Pedro Henríquez Ureña
20 de agosto de 2024
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Los hijos del matrimonio dominicano integrado por Salomé Ureña —poetisa— y Francisco —pedagogo, abogado, escritor y también presidente de aquella república— fueron todos lumbreras de la intelectualidad latinoamericana y mantuvieron una estrecha relación con Cuba, ya se nombraran Max, Camila o Pedro.
En el caso de Pedro Henríquez Ureña fue, tal vez, el de más profundo arraigo en el ámbito de la cultura continental y su quehacer como poeta, ensayista, escritor, filólogo, crítico, periodista y hombre de pensamiento ha estampado una huella hoy palpable en la utilidad de su obra toda.
Su tío Federico fue amigo de José Martí, quien lo llamó “mi hermano”, y en el ambiente de la familia Henríquez Ureña fue presencia frecuente la del prócer independentista puertorriqueño Eugenio María de Hostos. Así, Pedro nutrió su espíritu con el ejemplo de ilustres maestros.
Los estudios secundarios los cursó en Estados Unidos, ejerció la docencia en México, hizo visitas de trabajo a España, a Francia y vivió en Argentina, donde murió. Pero entre tantos vaivenes signados por el ajetreo de una vida intelectual muy intensa y una fecunda obra literaria, Pedro se detuvo en varias ocasiones en Cuba, donde se le admiró y tuvo amigos entrañables.
Se conoce que en 1905 llegó a Cuba, que lo acogió dentro de su contexto cultural. En la Isla publicó el primero de sus libros, titulado Ensayos críticos, revelador de su adhesión a la corriente del Modernismo, pasando después, en 1906, a México, donde permaneció por varios años.
Las publicaciones periódicas cubanas también lo contaron entre sus colaboradores en diversas revistas y en la oriental ciudad de Santiago tuvo casa, como el resto de la familia Henríquez, amén de voz en las tertulias, pues la vida cultural de la Isla le hizo espacio para relacionarse con América Latina y Europa.
Otra de las fechas que marca su presencia en Cuba es el año de 1914. Entonces destaca y define las que para él deben ser las cualidades de un buen crítico: a saber, un erudito flexible, que sepa situarse en cualquier punto de vista. Aunque insiste en algo importante: ha de conocer el espíritu de la época y del país que trata, y será siempre tributario de los valores de la sociedad a la cual pertenece, así tenga que luchar contra ellos, en todo lo cual estará presente su sentido de la flexibilidad.
La obra de Pedro Henríquez Ureña es variada y muy abundante. Se trató de un ensayista interesado en todo cuanto tuviera que ver con estas tierras donde hablamos el idioma castellano. Murió en Buenos Aires el 11 de mayo de 1946, a la edad de 61 años.
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