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La Estación Central de La Habana II

6 de diciembre de 2013

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Aunque El Fígaro no recoge este detalle, se sabe que el día de la inauguración ondearon tres banderas: bien arriba las de Estados Unidos e Inglaterra, y unos diez metros más abajo la cubana.


Un año más tarde, en 1913, el libro Impresiones de la República de Cuba en el siglo XX. Historia, gente, comercio, industria y riqueza, retomaba la Estación Central de los ferrocarriles como un tema de novedad y relevancia dentro de las construcciones de la Isla: “El edificio encara la calle de Egido, frente a una plaza pavimentada de piedra, de 100 por 200 pies, y cerrada por una verja de hierro y cemento, adornada con lámparas eléctricas. El edificio está construido contra incendios y consta de cuatro pisos rematados por dos torreones, que se elevan a 125 pies sobre el nivel de la calle; es de acero y hormigón armado adornado con terracota y azulejos.

En la planta baja de cada torreón aparecen las armas de Cuba y la Habana. El estilo es del Renacimiento español, que armoniza admirablemente con los alrededores de la Estación. El tejado está cubierto de tejas rojas españolas y en medio de la fachada central aparece un gran reloj que se ilumina por las noches. El piso bajo contiene el salón de pasajeros que está decorado con columnas de mármol y dotado de restaurant, salas de espera para ambos sexos y taquillas. Los tres pisos altos están dedicados a oficinas. Dos ascensores y escaleras dan acceso a estas dependencias. En la entrada principal hay oficinas de correos y telégrafos. A la espalda del edificio hay otro salón de espera. La plataforma consta de cuatro sotechados dobles para trenes de pasajeros; los andenes de carga están al este de la estación y ocupan un nivel unos 20 pies más bajo que el del andén de pasajeros. Los trenes de pasaje entran a la estación por un viaducto, que abarca más de un kilómetro desde el final del Arsenal hasta el Puente de Agua Dulce. Los patios de carga que están funcionando desde julio de 1912 ocupan unos 140 000 metros cuadrados y contienen dos grandes almacenes de construcción de acero. La empresa usa fuerza motriz de vapor y eléctrica.” La Estación Central estaba al servicio de los Ferrocarriles Unidos y sus compañías asociadas, y del Ferrocarril de Cuba para sus trenes directos de La Habana y Santiago y viceversa.


Ambas publicaciones destacan el acceso a la estación por el viaducto Los Elevados, una estructura de acero que constituye uno de los ejemplos más importantes de la arquitectura en hierro conservado en La Habana. El conjunto fue proyectado y construido por la citada empresa The Snare Triest Co. Constructing Engineers Havana City y Hay Foundry and Iron Works, mide 900 m de largo, posee 46 pórticos o arcos transversales con columnas cuyas alturas van de 3,2 a 7,3 m. Sus admiradores más devotos lo llaman “la Torre Eiffel acostada”.
La construcción de la Estación Central elevó la jerarquía del sur de la zona céntrica de la ciudad desde el punto de vista arquitectónico y urbano, preeminencia que hasta el momento había gozado el Paseo del Prado. Se convirtió en el más relevante de los sitios de acceso a la capital, al concentrar dicha estación todos los ramales que transportaban pasajeros del resto del país. Bajo su influencia surgieron varios establecimientos, como el hotel Paris en la esquina de las calles Zulueta y Misión, famoso por sus comodidades, servicio y buena comida.


La Estación Central está considerada el mejor pórtico de entrada a la capital. Estilísticamente, se afilia al eclecticismo, el primer gran estilo oficial de la República, que se caracteriza por la combinación o mezcla de elementos de diferentes estilos y épocas de la historia del arte y la arquitectura.  En este caso, se combinan motivos del Renacimiento español e italiano, y elementos del Plateresco, este último, evidente en el uso de las conchas que adornan las torres, cuya disposición a tresbolillo, siguiendo la tradición mudéjar de decoración en rombo, recuerda la Casa de las Conchas, palacio gótico con elementos renacentistas y platerescos, representativo de la nobleza cortesana del siglo XVI en Salamanca, España.
La construcción de la Estación Central es un fenómeno representativo de la penetración de capitales estadounidenses en la economía cubana, iniciada la traslación inversionista hacia los servicios. Los intereses norteamericanos entran a jugar un papel importante durante este período en las industrias ferroviaria, marítima, portuaria y turística, motivo por el cual el edificio está diseñado por un arquitecto de ese país, al igual que los edificios de la Aduana (1914) y el Hotel Nacional (1930). Por tanto, su  arquitectura corresponde al inicio de la penetración de las corporaciones extranjeras en el panorama nacional, filtrados los componentes arquitectónicos a través de la interpretación estadounidense en el diseño de las infraestructuras de todo tipo.
Asimismo, la Estación Central de Ferrocarriles, al igual que el edificio de la Aduana, al decir del arquitecto Eduardo L. Rodríguez, representan la intención temprana de cubrir las fachadas con motivos hispanizantes y ofrecer “una inicial reflexión sobre la cultura del país a los viajeros que llegaban a la ciudad”.


La fachada por la calle Egido destaca por las piezas de terracota color amarillo claro que la recubren y el friso amarillo y azul que la rodea a modo de cadeneta, un elemento decorativo importante dentro del conjunto. La entrada principal está enmarcada entre dos torres y al centro, a modo de frontón, un reloj aparece como remate de la misma.
Otro elemento que contribuye a lograr un efecto esteticista en el alzado es la presencia de estas torres que interceptan el volumen del edificio. A manera de miradores, de 37 m de altura, fueron dispuestas para promover urbanísticamente la obra, además de que confieren un delicado término a la imagen maciza del edificio. En ambas aparecen los escudos de Cuba y de La Habana. Su disposición recuerda la tipología de una importante estación europea del siglo XIX, la Thüringer Bahnhof, en Leipzig. En sentido general, la Estación Central habanera siguió la tradicional tipología de edificios de pasajeros que enfrentan, por su lado mayor, la culminación de las vías.
En su interior la decoración es sobria, centrada especialmente en los zócalos de mármol. El salón principal de espera, iluminado por lucernarios, posee un puntal que ocupa toda la altura del edificio.
En la década de 1940, durante la intervención del Estado como socio en el manejo de lo ferrocarriles, la Estación Central fue objeto de algunas obras que mejoraron su aspecto y eficiencia. Se cambió el alumbrado eléctrico por el fluorescente, se colocó una marquesina, se construyó un muelle para el servicio del Expreso, se creó un local para Servicio Médico y otro para la Oficina de Información al Público.
A comienzos de la década de 1960, luego de la nacionalización de los ferrocarriles cubanos y la creación de la Empresa Consolidada de Ferrocarriles Nacionales, el edificio de la Estación Central fue sometido a un proceso general de reparación, que se centró, principalmente, en la reconstrucción de accesos y parqueos.
La última intervención  fue en el año 1987, las obras corrieron a cargo de Marta Adán. Una rehabilitación integral de la Estación Central de La Habana y su entrono pondría en valor esta instalación declarada Monumento Nacional el 14 de diciembre de 1983. El centenario edificio forma parte de la lista de los edificios con Grado de Protección I, dada su integridad, sus altos valores culturales y su aceptable estado de conservación.

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