El Acueducto de Albear (I)
18 de noviembre de 2024
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El Acueducto de Albear es un milagro de la ingeniería reconocido por todos, ubicado hoy entre las siete maravillas de la Ingeniería cubana de todos los tiempos. Hasta el poeta Julián del Casal lo reverenció en fecha tan temprana como el primero de febrero de 1890 cuando en su condición de reportero del diario “La Discusión”, expresó:” ¿Habéis estado en Vento? Es uno de los rincones más bellos, más poéticos y más pintorescos del mundo entero. Si la dicha habita en la tierra, allí debe tener su nido”.
No es de extrañar que la pluma del vate modernista se entusiasmara ante paisaje de tal majestad. Y profundizara en su crónica sobre la inauguración de un tramo de tan importante obra, cuya estructura, a más de una centuria de su ejecución, todavía asombra a científicos de todo el mundo.
A mediados del siglo XIX la ciudad de La Habana contaba con la Zanja Real y el acueducto de Fernando VII, como también con más de 890 aljibes y cerca de tres mil pozos. Sin embargo, todos aquellos recursos no bastaban para satisfacer las necesidades de una población que pasaba ya de los cien mil habitantes. Ante tan precaria situación, el capitán general de la Isla, José Gutiérrez Concha, se dio a la tarea de crear una comisión destinada a estudiar y proponer la solución más adecuada para resolver este arduo problema.
Tal comisión sería presidida por el entonces coronel de infantería y comandante del Real Cuerpo de Ingenieros, don Francisco de Albear y Fernández de Lara, un habanero consagrado al estudio de las ciencias, y en particular de las de ingeniería hidráulica quien luego .de realizar profundos estudios, llegó a la conclusión de que los manantiales de Vento, situados en la margen izquierda del río Almendares, resultaban la opción más favorable para garantizar el suministro de agua a la capital
Por Real Orden su propuesta fue aprobada y el 28 de noviembre de 1858 comenzaron las obras.
Sus aguas se distribuyen fundamentalmente entre los actuales municipios de La Habana Vieja, Centro Habana, Plaza, Cerro y Diez de Octubre, lo cual constituye, cerca del 15 por ciento del abastecimiento de agua de la población habanera.
Hoy, al valorar el aporte decisivo de este trabajo al desarrollo de la capital, y al rememorar a su artífice, podemos llegar a la conclusión, como dice el historiador Rolando García Blanco- que efectivamente hay héroes de la ciencia como los hay de la patria.
Y en el caso que nos ocupa, don Francisco de Albear y Fernández de Lara es, sin duda alguna, un héroe de la Patria.
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