¿Y la cuerda quién la pone?
3 de diciembre de 2024
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El título de este artículo se corresponde con lo expresado por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, cuando en una conferencia de prensa en Kazajistán, en la que se le preguntó por el rol que juega Europa en la actual guerra en Ucrania, expresó: «Europa ha sido empujada casi hasta el suelo, ha dejado de existir como centro político independiente y soberano de la política mundial».
«Muchos países europeos cumplen todos los deseos de Estados Unidos, incluso en su detrimento propio», agregó.
Puso el ejemplo de los altos precios de la energía que hoy paga Europa por unirse a Washington en sus sanciones contra Rusia.
Por tal razón, agregó, «empresas enteras, industrias enteras, están cerrando en Alemania y otros países y trasladándose hacia Estados Unidos».
Y ejemplificó: «La impresión es que si se les dice [a los europeos]: ‘Te vamos a ahorcar’, tendrán una pregunta:«¿Traemos la cuerda o nos la dan ustedes?» sostuvo el presidente ruso.
Se hace necesario recordar entonces aquellos destellos de felicidad que despertó la constitución de la Unión Europea en un proceso que llevó varias décadas hasta 1993, cuando se firmó el Tratado de Maastricht.
Hay que repasar sus objetivos planteados: fomentar la unidad entre los pueblos de Europa y mejorar la economía y las condiciones de vida de sus ciudadanos, lo que hoy parece una cuenta pendiente, al tiempo que, algo que nunca apareció en sus documentos constitutivos, y se fue abriendo camino hasta el día de hoy, es su subordinación a Washington, que convierte en frustración muchos de los anhelos de los pueblos del Viejo Continente.
Me refiero, específicamente, a la cada vez mayor subordinación de muchos gobiernos europeos, a los designios de Estados Unidos, aunque muchas veces, como ocurre ahora, sea en detrimento para los mismos países que integran el bloque comunitario.
La necesaria y plausible iniciativa de una Unión Europea fuerte, independiente y consecuente con sus elementos fundacionales, fue dando paso, con el empuje de algunos de sus funcionarios y gobiernos a subordinarse a la actuación estadounidense.
Por ejemplo, según un análisis del sitio digital RT, un invierno más frío que los anteriores, el estancamiento del suministro de GNL de EEUU, el fin del contrato para el último gasoducto ruso en activo y una producción eólica disminuida, son factores que contribuyen al alza acumulada del 55% del precio del gas en 2024.
En 2022, las élites europeas afirmaron que era posible suplir el GNL ruso por el estadounidense. Casi tres años después, la afirmación sigue siendo una quimera. Y la reducción esporádica del flujo de otras fuentes añade subidas de precios y más incertidumbre a la situación.
«Es imposible que EEUU ponga en el mercado 130 MTPA [toneladas métricas por año] de 2025 a 2027, eso son 186 bcm/año más de GNL. Equivale a la mitad de la demanda total de gas de la UE», explica el ingeniero y consultor Fernando Rodríguez. A su juicio, ni siquiera una aprobación por parte de Donald Trump a las autorizaciones paralizadas podrá revertir la situación.
«Las empresas estadounidenses solo invertirán en nuevos proyectos de extracción y licuefacción si el precio de exportación del GNL ofrece una rentabilidad suficiente. Pero la situación no es esa ni parece vaya a serlo en un futuro», afirma en su cuenta oficial de X, donde subraya que EEUU solo ha podido suministrar a la UE un tercio del aporte ruso y a un precio «muy superior».
Por tanto, es claro que la crisis es una realidad, y la subordinación a Estados Unidos también lo es. Ambas aristas de un mismo problema requieren una solución europea, sin que tengan que preguntarse ¿quién pone la cuerda, si el gobierno estadounidense o los subordinados de Europa?
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