ribbon

Joaquín Albarrán: “Nunca olvido que soy cubano” (I)

13 de septiembre de 2024

|

 

Screenshot_2020-05-08-22-47-33-1-e1657840603163-250x176

En Cuba se le recuerda como uno de sus hijos ilustres. Reconocido como “el más grande especialista en urología de su tiempo”, fue nominado al premio Nobel de Medicina en el mismo año de su muerte. Apasionante existencia la de este eminente médico cubano, aunque algunos presumen erróneamente que era francés o español.

Nacido en Sagua la Grande, en la actual provincia de Villa Clara, el 9 de mayo de 1860, fue enviado a La Habana, donde recibió educación desde los nueve años, en el colegio de Belén. Y luego, gracias al empeño de su padrino –muy temprano quedó huérfano junto a sus cinco hermanos- embarcó hacia Barcelona, donde prosiguió sus estudios de bachiller.

“Posiblemente –como afirma uno de sus biógrafos, el doctor Julio César Hernández- el suceso que conllevó a ese viaje a través del Atlántico haya sido el crimen perpetrado por las autoridades españolas en Cuba al fusilar a ocho estudiantes de Medicina en La Habana, el 27 de noviembre de 1871. Muchas familias de la época, por el temor de perder a sus hijos, decidieron enviarlos a estudiar lejos del convulso ambiente que estremecía al país (…)”.

“Pero hay caminos que parecen estar prefigurados, y (…) cuando el joven Albarrán llegó a Barcelona se involucró, a través de una logia masónica, en el apoyo a la causa independentista cubana. Y lo hizo aportando fondos para esa lucha”.

Con sólo 18 años, Albarrán alcanzó el grado de Doctor en Medicina con las más altas calificaciones, en la Universidad Central de Madrid.

Ávido de regresar a su patria, se trasladó en cambio hacia Francia, pues por un lado resultaba demasiado joven para ejercer la profesión en Cuba, además, la Constitución se lo prohibía, y por otro, aspiraba a profundizar sus conocimientos en la Facultad de Medicina de París.

No obstante, durante el viaje tuvo lugar un inesperado acontecimiento que marcó su vida, al extremo de hacerle tomar la resolución de reiniciar sus estudios de Medicina ya terminados.

“El vagón en el cual viajaba –lo cuenta el doctor Julio César Hernández- sufrió un accidente y se descarriló. Había heridos y la conmoción entre los pasajeros era total. Un empleado del tren

preguntaba a gritos si había algún médico para asistir a los necesitados. El joven no supo reaccionar”.

“Avergonzado por tal actitud se prometió en ese instante no recordar que se había graduado como médico, y decidió empezar, desde cero, los estudios en París”.

Galería de Imágenes

Comentarios