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OEA: engaño fallido

8 de agosto de 2024

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No es la primera vez que, en esta misma sección hablamos de la desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA) y de sus fechorías; de su papel de instrumento neocolonial de los gobiernos imperialistas de Estados Unidos; de su carácter intervencionista y violatorio de cuantas leyes, códigos, convenciones o reglas internacionales debía haber respetado a lo largo de sus más de 70 años de vida ignominiosa bajo la tutela de Washington, amparada en la nefasta Doctrina Monroe.

Pero mientras no se hunda definitivamente en su propia hediondez, la OEA seguirá dando que hablar y resurgirá como ejemplo negativo y falaz, como muestra de lo que no debe ser una institución que merezca ser respetada y avalada aún por sus propi os miembros, algunos que han optado por retirarse y otros que, asqueados, permanecen en la misma pero no eluden señalar su entraña injerencista y su propósito de favorecer en todo momento a los intereses imperialistas, como designado guardián de su ”patio trasero”, hoy en plano de incontenible rebelión.

Teniendo en cuenta precisamente ese papel de gendarme que los gobiernos de Estados Unidos encargaron a la OEA, no es de extrañar la situación que encara actualmente tan anacrónica e inútil organización, agudizada por los manejos de su secretario general Luis Almagro que -según los propios países miembros- es el peor en todos los sentidos de cuantos han desfilado por ese sitial.

Los engaños fallidos y el desprestigio generalizado del engendro nacido en Bogotá en 1948 han traído como resultado su permanente crisis siguiendo los pasos de su antecesora, la fallecida Unión Panamericana que tampoco fue capaz de sostener con decoro los más elementales principios de independencia y soberanía de sus integrantes.

Recordemos que fue en la VII Conferencia Panamericana de Montevideo (1933) cuando fue aprobada la Convención Interamericana de Derechos y Deberes de los Estados miembros, que reconocía explícitamente el principio de no intervención tan reclamado hasta entonces.

El gobierno de Estados Unidos lo aprobó con reservas y posteriormente lo violó sucesivamente sin recato cada vez que lo estimó necesario a los intereses imperiales en Guatemala, Santo Domingo, Haití, Panamá, Nicaragua, Chile, Cuba, Granada…

Ya sea mediante fuerzas mercenarias o -la intervención militar directa o también mediante la subversión y la conspiración encubiertas para propiciar golpes de estado o asesinar dirigentes incómodos: nunca la OEA se ha pronunciado contra el intervencionismo yanqui ni adoptado ningún tipo de medida contra el mismo.

De hecho, el engendro neocolonial que hoy rige por encargo el servil Almagro ha actuado como cómplice activo -desde su fundación y como razón de ser de ella- de todas las maniobras intervencionistas de cualquier tipo realizadas por el Imperio Yanqui en Nuestra América.

Esta dramática y sangrienta historia anterior pudiera explicar el rotundo fracaso recién tenido por el gobierno imperialista que hoy malamente y con dificultad dirige los destinos del Imperio cuando instruyó al servil Almagro a lanzar a la OEA contra la Revolución Bolivariana, el gobierno constitucional presidido por Nicolás Maduro y los resultados electorales del 28 de julio en Venezuela.

No hay dudas de que los países de Nuestra América han ido ganando conciencia de su propia identidad, e independientemente de diferencias políticas o circunstancias locales, marchan por un camino de soberanía, respeto y cooperación que hace más difícil o aún imposible la explotación y el saqueo por parte de quién José Martí llamó “el gigante de las siete leguas”.

Esta vez, el engaño fallido de la OEA fue a parar al basurero de la historia.

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