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El recuerdo de Ángel Gaztelu

30 de agosto de 2013

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No son muchos los que han podido recordar que este año se cumple una década de la desaparición física de Monseñor Ángel Gaztelu Gorriti (Puente la Reina, Navarra, 1914- Miami, 2003), un singular miembro del Grupo Orígenes, sacerdote católico y diligente párroco, primero de Bauta y luego, desde 1957, de la iglesia del Espíritu Santo en el corazón de la Habana Vieja. No fue solo un amigo de los poetas y artistas de aquel grupo, a los que ayudó a congregar en su mesa generosa, también fue un restaurador de templos y un promotor de las artes plásticas de tema religioso, gracias a los encargos que hizo a creadores como René Portocarrero, Mariano Rodríguez y Alfredo Lozano, fue, además, y eso tiende a olvidarse un poeta importante, aunque diera a la luz un único volumen con sus versos, titulado “Gradual de laudes”, que vio la luz en las ediciones Orígenes en 1955 y fue reeditado por Unión en 1997.
Gaztelu fue un conocedor de la literatura clásica española, gustaba de autores como Garcilaso, Boscán, Góngora, San Juan de la Cruz, eso no impidió que leyera con provecho también a Juan Ramón Jiménez y a Federico García Lorca. Dominaba los moldes estróficos tradicionales: el soneto, el romance, la copla, la décima, aunque podía escribir también en versos libres que daban una gravedad especial a su poesía reflexiva.
No se busque en él la densidad verbal de Lezama, lo suyo es el tono íntimo, sosegado, la palabra manejada con sobriedad y elegancia como en estos versos que fueron musicalizados por la compositora Gisela Hernández:

Miraba la noche el alma
y era tan fina su pena,
que deshojaba la calma
remota de la azucena.

Nunca, noche, comprendí
como anoche tus querellas,
cuando en tu raudal bebí
efusión de tus estrellas.

Más allá de ciertas influencias, que van desde Gutierre de Cetina hasta Santa Teresa y San Juan de la Cruz, el poeta vive la plenitud de una experiencia amorosa traducida a lo divino y esta desprende una música inolvidable:

Ojos que me habéis mirado
tan profundamente el alma,
que toda la habéis ganado
para vuestra noche y calma.

Lumbres que me habéis herido
con ímpetu tan certero,
que morir a lo vivido
es vivir por lo que muero.

Junto a estos, algunas composiciones mayores como “Oración y meditación de la noche” están entre lo mejor de la poesía religiosa escrita en Cuba.
En todas las literaturas, al lado de las figuras capitales hay otras que parecen menores, pero cuya obra, provechosa y llena de resonancias, ayuda a otorgar el sabor y el estilo a una época. Ese es el caso de Angel Gaztelu, a quien honramos a una década de su tránsito a la eternidad.

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