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Corte de La Haya: ante difícil prueba

29 de mayo de 2024

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Seguramente que, desde su fundación, la Corte Internacional de Justicia (CIJ), radicada en La Haya, Países Bajos, no se ha visto nunca ante una disyuntiva para ella tan difícil y problemática como esta que ahora enfrenta ante la denuncia formulada por Sudáfrica contra el estado de Israel, como consecuencia del genocidio sistemático que el régimen allí instalado y encabezado por  Benjamín Netanyahu lleva a cabo desde hace más de seis meses contra la población civil palestina  en la Franja de Gaza, territorio asignado a esa población dispersa y expulsada de sus propias tierras, mediante acuerdos internacionales que fueron suscritos por el propio estado israelí y certificados entonces por su protector, el gobierno imperialista de Estados Unidos.

Una verdadera carnicería sin piedad y sin freno es la que realiza el estado terrorista a tal grado contra niños, mujeres y ancianos indefensos y desarmados, imposibilitados de hacer frente a la barbarie que constantemente recuerda y en ocasiones rebasa el holocausto nazi contra la población judía de Europa.

Para sorpresa universal resulta que ahora desde el estado sionista -que fue creación de Naciones Unidas a condición de que existiera también un estado palestino- emerge un émulo bufonesco de Adolfo Hitler, proclamando sin pudor que se propone exterminar a la población palestina si no puede expulsarla totalmente hacia el desierto del Sinaí egipcio.

Como todo este genocidio se comete con la complicidad, amparo, protección y ayuda indetenible del gobierno imperialista de Estados Unidos, incluidas su rama ejecutiva y su Congreso bipartidista, es legítimo preguntarse cual será en definitiva la decisión de la Corte amenazada, presionada y amedrentada de modo sin precedentes en esta coyuntura.

Para el Imperio yanqui y sus propósitos de hegemonía mundial se convierte en estratégico lo que pueda ocurrir alrededor de este caso y sus derivaciones futuras, no solo en cuanto al Medo Oriente sino de más largo alcance y consecuencias.

Algunos legisladores yanquis ya hablan de imponer sanciones a la Corte Internacional de Justicia si actúan contra el genocidio israelí o simplemente lo condenan, alegando que Washington pudiera ser el próximo sancionado.

Parecen, sin embargo, no recordar que el gobierno de Estados Unidos ya ha sido sancionado otras veces por esta Corte como autor directo de fechorías sangrientas y agresiones, como de los militares estadounidenses en Afganistán o el minado criminal de los puertos nicaragüenses en Centroamérica. La Corte debe recordar, por tanto, que el desprecio del Imperio sobre sus decisiones no sería nada nuevo y sería una confirmación del mismo conque actúa  respecto a las Naciones Unidas y los organismos internacionales en general, cuando no se pliegan a sus intereses y dictados.

De todos modos, en este caso tan brutal donde se concentra tan alto grado de criminalidad y barbarie, la humanidad entera parece aguardar una decisión proporcional con los hechos, sabia y justa, apegada a la Carta de Naciones Unidas y a toda la legislación internacional que rige en amparo a los derechos humanos.

De lo contrario, si se rinde ante el Imperio en medio de esta difícil prueba, la Corte perderá irremisiblemente toda autoridad moral e incluso legal para el futuro; su prestigio y profesionalidad caerán por los suelos y no podrán recuperarse.

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