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Crónica martiana sobre la familia de Máximo Gómez

2 de diciembre de 2024

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En la edición el periódico Patria del 29 de abril de 1893 publicó José Martí, bajo el título de “El álbum de Clemencia Gómez”, un texto acerca de su primer encuentro en República Dominicana, entre el 11 y el 15 de septiembre de 1892 con Máximo Gómez y su familia, en su finca “La Reforma”, encuentro que terminó con sendos escritos de ambos: Martí pidió en carta al general en nombre del Partido Revolucionario Cubano que aquel asumiera el mando supremo de la guerra a lo cual Gómez respondió con su aceptación.

Tal suceso, de indudable importancia en el camino hacia la unidad de los patriotas cubanos a fin de emprender una nueva guerra libertadora contra el colonialismo español, fue relatado por Martí a través de una de sus mejores prosas en el plano literario, relato que nos entrega las características de la esposa y los hijos del general y que culmina con esta idea: “¡En casas como esa, de amor doméstico y sacrificio natural, debieron vivir los poetas de las primeras epopeyas!” Cierra Martí el texto con lo escrito por él en el álbum de Clemencia, la hija mayor de Gómez: “La única verdad de esta vida, y la única fuerza, es el amor. En él está la salvación y en él está el mando. El patriotismo no es más que amor. La amistad no es más que amor. Y la única almohada en que se descansa de la pena y fealdad que se ve en el hogar donde la modestia se ha puesto la corona de la honra, y sólo hay sonrisas para la abnegación y la sinceridad.” “El que ha andado la vida y visto reyes, sabe que no hay palacio como la casa de familia donde se desdeña la pompa impura, y resplandecen los ojos, como a que se vea crecer el universo cuando se habla de libertad y virtud. El que piensa en pueblos, y les conoce la raíz, sabe, Clemencia, que no puede ser esclavo el hombre que vea centellear en tus ojos el alma heroica de la patria, en el pueblo que tiene de raíz una casa como la tuya.” Se trata, pues, de una honda reflexión acerca del amor, el cual es una categoría esencial del pensar y la filosofía martiana.

 

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El texto de Patria está armado en su inicio sin mencionar su nombre directamente. Obsérvese cómo, al emplear la tercera persona, el cronista no pareciera referirse a sí mismo, como si cierto pudor autoral lo llevara a no declararse el protagonista, lo cual, al mismo tiempo, levanta el interés por conocer quién fue el que arribó al hogar de Gómez: “¡En servicio de la Patria, a caballo en el alazán que le prestó un general del país, llegó hace meses un viajero a la puerta de una casa que nunca podrá olvidar, en el rincón, amasado con sangre de independientes, de Montecristi.” Luego nos cuenta su encuentro con Francisco Gómez Toro, el hijo del general, entonces con dieciséis años de edad, quien lo condujo desde Montecristi hasta el hogar familiar. Panchito, como todos le decían, nos llega así a través de Martí: “A la par de él, niño otra vez el viajero y crecida de pronto la criatura, llegaron como amigos jurados, a la casa modesta…” La esposa de Gómez, Bernarda Toro, nos la presenta Martí como “la madre bondadosa, a quien la sublime prueba de la guerra dio la augusta sencillez que señala a los que han vivido largo tiempo en el heroísmo.” Martí nos entrega así los tres hijos varones: Francisco, “que ya se ve como el guardián en la soledad”; “Máximo, niño pensador que a los catorce años adivina el alma de los libros y le ve en ellos la sangre a quien lo escribe”; y “Urbano, valiente de nueve años, que a la madrugada había de aparecerse al estribo del viajero cargando las piadosas alforjas…”

Aquella primera visita martiana a República Dominicana marcó, por un lado, la estrecha colaboración y el afecto que desde entonces mantuvo con Máximo Gómez, sustentadas esas ligaduras en el cariño que recibió de aquella ejemplar familia de patriotas, sin dudas lazos apretados más aún con este escrito en Patria.

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