Con o sin Volcker, sigue el problema
24 de marzo de 2014
|En un intento para evitar una nueva crisis bancaria, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama ha vuelto a esgrimir la Ley Volcker, que pretende regular las operaciones financieras de las entidades con carácter más especulativo y preservar los fondos de los depositantes, pero no puede controlar la inmensa cantidad que permanece en la sombra, con el fin de sortear cualquier inconveniente legal.
El mandatario ya lo había hecho en noviembre último, pero quienes gobiernan financieramente el establishment optaron por incluir la Ley Volcker (que lleva ese nombre por el ex presidente de la Reserva Federal Paul Volcker) en la Ley Dodd-Frank, la cual restringe que los bancos comerciales se administren a sí mismos.
Para que vean la gravedad del asunto, ello tomó el sesgo político con la intromisión de los senadores de línea dura Elizabeth Warren y el muy publicitado John McCain -“sale hasta en la sopa”-, quienes sostienen que los acontecimientos recientes han demostrado que los bancos demasiado grandes no pueden ser bien administrados, y ponen como ejemplo al JPMorgan, que tuvo enormes pérdidas en el 2013.
Sin embargo, es poco probable que la Ley Warren-McCain sea implementada pronto, aunque sólo sea porque la administración del presidente Barack Obama está preocupada por mantener el gobierno abierto y pagar sus cuentas, a la vez que si no se puede garantizar un acuerdo bipartidista sobre qué día de la semana es, mucho menos lo es sobre una mayor reforma financiera.
Pero sigue sin resolverse la cuestión de qué hacer con los bancos universales enormes, complejos y aparentemente difíciles de controlar que se benefician de un respaldo estatal implícito.
La “solución académica”, a la que se arribó en la Junta de Estabilidad Financiera en Basilea (Suiza), es que los reguladores globales deberían identificar clara y sistémicamente los bancos importantes e imponerles regulaciones más duras con una supervisión más intensiva.
Los bancos deben mantener mayores reservas y más liquidez, lo que refleja su condición de instituciones sistémicamente importantes. También preparar lo que se conoce como “testamentos vitales”, que explican cómo reduciría su actividad en una crisis sin respaldo de los contribuyentes.
Sin embargo, si bien todos los países importantes están comprometidos con esta estrategia, muchos de ellos piensan que hace falta más. Estados Unidos ahora tiene su Ley Volcker (aunque continúan las disputas entre los bancos y los reguladores sobre cómo definirla). En este contexto, The Wall Street Journal publica un artículo con opinión del Bank of America, titulado “La Ley Volcker no cambiará las cosas dramáticamente”.
LA REALIDAD ES OTRA
Pero tal como definiera el especialista, periodista y profesor mexicano Juan Carlos Guerra, las abruptas migraciones de capitales a escala global nos hablan del enorme poder de una clase financiera que aprovecha los medios de comunicación para especular, convirtiendo a la economía real y la gente que de ella depende en meros apéndices.
Y es que el poder de la aristocracia financiera contemporánea proviene básicamente de dos factores. Por un lado está el hecho de que cuentan con información y relaciones privilegiadas, como por ejemplo el controlar a la Reserva Federal de Estados Unidos (FED), la cual es presionada para solventar los intereses de la banca privada a la que paradójicamente pertenece. Por otro lado, está la ventaja que les da la informática para convertir al dinero físico en uno virtual, incrementando su poder para mover volúmenes cada vez mayores de capital especulador.
Hace poco la FED anunció que reduciría la cantidad de dólares que venia imprimiendo (tapering), ya que, supuestamente, se ha vuelto innecesario, debido a que la economía estadounidense ha regresado al sendero del crecimiento económico. Lo curioso es que esta nueva proyección de optimismo emerge en momentos en que el desempleo, el ingreso familiar promedio y las ventas al por menor no marcan una tendencia hacia la mejoría.
Asimismo, estas esperanzas se están topando con la dura realidad del incremento de la deuda del consumidor, los déficits presupuestarios y comerciales, la espectacular deuda soberana, así como la ralentización de la construcción y la manufactura que crecieron menos de lo esperado en el último trimestre.
Parte de la estrategia real detrás de la impresión indiscriminada de dinero ha sido el realzar a una banca que no ha podido recolocar la gran cantidad de bienes tóxicos que embargó después de la crisis del 2008. La crisis financiera destruyó la pirámide de créditos baratos y en sí todo el sistema fraudulento de la “sociedad de propietario” que prácticamente los regalaba. Lo que se buscaba era reactivar una economía que en los últimos tiempos se ha dedicado más a consumir y a especular que a producir, lo que ha devenido en una desigualdad socioeconómica alarmante.
Y es que la FED necesita dejar de imprimir dinero por varias razones, y la primera es que no puede seguir haciéndolo sin desfondar completamente al dólar, ya que su estatus de moneda de reserva del mundo exporta la inflación a todos los países que la utilizan, pero que tarde o temprano se hartarán de solaparlo.
Porque Estados Unidos ya no puede sobrevivir sin perpetuar su deuda, por lo que no creo que la mencionada Ley Volcker para regular a los grandes bancos pueda funcionar plenamente, ya que se le sigue regalando el dinero a la banca privada, lo cual infla burbujas especuladoras alrededor del mundo, una estrategia que tarde o temprano deberá ser revertida para evitar el colapso total del dólar. Y es muy difícil que la susodicha ley pueda evitarlo, así como la pretendida preservación de los fondos de los depositantes.
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