Misa cubana de José María Vitier retorna a México
4 de octubre de 2013
|Por estos días la prensa mexicana se ha hecho eco del éxito obtenido por José María Vitier y los intérpretes que le asistieron en la puesta en concierto de su Misa cubana en la Sala Silvestre Revueltas de la capital azteca. Más allá del elenco de lujo de los ejecutantes, encabezado por el trovador Amauri Pérez, la soprano Bárbara Llanes y la mezzo Grace Echauri, es preciso reconocer que esa partitura, más de tres lustros después de su estreno mundial, conserva una vitalidad y una capacidad de comunicación con los públicos más diversos que la convierten en una de las obras musicales cubanas más apreciadas y consistentes de las últimas décadas.
La Misa fue estrenada en la Catedral de La Habana el 8 de diciembre de 1996, festividad católica de la Inmaculada Concepción, y al año siguiente, en el mes de octubre, fue grabada en un concierto en la Sala Nezahualcotl, de la Universidad Nacional Autónoma de México y difundida con el sello Egrem. En aquella ocasión, el maestro dirigió al público unas palabras que concluían así: “la canoa de los tres Juanes es una hermosa alegoría de nuestra isla, amenazada siempre, pero siempre airosa y venturosa, posada en un mar que apacigua la Virgen.”
Con ella, el compositor venía situarse dentro de una tradición de creadores de música sacra en Cuba, no larga pero sí valiosa que incluye a artistas como Esteban Salas, Cayetano Pagueras, Cratilio Guerra y en el siglo XX al maestro Rodrigo Prats.
Si esta obra ha tenido éxito se debe a que el artista ha procurado romper toda frontera entre lo culto y lo popular. En ella se mezclan las melodías y ritmos más contagiosos de la música popular tradicional, con modos y expresiones que vienen de la música litúrgica tradicional en Europa y América.
La obra, estructurada en 13 partes, incluye las secciones principales del canon de la misa católica: Kyrie eleison-Gloria-Sanctus-Agnus dei, al que se añaden las oraciones tradicionales: Tedeum, Ave Maria y Salve. Completan la composición la musicalización de la décima “Déjame tomar asiento” tomada del cuaderno Nuestra Señora del Mar del poeta camagüeyano Emilio Ballagas, que sirve de introducción y dedicatoria al conjunto y los números Misteriosa transparencia y Plegaria a la Virgen, ambos con letra de Silvia Hernández Rivero.
José María hace una síntesis muy atractiva en esta partitura: une el oficio religioso latino que tanta resonancia tuvo en la cultura europea occidental, con los componentes de la música popular cubana. En la obra hay plegarias que son auténticas canciones trovadorescas, mientras que uno de los pasajes más logrados, la Salve, respeta los más estrictos cánones del danzón. Todo ello está respaldado por una auténtica devoción religiosa, de carácter sentimental y algo teatral, que impide que la Misa se convierta en un simple ejercicio de conservatorio.
La Misa cubana no es una creación coyuntural sino un tributo hermoso y necesario a ciertas raíces de la cultura nacional.
Galería de Imágenes
Comentarios