El cuestionado 11 de septiembre
11 de septiembre de 2013
|Hace doce años de los conocidos ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York, insignia del capitalismo mundial, y contra el Pentágono, símbolo de las guerras.
De entonces acá, el mundo ha sido más inseguro que nunca y no se observa perspectiva alguna para que deje de ser así en un futuro inmediato.
En aquellos actos de barbarie murieron más de 3 000 personas. El repudio internacional no se hizo esperar y no era para menos, por cuanto se trataba de un ejemplo evidente de terrorismo, fuesen quienes fuesen sus verdaderos autores.
Para algunos analistas internacionales, fue una “masacre fríamente planificada por el Gran Gobierno Mundial (Estados Unidos) para apropiarse de las incalculables riquezas que existen en el subsuelo de Afganistán e Irak.
Incluso se recogen afirmaciones de una organización creada para investigar aquellos hechos —Académicos por la verdad del 11/9— que acusan directamente al entonces vicepresidente Dick Cheney, de ser el cerebro que lo calculó todo.
Los propios autores refieren que toda la documentación confidencial de las Torres había sido trasladada fuera de ellas varios días antes, y que un grupo de pilotos aficionados jamás podrían burlar a los 14 servicios de inteligencia que posee Estados Unidos.
Hoy, con las nuevas revelaciones sobre el espionaje norteamericano, se sabe que el sistema Echelon, que vigila las comunicaciones telefónicas, de fax, telex y correo electrónico, con posibilidad de interceptar mas de 200 millones de comunicaciones diarias, haría imposible que ambas instalaciones estadounidenses fueran vulnerables a ataques de ese tipo.
Otro elemento que cuestiona la versión gubernamental sobre lo acontecido, señala que nueve de los supuestos pilotos terroristas que murieron en el atentado según la “historia oficial”, están bien vivos en sus países de origen.
Es cuestionable con estos y otros elementos que los atentados no fueran otra cosa que la “justificación” del gobierno de George W. Bush, para declarar su versión de acabar con el terrorismo, usando, como se sabe, el terrorismo verdadero que aplicó en tierras iraquíes y afganas.
En Iraq nunca se pudo comprobar vínculo alguno entre el gobierno de Sadan Hussein y Al Qaeda, y en Afganistán las fuerzas de la muerte fueron en busca de un Bin Laden —supuesto autor de los atentados del 11 de septiembre— que encontrarían años después en Paquistán, sin que se presentara vivo ante ningún tribunal donde pudiera explicar, al menos, su versión de lo que pasó aquel fatídico día en Nueva York y Washington.
Una pregunta quedó pendiente de respuesta entonces: ¿Por qué asesinar a Bin Laden como lo hizo Estados Unidos, si este podía ofrecer elementos que confirmaran o no su presunta implicación en aquellos viles actos?
De acuerdo con Kurt Sonnenfeld, el camarógrafo oficial del 11-S, autor del libro “El Perseguido”, editado en junio de 2009, en la semana previa al ataque al World Trade Center, todo el suministro eléctrico fue cortado por 36 horas, incluyendo las cámaras de seguridad y los sistemas de control.
También existen testimonios de arquitectos, bomberos e ingenieros, que aseguran que el impacto y el daño de los aviones no puede explicar los colapsos, aun menos el del edificio siete que no fue impactado por avión alguno.
En cuanto al ataque al Pentágono son igualmente cuestionadas las argumentaciones gubernamentales, por cuanto esa instalación donde se dirigen las guerras que lleva a cabo Estados Unidos, tiene cinco anillos pentagonales cada uno dentro del otro. Cada edificio tiene las dos paredes de acero reforzadas con hormigón, con un grosor de casi medio metro. En el ataque el Boeing perforó tres anillos, es decir, tres metros de acero reforzado con hormigón, sin contar las columnas ni los suelos. Un avión no está pensado para perforar, sólo un misil puede tener tal potencia, se refleja en un artículo de prensa.
Hoy, con incertidumbre, el mundo recuerda los atentados del 11 de septiembre, mientras son más las preguntas que las respuestas sobre quiénes fueron los verdaderos autores de aquellos actos terroristas.
No obstante, de lo que si podemos estar seguros todos, es que vivimos ahora en un planeta Tierra más caótico, con más guerras, con mayor inestabilidad e ingobernabilidad, con más contaminación y en espera de nuevas contiendas bélicas.
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