Soldados Iron Man
12 de octubre de 2013
|Cuando el Consejo de Seguridad acaba de reconocer el fracaso de la llamada misión internacional en Afganistán, y ordenó su retiro, en Estados Unidos trascendió que el Pentágono desarrolla un programa para dotar de armaduras inteligentes a sus tropas.
No se trata de ciencia ficción ni de la zaga de Iron Man que Hollywood ha puesto en la pantalla de los cines. Washington quiere mantener su supremacía militar y para ello no escatima recursos, a pesar de que oficialmente el gobierno está cerrado técnicamente por su controversia con los republicanos en el Congreso respecto al techo de la deuda pública.
Ambas partes difieren sobre asuntos técnicos, pero se ponen seguro de acuerdo en cuanto a los gastos bélicos, incluso al costo de recortar los fondos para programas sociales.
Así, no faltan los billetes de los militares que han convocado a la industria tecnológica, los laboratorios y la academia, según el reporte de BBC.
Como siempre, en esto la mayor tajada es para el complejo militar industrial, que precisa de nuevas guerras para poner en práctica el Traje Liviano para Operaciones de Asalto Táctico (TALOS), que pone en la prehistoria a las imágenes de la Guerra de las Galaxias.
Se trata de un exoesqueleto que dispondrá de capas con materiales inteligentes y cargada de sensores. Llevará una computadora portátil y podría funcionar con un sistema hidráulico que aumentará la fuerza del portador.
“Lo que se necesita es una serie de sistemas dentro de una armadura de combate que combine un exoesqueleto con una coraza inteligente, con pantallas para monitorear la salud, y tenga además un arma incorporada”, explicó el teniente coronel Karl Borjes, asesor científico del comando de investigación, ingeniería y desarrollo del ejército estadounidense.
Varios de los participantes del proyecto incluso lo comparan con el de Iron Man y el traje que usó Sigourney Weaver en Alien.
Claro que una cosa es en película y otra en las montañas y carreteras de Afganistán, donde las tropas norteamericanas son blanco de las emboscadas y las minas de los talibanes.
Tampoco es lo mismo en los mercados de Iraq o en las selvas vietnamitas, donde la prepotencia y la asimétrica ventaja tecnológica y el poder de fuego de Estados Unidos quedaron ridiculizados y derrotados por la valentía de ese pueblo.
Los ingenieros al servicio de la guerra se devanaron los sesos buscándole alternativa a las minas artesanales con que en varias latitudes se enfrentan a las tropas de ocupación norteamericanas.
Ni los chalecos antibalas, las corazas de los blindados ni otros artilugios han podido evitar las numerosas bajas cosechadas en esas guerras de expansión.
Probablemente ya no serán necesarias las chapillas que identifican a los soldados caídos en combate. Quizás lo que más importe sea el número de serie de la armadura que debió protegerle y convertirlo en una fortaleza andante.
La nueva armadura deberá estar lista en tres años luego de consumir millones de los contribuyentes y, de seguro, más adelante estará en el mercado para uso de los aliados de Washington.
No hay que estar muy amplio de imaginación para avizorar en un futuro no muy lejano a los soldados israelíes disfrazados de robot reprimiendo a la población palestina.
Las guerras y ocupaciones serán cada vez más tecnológicas y al propio tiempo más deshumanizantes, pronto con soldados robotizados no solo por el imperio que paga, sino por los recursos científico-técnicos desarrollados para matar.
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