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“El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”: “El alma de la Revolución” (II)

9 de febrero de 2024

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El Apóstol, 1975, Flora Fong Óleo sobre madera 147 x 147 x 147 cm

El Apóstol, 1975, Flora Fong, Óleo sobre madera, 147 x 147 x 147 cm

 

La primera parte del escrito titulado “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano” fue dedicado por José Martí a explicar su concepto revolucionario para Cuba libre. Esa alma de la revolución libertadora el Maestro la hace girar en torno de la necesidad de incorporar a ella a la gran mayoría del pueblo cubano. Es un llamado al patriotismo unificador, y nos dice: “Por el voto individual y directo de todos sus miembros entra, con sus funcionarios electos, en su tercer año de labor la empresa, americana por su alcance y espíritu, de fomentar con orden y auxiliar con todos sus elementos reales—por formas que con el desembarazo de la energía ejecutiva combinan la plenitud de la libertad individual—la revolución de Cuba y Puerto Rico para su independencia absoluta.”

El 17 de abril de 1894 apareció ese importante análisis de la revolución que Martí procuraba para su patria. Obsérvese que el Maestro habla de un orden en que implica energía en el quehacer sin desconocer la libertad de cada uno. Difícil empresa para su época la que él se planteaba para una sociedad de larga historia colonial bajo una monarquía, donde nunca se había contado con elementos que posibilitasen una participación ciudadana en la vida del país. Por ello explica así su concepción de la política republicana: “A su pueblo se ha de ajustar todo partido político, y no es la política más, o no ha de ser, que el arte de guiar, con sacrificio propio, los factores diversos u opuestos de un país.” Y continúa ampliando su opinión acerca de los problemas propios de las sociedades modernas de entonces en las que se enfrentaban las clases trabajadoras y las minorías privilegiadas. Al efecto señala que un “pueblo no es la voluntad de un hombre solo, por pura que ella sea,” Y añade, con realismo pleno, cómo en los pueblos se enfrentan tendencias opuestas: “De odio y de amor, y de más odio que amor, están hechos los pueblos, solo que el amor, como sol que es, todo lo abrasa y funde.” “Con esas dos fuerzas, el amor expansivo y el odio represor—cuyas formas públicas son el interés y el privilegio—se van edificando las nacionalidades.”

La futura labor republicana Martí la aprecia como una tarea ardua sostenida en el equilibrio social y en la entrega de quienes la emprendan: Hay que deponer mucho, que atar mucho, que sacrificar mucho. Que apearse de la fantasía, que echar pie a tierra con la patria revuelta, alzando por el cielo a los pecadores, vista el pecado paño o rusia: hay que sacar del fondo las virtudes, sin caer en el error de desconocerlas porque vengan en traje humilde, ni de negarlas porque se acompañen de la riqueza y la cultura,” Tal parece que él mismo se estaba preparando para la complicada tarea de echar adelante la república nueva que proclamó.

Con pleno realismo dedica un largo espacio a explicar los dos peligros que debía sortear la república. Uno, conceder demasiado al empedernido espíritu colonial”, el cual tomaría un camino de enorme peligro en la república, “como si el gobierno de la patria fuera propiedad natural de los que menos sacrifican por servirla”, quienes estaban más cerca de ofrecerla al extranjero”. El otro peligro era “adular, cobarde, los rencores y confusiones que en las almas heridas o menesterosas deja la colonia arrogante tras sí.” Su respuesta es defender los derechos de todos: “A quien merme un derecho, córtesele la mano.

El enorme espacio dedicado a la república por alcanzar cierra, tajante, con esta idea: “Sea nuestro lema: libertad sin ira.”

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