma desmedida, fama, hermosas mujeres, ropas elegantes, joyas ostentosas y lujosos automóviles que destrozaba como algo sin importancia, Chano -con frecuentes dolores a causa de una bala alojada en la espalda- decide trasladarse a Estados Unidos junto a una pareja de bailes integrada por el tambien percusionista Pepé Becké y una hermosa mulata de nombre Cacha –en realidad Cacha era su amante.
Algunos aducen que arribó a este país en el mes de enero de 1947 –otros supuestamente entendidos afirman que fue en mayo de 1946- estimulado por los cantantes Miguelito Valdés y Rita Montaner en busca de una mayor promoción internacional para su arte.
Instalado en la gran ciudad, muy pronto se le pudo encontrar frecuentemente en el afamado centro nocturno La Conga –considerado en esos años como la catedral de la música latina en New York-, enclave donde Miguelito Valdés llegó a ponerlo en contacto con el compositor, orquestador y destacado instrumentista habanero Mario Bauzá, entonces ya definitivamente radicado en New York.
En verdad al llegar a la ciudad de New York, el tamborero cubano solo contaba con el aval de sus obras grabadas por Miguelito Valdés con la Casino de la Playa entre los años 1938-40.
De cierta manera, estas gestiones solo lo habían dado a conocer con amplitud en los mercados discográficos de los Estados Unidos como creador de diversas y excitantes piezas, entre otras, Blen, blen, blen (RCA-82977-A), Ariñáñara (RCA-83031-B), Muna Sangafimba (RCA-83436), Guabina Yerabo (RCA-83441-B), todas grabadas en La Habana por el cantante Miguelito Valdés entre octubre de 1939 y febrero de 1940, con el respaldo musical de la orquesta Casino de la Playa.
En 1942 se tuvo noticia de la grabación en un disco de excelente factura musical, realizado a la gran orquesta Casino de la Playa, entonces dirigida por el violinista y orquestador Enrique González Mantici, de otra rumba de Chano que motivó en círculos prejuiciados contra el arte negro, escandalosos comentarios posiblemente por el incomprensible titulo de Anana Boroco Tinde (RCA-83210-A).
Por otra parte, se sabe que en los principales mercados disqueros internacionales, llegaron a alcanzar una gran demanda muchos de los registros que Miguelito Valdés hizo sobre temas de Chano con la banda de Machito y sus Afrocubanos el 27 de julio de 1942, en la ciudad de New York para el pujante sello comercial Decca; entre otros, Nágue (D-1858), y Zarabanda (D-1857); y otras piezas –aunque con estructuras más simplificadas- llevadas al disco RCA Victor con la orquesta del catalán Xavier Cugat, en el marco del opulento hotel Waldorf Astoria de New York en julio de 1940.
Aparejado a ello se conoce que en Cuba vocalistas de la talla de Orlando “Cascarita” Guerra, Manuel “Puntillita” Licea, Maño López, Fantasmita Ramírez, y Antonio de la Cruz, llevaron al recurso discográfico una buena parte de la creación musical del genial tamborero cubano, con las bandas Casino de la Playa y Julio Cueva, para los sellos Panart, Columbia y RCA Victor.
Ya instalado en New York, todo indica que sería Mario Bauzá quien fomentara el oportuno encuentro entre el gran tamborero cubano y el trompetista Dizzie Gillespie, luego que el primero deslumbrara con sus indescifrables cantos y toques de antecedente africano al gran músico norteamericano, a partir de una breve e improvisada actuación en la pista del cabaret La Conga. Al respecto se conoce con certeza que desde finales de la década de los años 30, ya Dizzie sentía extrema predilección por los ritmos afrocubanos, y que en ocasiones su banda incluía al bongosero Lorenzo Salán.
Este encuentro marcaría definitivamente no solo a Gillespie, sino también con gran impacto a los jazzistas y el estilo Bop; no por gusto y desde entonces, Gillespie luego de conocer al cubano, rebautizaría esta modalidad jazzistica como Cubop y consideraría a Chano como al tamborero con mayores dotes de excepción que había escuchado en su vida. Aunque aclaramos que para entonces, fue el tamborero cubano Diego Iborra –para algunos Ibarra- alineando en la banda de Dizzie Gillespie y no Chano Pozo quien primero introdujo la percusión cubana en el be bop. En 1946 Diego Iborra se trasladó a México donde se le pudo ver acompañando a Benny Moré en el cabaret Waikiki.
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