Agustín Lara. El poeta del amor y el recuerdo (III)
9 de diciembre de 2024
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Mucho antes del primer arribo a La Habana de Agustín, ya el pueblo de la Isla admiraba fragmentos, de sus primeras composiciones, a través de la radio, posiblemente, escuchando sus iniciales grabaciones discográficas, que, en 1929, realizaran los tenores mejicanos Juan Albizu, y algo después, Tito Guizart, Pedro Vargas, y la inolvidable jarochar “Toña La Negra”, que hicieron de algunas páginas antológicas e inmortales del gran “músico-poeta”; entre otras, “Santa”, “Cortesana”, “Noche criolla”, y “Arráncame la vida”, la inmensa mayoría de ellas, incorporadas a los amplios repertorios discográficos de los encumbrados y excelentes intérpretes cubanos, René Cabel, Fernando Albuerne, Abelardo Barroso, Barberito Diez, Benny Moré, Omara Portuondo, Carlos Embale, Ramón Velos, Elena Burque, Sin detallar emblemáticas agrupaciones cubanas, como Orquesta Aragón, Orquesta Sensación, Conjunto Gloria Matancera, orquesta América… con arreglos y orquestaciones, de los emblemáticos, Adolfo Guzmán, Enrique Jorrín, Fernando Mulens, Rafael Lay, Juan Pablo Miranda, y Rafael Somavilla, recogidas en valiosos fonogramas, que llegan en la actualidad, al CD para con ellos, honrar la memoria y maestría de Agustín Lara, con la difusión de estos soportes por los confines del mundo, para el deleite de los amantes de la buena música.
El legado de la obra de Agustín Lara constituye para Latinoamérica, además del goce de los mas altos valores estéticos que la revisten, la anuencia espontánea a la galantería de más recia estirpe, el culto al amor natural y sin artificios, y sobre todo a la mujer, como un hecho intrínseco para la necesidad de vivir. Por eso, cando algunos doctos de la critica musical le acusaban de “cursi”, el se limitaba a contestar: “la cursilería es el primer requisito para enamorarse…”.
Su obra resume lo más auténtico de la lírica musical de la cuenca del Caribe y del resto de América Latina, como exponente que tipifica el lenguaje de amor y sentimiento humano, por eso no abandonó jamás de componer, en el marco del piano como instrumento de conquista.
Mientras tanto, el aliento musical y la sombra de su figura emblemática, ronda todas las cálidas noches entre las mesas del mundialmente restaurante habanero “La Bodeguita del Medio”, enclave capitalino por siempre aglutinador de lo más selecto y prominente del arte y la bohemia “larista”. Eso hace que el maestro Agustín Lara pertenezca a La Habana, por la ayuda de este a configurar parte de su mitología por derecho propio.
Su desaparición física la noche del 6 de noviembre de 1970, constituyó luto y profunda huella de dolor para nuestro pueblo y nuestra música.
Su figura en bronce se alza hoy en un punto de esta Habana de calles donde Don Agustín hizo suyos secretos e historias de esta ciudad; calles que también amaron al músico-poeta como algo muy propio y que encierran lugar de veneración perpetuo, tanto de los cubanos como de cuanto visitante del mundo nos frecuentan.
Para ellos, para nosotros, el maestro Agustín Lara es y será siempre el poeta del amor y el recuerdo.
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