En homenaje a Ernesto Lecuona (V)
15 de noviembre de 2013
|Este 29 de noviembre se cumplirá medio siglo del fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España, del mundialmente célebre compositor y pianista cubano Ernesto Lecuona Casado (Guanabacoa, La Habana, 6 de agosto de 1895).
Por tal motivo, incluiremos en De Ayer y de Siempre, hasta la semana siguiente a la citada fecha, un muestrario de epístolas redactadas por el maestro –o dirigidas a él–, las cuales figuran en nuestro libro “Ernesto Lecuona: cartas”, publicado a principios del 2013 por la firma Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.
Desde su residencia neoyorquina, el 4 de abril de 1946 Ernesto Lecuona redactó una carta dirigida en Buenos Aires a Francisco Lomuto, presidente de SADAIC —Sociedad Argentina de Autores y Compositores—, para explicarle las causas de su renuncia a la membresía de esa entidad, dada su resolución de solo pertenecer a la FNAC, Federación Nacional de Autores de Cuba, cuya jefatura asumiría en La Habana ocho días después.
Al renunciar Gonzalo Roig el 4 de marzo de 1946 a la máxima responsabilidad en la FNAC, todos los integrantes de este gremio coincidieron en elegir a Lecuona como la única figura capaz de sustituirlo y llevar a feliz término, entre otras cuestiones, la adopción de medidas tendentes a mejorar la crítica situación de los compositores criollos con respecto al cobro de los derechos de autor.
El viernes 12 de abril de 1946 llegó a La Habana el maestro Lecuona y a las 4:00 p.m. de ese día tomó posesión de la presidencia de la Federación Nacional de Autores de Cuba, en la casa social de esa entidad, ubicada en la calle Concordia, número 55 (altos). En esa fecha Rodrigo Prats y Osvaldo Farrés asumieron los cargos de primer vicepresidente y tesorero, respectivamente, de la FNAC, a la cual pertenecían entonces 400 miembros.
Poco antes de volver a Cuba para ocupar tal responsabilidad, Ernesto Lecuona declinaba su afiliación a la SADAIC, sin que ello influyera negativamente —como bien lo especifica en su misiva a Lomuto— en los ulteriores vínculos entre esta y la Federación Nacional de Autores de Cuba. Asimismo la carta evidencia las excelentes relaciones profesionales y de amistad que el maestro mantuvo con algunos de los más reconocidos músicos argentinos.
Sr. D. Francisco Lomuto
SADAIC
Buenos AiresQuerido presidente y amigo:
Con mucha pena —usted podrá imaginársela— me veo en la imperiosa necesidad de enviarle por este conducto mi renuncia como miembro de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC). Yo sé que esta resolución mía tiene que extrañarle, más cuando siempre hemos estado en perfecto acuerdo SADAIC y yo, pero las circunstancias me obligan a hacerlo.
Quiero explicarle minuciosamente esta determinación mía, la que, forzosamente, tendrá que encontrar acertada.
Cuando estuvieron en La Habana hace dos años los señores Dr. Mario Benard y Enrique [Santos] Discépolo, entre otros, el problema autoral de Cuba presentaba el más lamentable aspecto. Y dichos amigos, Benard y Discépolo, pudieron contemplarlo ampliamente, pidiéndome como única solución, como único recurso para solventar ese problema de desunión y desconcierto que ofrecían los autores cubanos, que yo me hiciera cargo del asunto para que este quedara, al fin, totalmente solucionado. Es decir, los Sres. Benard y Discépolo opinaban que yo debía aceptar la presidencia de la Sociedad General de Autores de Cuba que en aquellos momentos se me estaba ofreciendo.
Para mí, querido Lomuto, era mucho pedirme, pues demasiado sabía todas las luchas y percances que encontraría a mi paso. Pero analizando bien el asunto primero, y pensando en Cuba después, con la anuencia y el beneplácito de mis amigos Benard y Discépolo, directivos también de SADAIC, y teniendo la representación de esta sociedad para hacer posible el arreglo del problema autoral cubano, me ví convertido de la noche a la mañana en el líder máximo de la inmensa mayoría de los autores musicales de Cuba.
En 1944 asumí la presidencia de la Sociedad General de Autores de Cuba, como expresamente se lo comuniqué en aquella fecha a nuestro buen amigo y compañero Francisco Canaro, presidente de SADAIC en ese momento.
No pienso cansarle contándole todos los malos ratos que pasé después de asumir aquella presidencia. Ustedes están por mí bien enterados de cuanto aconteció; pero como contaba y cuento en la actualidad, a Dios gracias, con la mayoría de mis compañeros, los autores musicales, que me honran con su estimación porque han visto siempre en mí un desinterés y un patriotismo sin límites, pude llegar al éxito que yo aspiraba, éxito que a Benard y Discépolo les toca de cerca, pues gracias a las sugestiones de ellos me decidí a entrar de lleno en un problema que siempre había querido contemplar desde lejos.
Y he ahí que valiéndome de la confianza en mí depositada por parte de los autores cubanos, llegué al plano que me propuse llegar, es decir, a la unión de todos, a la Federación Nacional de Autores de Cuba. Benard y Discépolo supieron que esto era para mí bien difícil en aquellos entonces, casi imposible, mas pude lograr mis deseos: las sociedades autorales cubanas se reunieron en fraternal camaradería y con alto patriotismo en derredor mío, haciendo posible lo que hoy es un legítimo orgullo mío, la Federación Nacional de Autores de Cuba.
De esa Federación soy uno de sus directores, y a ella por entero deseo encargarle desde este momento todos mis asuntos relacionados con mis derechos de ejecuciones musicales, puesto que así, de esta forma, le brindo más apoyo, y a la vez, con mi nombre, contribuyo, aunque sea en parte, a su relieve internacional. Como SADAIC tiene hecho pacto recíproco con nuestra Federación, y nuestras relaciones cada vez se harán más importantes y a la vez más comprensibles, es por esto, querido amigo Lomuto, que yo deseo pertenecer solo y exclusivamente a la Federación Nacional de Autores de Cuba, renunciando, por tanto, a continuar siendo miembro de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC).
No por ello dejaré de estar con ustedes en el orden espiritual y afectuoso; pero usted, Lomuto, tiene que comprender las razones que me asisten en esta renuncia mía a la SADAIC, y se dará perfecta cuenta por ello de que mi vida ha sido un constante pensamiento para Cuba, y por ella, y sin vacilaciones, he estado y estoy dispuesto a llegar hasta el sacrificio.
Compréndame con la mayor voluntad cuanto he querido exponerle, y no vea otra cosa, ¡líbreme Dios!, en esta determinación que tomo, pues no tendría razones para ello. De usted, de Benard, de Canaro, de Discépolo, en fin, de los dirigentes de SADAIC en general, guardo y guardaré siempre mis mejores recuerdos con el mayor aprecio y con mi más alta distinción.
Usted, Lomuto, buen argentino sobre todo, como lo son todos los que luchan a su lado por el engrandecimiento de la magnífica sociedad autoral SADAIC, comprenderá ahora a grandes trazos que yo también, en llegándome la hora, sé ser un buen cubano.
Réstame solo enviarle a usted y a todos un cordial saludo; un saludo lleno de afecto y de viva simpatía; también de agradecimiento, en la seguridad de que usted y todos vivirán en mi corazón eternamente, como algo bien agradable en esta vida mía de inquietantes luchas artísticas.
Para usted un abrazo bien apretado con mis mejores deseos.
Suyo siempre, afmo. AmigoErnesto Lecuona
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