Bobby Salamanca, el arte de narrar
7 de febrero de 2014
|Juan Antonio Salamanca creó un estilo de narrar y su voz acompañó durante décadas a las Series Nacionales y también a las actuaciones de las selecciones cubanas de béisbol en los más diversos torneos. Su ingeniosidad y sentido del humor lo llevaron a realizar múltiples aportes a la terminología de la pelota que han sobrevivido la dura prueba del tiempo y hoy, quince años después de su muerte, nadie se atrevería a no considerarlo entre los mejores narradores de todos los tiempos en Cuba.
Para acercarnos a la vida de Salamanca tomaremos como referencia un artículo escrito por su amigo de toda la vida, el periodista Elio Menéndez, aparecido en el libro “Con las bases llenas”, compilado por el historiador Félix Julio Alfonso.
Menéndez recordó que la primera narración deportiva de Salamanca ocurrió a finales de la década del cuarenta, en un show radial de participación que animaba el gran Germán Pinelli.
Salamanca cantó el tema “Granada”, pero no pudo ganar el premio. Algunas semanas después regresó al mismo programa y esta vez declamó la poesía “El Duelo”, aunque también fue eliminado. Tal vez otro habría desistido; sin embargo, Salamanca era un hombre perseverante y regresó por tercera ocasión al show de Pinelli. Ante el asombro de todos, Salamanca narró un imaginario duelo entre el estelar lanzador de Almendares, Conrado Marrero y el fornido bateador del Habana Perucho Formental.
De acuerdo con Menéndez, la gracia al narrar con términos diferentes a los habituales motivó que Salamanca ganara el primer lugar y con él los tres presos y la jaba con regalos que los patrocinadores obsequiaban a los vencedores. Sin dudas esa ayuda material fue bien recibida en su familia que era en extremo pobre, por lo que desde pequeño Salamanca tuvo que trabajar en los más disímiles empleos, desde repartidor de pan en las bodegas hasta improvisado barbero.
El triunfo en el show embulló a Salamanca quien redobló sus esfuerzos para costearse el curso de narrador. Gracias a ese título pudo comenzar a trabajar en la emisora Radio Marianao, que radicaba en los alrededores de la Terminal de Ómnibus Nacionales.
Allí fue donde surgió el apodo con el que sería conocido toda su vida. La secretaria del director de esa emisora acostumbraba a llamar a Salamanca “bobito” y así, al cerrar su programa, Juan Antonio solía despedirse como “el bobi Salamanca” para seguirle el juego a la muchacha. A partir de ese momento nació, para nunca más desparecer, el famoso sobrenombre.
Detrás del micrófono, Bobby fue un verdadero genio y hoy se le recuerda, entre otras cosas, por su imaginación para readaptar al béisbol diversos términos propios de las zafras azucareras y también por la creación de epítetos a importantes peloteros cubanos.
Como reconoce el profesor Rogelio Letusé la O, en su excelente libro “Béisbol, términos y anécdotas”, la idea de Bobby de convertir al terreno en un “febril cañaveral” comenzó a finales de los años sesenta y tuvo mucho que ver con el contexto nacional de esa época. Recordemos el enorme esfuerzo por elevar la producción azucarera en las zafras.
Bobby adaptó a la pelota muchos de los términos con los que cotidianamente las personas se relacionaban en la zafra; pero no solo fue la invención, sino el momento en que decidía utilizarlos lo que convirtió en único su estilo de narrar.
Por ejemplo, el director del equipo era el “jefe de brigada”; los bateadores eran los “macheteros” y el strike fue sustituido por el inolvidable “azúcar”. El bate era la “mocha” y si no había corredores en las bases, Bobby decía que “la guardarraya estaba limpia”.
El momento del ponche es uno de los más recordados en la terminología del Bobby, ya aquí llegaba el “tres golpes de mocha y lo tiró para la tonga”. En el caso de un jit, la expresión utilizada por el narrador era “caña” y si el batazo se producía en un evento internacional, entonces era “caña cubana”. Una conexión que impulsaba a más de un corredor inspiraba a Bobby a decir que “no había dejado caña en el cogollo, ni cogollo en la caña.”
La presencia en el plato, llamado por Bobby el “central”, de un “machetero” peligroso era el momento en que “temblaba el cañaveral” y si en el círculo de espera se situaba otro “machetero peligroso”, entonces este “afilaba su mocha”. Un lanzador explotado no se iba a las duchas, sino que “le habían aplicado la alzadora” para evitar que el rival siguiera produciendo carreras, es decir, “continuara la molienda en grande”.
Después del furor por la zafra, Bobby readaptó algunos términos y las nuevas invenciones, una vez más, deleitaron al público. Entonces, si el bateador recibía el primer strike, Bobby comentaba “el pez mordió el anzuelo”; al llegar el segundo strike, decía “el paz cayó en el sartén” y, a continuación, emitía una serie de adjetivos: “estaba compungido, preocupado, aturdido, hundido, ahogado y hasta el cuello en el conteo”.
Además de estas genialidades, Salamanca creó también varios epítetos, entre ellos “El Gigante del Escambray” para referirse al estelar primera base de los equipos centrales y de la selección nacional, Antonio Muñoz. Este no fue el único y la lista, sin dudas, es extensa. Uno de los jugadores más completos en la historia del béisbol cubano, el pinareño Luis Giraldo Casanova, fue llamado por Bobby como el “El Señor Pelotero”; mientras Víctor Mesa era “La Explosión Naranja” y cuando le llegaba el turno a Pedro José Rodríguez, Salamanca pronunciaba con respeto esta frase: “Pase Usted, Señor Jonrón”, en alusión al enorme poder de Cheíto.
Los aportes de Bobby resisten la dura prueba del tiempo, aunque el olvido ha amenazado no solo a su figura, sino también a jugadores y hechos significativos, en especial los anteriores a 1959. La persistencia de la memoria se pone a prueba cada día para aquellos decididos a no permitir la desaparición del legado de las personas que escribieron la historia del deporte cubano, desde los campos de juego, los micrófonos y las salas de redacción.
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