El medico chino II
9 de julio de 2024
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El historiador Herminio Portell Vila describe a Cham Bom-biá, el famoso médico chino, de la siguiente manera. “Hombre de elevada estatura, de ojillos vivos y penetrantes algo oblicuos; con luengos bigotes a la usanza tártara, larga perilla rala pendiente del mentón, y solemnes y amplios ademanes subrayando su lenguaje figurado y ampuloso; vestía como los occidentales, y en aquella época que no se concebía en Cuba al médico sin chistera y chaqué, él también llevaba con cómica seriedad una holgada levita de dril”.
Sobresalió siempre por sus grandes conocimientos médicos, que le llevaron incluso a realizar curas asombrosas de enfermos desahuciados por la ciencia.
Pero no todo se conoce sobre esta historia tan ilustrada. En “Leyendas y tradiciones del Camagüey”, el poeta y amigo Roberto Méndez nos habla también sobre otro médico chino, enigmático personaje, no menos célebre que Cham Bom-biá.
Se trata del “chino Siam”, natural de Pekín, quien llegado en 1848 a Puerto Príncipe, muy pronto ganó prestigio en el lugar por las curaciones que hacía. Por lo que este hijo del celeste imperio bien pudo dar pie también desde la tierra de los tinajones, a la muy conocida expresión difundida por toda la Isla: “A ese no lo salva ni el médico chino”.
Siam se convirtió en toda una leyenda en Camagüey pues hombre ceremonioso y atento, pronto ganó autoridad con sus curaciones, pese al temor de algunos principeños que al inicio lo consideraban como un brujo y de los evidentes celos de varios médicos de la localidad, a los que, sin proponérselo siquiera, iba quitándole la clientela.
Pero si esto fuera poco para alcanzar tal notoriedad, Siam protagonizó también una memorable historia que en sus días dio mucho que hablar.
Sucedió en una de las procesiones de la Veracruz del viernes santo del año 1850, según consta en los archivos de la Parroquial Mayor.
Mientras la referida procesión recorría las calles más céntricas, apareció de repente el médico Siam, quien, por cierto, ya se había casado, engalanado con ricas vestiduras orientales, y, con solemnidad, se arrodilló en medio de la vía, delante de la imagen… El misterioso personaje, se había convertido al cristianismo. Al día siguiente expresó su deseo de recibir el bautismo. ¿Era sincero o había encontrado este camino para alejar de sí los pérfidos rumores e incorporarse mejor a la sociedad en la que iba a ejercer su profesión? No es posible saberlo.
Lo cierto es que en los archivos de la Parroquial Mayor consta que dicho médico recibió allí el bautismo, el 25 de abril de 1850, y adoptó el nombre de Juan de Dios Siam Zaldívar. Cuando falleció el 23 de marzo de 1885, el diario El Camagüeyano, dio cuenta del suceso: “El lunes por la tarde se dio sepultura al cadáver de don Juan de Dios Siam, hijo del celeste imperio, que había ejercido entre nosotros con buen éxito la ciencia de Galeno”.
Es probable que nunca tendremos la convicción de si fue Cham Bom-biá, en la Habana, o Siam, en Camagüey, el médico que permanece en nuestro lenguaje popular a través de la muy conocida frase que tanto me recuerda a mi abuela.
“A ese no lo salva ni el médico chino”.
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