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En homenaje a Ernesto Lecuona (I)

18 de octubre de 2013

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El 29 de noviembre próximo se cumple medio siglo del fallecimiento en Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España, del mundialmente célebre compositor y pianista cubano Ernesto Lecuona Casado  (Guanabacoa, La Habana, 1895).
Por tal motivo, desde esta sección y hasta la citada fecha, a partir de hoy incluiremos en De Ayer y de Siempre un muestrario de epístolas redactadas por el maestro –o dirigidas a él–, las cuales figuran en nuestro libro Ernesto Lecuona: cartas, publicado a principios de este año por la firma Ediciones Boloña, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

Contratado por la sociedad internacional Conciertos Daniel,  Ernesto Lecuona hizo su primer viaje a España en 1924, para ofrecer conciertos con la violinista Marta de la Torre Campuzano y su esposo, el pianista colombiano Aníbal Valencia, quien la secundaba en determinadas obras.
En la embajada cubana (12 abril) y el teatro Apolo (4 de mayo), de Madrid, inicialmente, y luego en otras ciudades españolas, diferentes públicos aplaudieron ejecuciones de Lecuona de partituras de Ernki (Preludio heroico), Serguei Rachmaninov (Polichinela), Ludwig Scharwenka (Mazurca), Moritz Moszkowski (La Jongleuse) y Franz Liszt (Rapsodia número 2). Asimismo disfrutaron de composiciones del maestro, entre ellas algunas de sus danzas cubanas y obras correspondientes a su suite Andalucía, como «Alhambra», «Sevilla», «Malagueña» y «Andaluza o Danza española número 2», pieza que tanta repercusión internacional empezó a tener, desde el año anterior, tras estrenarla el autor en el neoyorquino teatro Capitol.
Terminados sus compromisos profesionales al lado de Marta de la Torre y de Valencia, Lecuona regresó a Madrid, donde recibió ofertas para escribir la música de algunas producciones teatrales por estrenarse a la sazón: la opereta Al caer la nieve (L.: Manuel Merino y Antonio Paso, 26-9-1924)  en el teatro Ruzafa, de Valencia); la humorada lírica ¡Levántate y anda! (L.: Francisco de Torres y Aurelio Varela, 23-10-1924) y la revista Radiomanía (L.: Mario Vitoria,18-3-1925) en los respectivos coliseos madrileños Martín y Apolo.
Ernesto Lecuona quedó marcado para siempre con su primera visita a España. Desde entonces muchas de sus obras fueron consideradas allí como las de un autor peninsular más, y resultarían incontables las demostraciones de admiración y cariño que recibió de prestigiosos intelectuales y del público. Su prístina experiencia europea dio, por otra parte, un vuelco a su ulterior desempeño profesional.

A la época de tales vivencias suyas en España corresponde la carta que el 17 de julio de 1924 envió, desde Madrid, a Gonzalo Roig.

Querido Gonzalito:
No he tenido respuesta de mi carta y las postales que te envié. ¿Qué te pasa, compadre? Yo perdono esta negligencia tuya, porque te quiero y, además, porque quiero felicitarte por tus nuevos triunfos en la orquesta, y darte las gracias por haberte acordado de mí en los conciertos de la Sociedad.  Ya me he enterado del éxito que obtuvo mi Comparsa. ¿Y cómo no? Arreglada por ti… Dirigida por ti… ¡Tenía que ser!  Créeme que estoy contentísimo con el resurgimiento de nuestra orquesta. ¿Me está permitido decir «nuestra»?
Y respecto a este acontecimiento, desearía me explicases, con la discreción que es en mí norma, un lío, que no han podido aclararme, entre tú, Sentenat, Molina y Mompó. ¿Qué ha pasado? ¿Es cierto que el Sr. [Pedro] Sanjuán tiene formada otra orquesta, que titula «Filarmónica»? ¿Y con qué elementos la ha compuesto? Estoy ansioso por enterarme de estas ocurrencias, pero nadie puede darme detalles de las mismas. Tú, si confías en mi discreción, puedes suministrármelos.
Al trío, le escribí hace tiempo, pero no me han contestado.
Mándame programas de las audiciones. También sé, que ofrecieron una en honor del gran [José] Manuel Jiménez.  Haces perfectamente en laborar patrióticamente, pues ese es el trabajo más noble y más honrado que podéis hacer. Hay que pensar siempre en Cuba, y laborar para Cuba… ¡Este ha sido mi lema!
Hasta en mis canciones lo he demostrado, que he procurado siempre lleven poesías de cubanos… Es un dolor, que habiendo tan grandes poetas en nuestra tierra, haya señores que recurran a los poetas extranjeros… ¿no lo crees tú así? Eso no es hacer labor nacionalista… Es el colmo, que hasta en las obras de canto, tengan por sus versos que arroparse con vestidos ajenos para darles más valor a ellas. Esto siempre lo he combatido, y me parece un error gravísimo, que nos demerita ante los mismos extranjeros. Yo tengo dos canciones, versificadas por extranjeros, accidentalmente, pero el resto, que es de una mayoría aplastante, llevan poesías de cubanos. Y con la orquesta, debes hacer lo mismo, y acabar de una vez con ese extranjerismo que nos empequeñece, y nos está aniquilando.
Nadie cree en Cuba, fuera de la caña y el tabaco. Aquí mismo hay un desconocimiento de nuestra tierra, que hace llorar. Cuando los músicos han oído mis «cosas típicas», han quedado asombrados de la riqueza de nuestros ritmos. Es natural, aquí tan solo se conoce la habanera Tú y otras canciones que firman compositores cubanos, pero que pueden ser egipcias o de la India, pero nunca de Cuba. Créeme, Gonzalo, yo he palpado esa triste realidad, y para darle veracidad a lo que escribo, te diré que hace noches, y por una cancionista, llamada Mercedes Serós, oí la Mujer chismosa,  con letra y ritmo paraguayo… ¿qué te parece? Yo me quedé como bobo… Tenía deseos de gritar «¡que eso es de mi tierra!»… Sin embargo, pasaba como del Paraguay.
Escríbeme, no seas remolón; cuéntame muchas cosas, por caridad, pues estoy tan lejos, que no llegan las noticias a mí.
Muchos cariños a Blanca [Becerra],  Rendón,  Pachequito  y todo el que se acuerde de este pobre ausente, víctima del ambiente…
Hasta la tuya, y que sigan los éxitos de la orquesta que son exclusivamente tuyos, ya que algún envidioso y mal nacido, se ha atrevido a dudarlo.
Hasta la tuya.
Te abraza

Ernesto Lecuona

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