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Martí cronista de la modernidad (III)

31 de enero de 2025

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José Martí fue quizás una de las personas más atentas a los acelerados cambios en los finales del siglo XIX que modificaron las relaciones internacionales, la vida social y económica y las ideas en buena parte del planeta. Para el cubano, asentado desde 1880 en Nueva York, no pasaron por alto esas modificaciones de las que Estados Unidos, y particularmente aquella ciudad, fue uno de sus puntos esenciales. Terminada la Guerra de Secesión en el país norteño, este entró a toda marcha en un proceso de industrialización que se caracterizó por el creciente protagonismo de la centralización del capital a través de la formación de monopolios y por el predominio de una política exterior que aumentó el expansionismo hacia los territorios al sur del continente, caracterizado por el afán de controlar puntos claves del comercio y la geopolítica de entonces como el istmo de Panamá, Cuba y las otras Antillas mayores. Nacía el imperialismo en las potencias europeas que se repartieron África y amplias zonas del Oriente mientras que la república norteamericana bregó exitosamente por evitar que ocurriera lo mismo en el Nuevo Mundo.

Los centenares de escritos martianos para varios periódicos hispanoamericanos durante más de veinte años fueron la disección de aquel proceso en sus múltiples aristas sociales, económicas y de expansión territorial que se amplió hacia la zona del Pacífico al ocupar las islas de Hawai y Filipinas. Las crónicas del cubano, enviadas por él sistemáticamente a diarios de Argentina, México, Colombia, Honduras dan fe de su campaña periodística para crear conciencia en su país y en la región del peligro para la que llamó Nuestra América y de su marcado interés por impedir la ocupación de su patria por la potencia norteña, para cuya independencia de España bregó con denuedo. Por entonces le escribió así a uno de sus principales colaboradores en el Partido Revolucionario Cubano, la organización que promovió la lucha armada para el fin de ese dominio colonial: “Una vez los Estados unidos en Cuba, ¿quien los saca de ella?”.

Todo indica que sus Escenas norteamericanas fueron el más formidable estudio de su tiempo para explicar aquel país y su pueblo en todas sus facetas, tanto en lo positivo como, sobre todo, en el avance del espíritu de expansión territorial y el desprecio hacia nuestras culturas y nuestros intereses. Martí describió los choques y las maniobras de la clase política que impulsó ese expansionista territorial y económico, su desconocimiento y desprecio por nuestra espiritualidad y cultura, y su acción en consonancia con los grandes monopolios que se iban expandiendo. Esa honda mirada martiana también abarcó las interioridades de aquella sociedad y manifestó su apoyo a los sectores expoliados como los obreros, los campesinos, los inmigrantes, los pueblos indígenas y los descendientes de los esclavos traídos de África.

José Martí fue, sin dudas, el extranjero mejor conocedor de aquella sociedad dinámica y expansionista en sus variadas facetas, sin dejar de reconocer y admirar a aquellas personalidades que trabajaron para sostener los intereses y necesidades de sus sectores explotados y oprimidos, los principios democráticos vulnerados por los monopolios y los políticos ambiciosos de poder y corruptos, sus artistas, escritores y pensadores críticos de aquella sociedad mercantilizada y arrogante. Hombre de amor y no de odios no es equivocado considerar que José Martí estimó los valores de aquella sociedad, combatió sus peores vicios y designios, y respetó los valores positivos de aquella nación.

 

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José Martí fue quizás una de las personas más atentas a los acelerados cambios en los finales del siglo XIX que modificaron las relaciones internacionales, la vida social y económica y las ideas en buena parte del planeta. Para el cubano, asentado desde 1880 en Nueva York, no pasaron por alto esas modificaciones de las que Estados Unidos, y particularmente aquella ciudad, fue uno de sus puntos esenciales. Rasgos entonces novedosos como la formación de monopolios y el predominio de una política exterior que aumentó el expansionismo hacia los territorios al sur del continente fueron elementos centrales de sus análisis.

Los centenares de escritos martianos para varios periódicos hispanoamericanos durante más de veinte años fueron la disección de aquel proceso en sus múltiples aristas sociales, económicas y de expansión territorial que se amplió hacia la zona del Pacífico al ocupar las islas de Hawai y Filipinas. Las crónicas del cubano, enviadas por él sistemáticamente a diarios de Argentina, México, Colombia, Honduras dan fe de su campaña periodística para crear conciencia en su país y en la región del peligro para la que llamó Nuestra América y de su marcado interés por impedir la ocupación de su patria por la potencia norteña, para cuya independencia de España bregó con denuedo. Por entonces le escribió así a uno de sus principales colaboradores en el Partido Revolucionario Cubano, la organización que promovió la lucha armada para el fin de ese dominio colonial: “Una vez los Estados Unidos en Cuba, ¿quien los saca de ella?”.

Sus Escenas norteamericanas fueron el más formidable estudio para explicar aquel país y su pueblo en todas sus facetas, tanto en lo positivo como, sobre todo, en el avance del espíritu de expansión territorial y el desprecio hacia nuestras culturas y nuestros intereses. Martí describió los choques y las maniobras de la clase política que impulsó ese expansionismo territorial y económico, su desconocimiento y desprecio por nuestra espiritualidad y cultura, y su acción en consonancia con los grandes monopolios que se iban expandiendo. Esa honda mirada suya también abarcó las interioridades de aquella sociedad y manifestó su apoyo a los sectores expoliados como los obreros, los campesinos, los inmigrantes, los pueblos indígenas y los descendientes de los esclavos traídos de África.

José Martí fue, sin dudas, el extranjero mejor conocedor de aquella sociedad dinámica y expansionista, sus variadas facetas, sin dejar de reconocer y admirar a aquellas personalidades que trabajaron para sostener los intereses y necesidades de sus sectores explotados y oprimidos, los principios democráticos vulnerados por los monopolios y los políticos ambiciosos de poder y corruptos, sus artistas, escritores y pensadores críticos de aquella sociedad mercantilizada y arrogante.

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