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Caos en Libia

23 de agosto de 2013

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Tal como era previsible y muchos advirtieron desde que concluyó la guerra de agresión y la ocupación del país por parte de Estados Unidos y la OTAN, Libia se desliza gradualmente hacia el caos, en medio de pugnas sangrientas entre grupos de distinta índole, contradicciones y rebatiñas de todo tipo asumidas por clanes sedientos de dinero y de poder dentro del rico territorio.

El ataque contra el consulado estadounidense en Bengasi y el asesinato entonces del embajador de Estados Unidos -caso aún no aclarado ni por las autoridades de Washington ni por el régimen actual libio-, mostraron los primeros síntomas abiertamente públicos y sangrientos de lo que  en realidad estaba ocurriendo en ese país árabe, donde tras el derrocamiento y asesinato de Muamar Gadafi y la desaparición de aquel Estado, los grupos armados participantes y los políticos oportunistas llegados del exilio intentaban la fusión propicia que condujera a un mínimo de estabilidad para compartir sin límites los beneficios del poder, sin olvidar la cuota que siempre habría que compartir con Estados Unidos y otros patrones de la OTAN.

Como era de suponerse el petróleo no tardaría en convertirse en la verdadera manzana de la discordia, si tenemos en cuenta que fue también la verdadera y esencial razón del brutal ataque que liquidó al país, la borró prácticamente del mapa y motivó el asesinato del jefe de Estado.

Ahora es nuevamente la disputa por el petróleo y sus utilidades la causa de los enfrentamientos, esta vez entre las diversas facciones del régimen allí instalado, llegando a extremos que presagian el desencadenamiento de una nueva guerra y la posible intervención extranjera que se requeriría para detenerla y garantizar los abastecimientos petroleros de Libia a sus beneficiarios europeos bajo semejantes condiciones.

Tras meses de incertidumbre y discusiones sobre quien o quienes controlan efectivamente la producción petrolera, los guardianes de seguridad que sirven de custodia a las diferentes refinerías y terminales se han apoderado de las mismas, impidiendo allí a los barcos cargar el petróleo, a la vez que acusan al primer ministro Ali Zeidan de negociar individualmente con el oro negro y exportarlo al margen de los circuitos establecidos, obteniendo colosales beneficios personales para él y los suyos.

Por su parte, Zeidan ha dicho que tales guardianes, -organizados y armados, como remanentes de los grupos que en el pasado combatieron a Gadafi,- han decidido exportar el petróleo directamente con barcos propios y al margen de la Compañía Nacional de Petróleo, por lo que podrán ser bombardeados si se acercan a las terminales esos navíos.

El conflicto, a punto de estallar por las armas, ha significado ya -según el propio ministro de petróleo Abdelbasi Al Arusi- más de 2 000 millones de dólares de pérdidas en el sector petrolero en los primeros siete meses del año, al caer la producción de millón y medio a medio millón de barriles por día, más del cincuenta por ciento, lo cual amenaza la existencia económica misma del país y hunde su credibilidad en el mercado mundial petrolero.

En el convulso Medio Oriente, Libia sigue siendo un país inestable y sin futuro previsible.

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