El descontrol puede ser controlado
19 de julio de 2013
|Un amigo que leyó El pastel de la discordia me hizo algunas preguntas sobre la historia que narré y me manifestaba su incredulidad y cree que mis recursos como psicóloga fueron lo que permitieron que yo parara el ataque y así mismo opina que la mujer no tenía intención de agredirme sino que era una alardosa, pero lo más importante es que no cree que un ataque de ira, de enojo se pueda controlar con el raciocinio. Es por esto que vuelvo sobre el tema de la cólera y profundizo a partir de la experiencia personal que narré. Algunas de las dudas de mi amigo -que pueden también ser suyas- no las puedo responder con exactitud, solo puedo hacer elaboraciones, como es que si ella pensaba atacarme o no, porque lógicamente solo ella podría tener la respuesta, pero de todas formas ella sí tuvo un ataque emocional de ira verbal contra mí, que no llegó a ser física, ya sea porque logré pararla o porque realmente nunca pensó en llevarla a cabo, pero eso es impredecible, ya que en ese secuestro del razonamiento se comienza con agresión verbal que si no es detenida de una manera u otra, con mucha frecuencia continúa con el enfrentamiento físico. Los seres humanos tenemos habitualmente un serie de formas de actuación ante ese tipo de ataque; enfrentándose con más violencia (conducta habitualmente usada por los hombres, que no permiten que su masculinidad quede en entredicho), huyendo, teniendo un ataque de miedo, con llanto, temblores, petición de clemencia, también con una actitud de evasión, o sea hacerse el desentendido como si no se hubiera dado cuenta del ataque y tal vez se me quedan algunas otras formas. Todas pueden ser válidas dependiendo de la situación, de la personalidad de cada persona, de su arsenal de recursos para enfrentarse ante el problema y hasta del tiempo con que se cuenta para tratar el asunto. Por otra parte, el hecho de que yo sea psicóloga puede que me haya dado recursos para evaluar la situación y manejar a la joven, pero no creo que esto haya sido lo más importante, porque es la personalidad de cada uno de nosotros y el aprendizaje en la vida, así como nuestro repertorio emocional y como manejamos las emociones, o sea todos los elementos que nos dan los recursos para vivir la vida y saber con acierto o desacierto lo que se necesita para actuar en situaciones de riesgo. Si todos los elementos convergen en un análisis certero de evaluación de la situación y de las posibilidades de éxito pueden llevar a una respuesta acertada que logrará parar el enojo y no darle curso hasta llegar a situaciones de verdadero riesgo y daño, ya que el enojo provoca cambios en el flujo sanguíneo, aumenta el ritmo cardiaco y el flujo de adrenalina que generan una cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas como empuñar un arma o golpear. Y mi experiencia no es única, ya que Coleman narra en su libro Inteligencia Emocional lo que le ocurrió a una amiga que fue atacada por unos ladrones que le pedían su cartera en medio de la noche en una calle solitaria y ella logró controlarlos ¿cómo? Pues les dijo; por favor, aléjense un poco, este es mi espacio, y continuó ¿qué quieren? ¿Esto? Les preguntó sacando un billete de su cartera, pues tómenlo, se los entregó y se fue tranquilamente, evitando un daño físico. ¿Qué pasó? En pocas palabras creo, que a ella al igual que a mí nos fue útil la calma, buscar una salida satisfactoria a la situación, no ponernos coléricas y sobre todo no manifestar miedo, que es la emoción más habitual en respuesta a un ataque de este tipo. Así que el descontrol sí puede ser controlado.
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