170 años de José Martí: informe del delegado al general en jefe
29 de septiembre de 2023
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Una de las cartas más extensas escrita por José Martí es la que envió a Máximo Gómez y que se ha podido datar el 10 de noviembre de 1893. El texto ocupa catorce páginas por una sola cara con su rasgos nerviosos, y su redacción debe haberle ocupado varias horas, dada la importancia de su contenido, pues se trata de un amplio informe a Máximo Gómez acerca de la marcha de los planes insurreccionales en Cuba. En su inicio, el Delegado le explica al General en Jefe que no tiene la pretensión “de realzar mis servicios, ni de mermar a Vd. la autoridad indispensable, y que por mis propias manos he puesto en las suyas, después del voto de la mayoría de los jefes y oficiales de la emigración, y con anuencia, aplauso y solicitud de los núcleos revolucionarios de la Isla.”
El Delegado fundamenta su preocupación por evitar alzamientos inconexos que no obedezcan al plan ideado por Gómez de un inicio simultáneo de la guerra a lo largo del país, y cómo cuatro días atrás había ocurrido un levantamiento en Cienfuegos. Y aunque señala que ni él ni las emigraciones fomentaría algaradas en Cuba pero que él no los abandonaría y fomentaría apoyarlos. Y recalca: “ni precipito, ni me duermo; no es mi nombre, miserable pavesa en el mundo, lo que quiero salvar; sino mi patria. No haré lo que me sirva, sino lo que la sirva…”
Durante la mayor parte del texto que sigue, Martí da numerosas informaciones a Gómez acerca de lo que sucedía en diferentes lugares del país, tras lo cual, ya en los finales de la misiva, expresa: “Quiero la guerra sana y fuerte, y tramada con toda cordura, pero cuando la guerra salta por sobre nuestras preparaciones, creo que debemos estar dispuestos a acudir a ella, y a prever los desastres de lentitud, o de especie peor que causaran el abandono criminal” de esos combatientes. Como buen líder, su idea, entonces, es unirse a los que pelean si se adelantan a sus planes. Declara de inmediato su entrega personal: “Para esto vivo; para lo real de las cosas y los hombres; para que no vuelva a suceder, para abogar en mi patria por una guerra potente, y de mano libre y única, no dificultada con trabas innecesarias, que en su forma sencilla y verdadera lleve en germen la concordia y la firmeza de la República.”
La frase final apela a la nobleza espiritual que seguramente había apreciado en sus encuentros con Gómez en República Dominicana: “Vd. imagina lo que tengo en este momento a mi alrededor. Y en mí, el deseo vehemente de que Vd. esté contento con su —y firma— José Martí.”
Valioso e interesante documento esta carta martiana, prueba de sus convicciones patrióticas, de su concepto acerca de la lucha armada contra el colonialismo; de su altura moral con respecto a quienes estaban enroladas en su mismo camino liberador para la patria; de su concepto de la guerra como el primer paso para una república distinta, de justicia, y para todos; y sobre todo su afecto y de su respeto a quien mediante el voto había asumido el supremo mando militar, y a su aspiración de sostener una relación afectiva con el General en Jefe.
Extraordinaria prueba, pues, de las condiciones y capacidades de liderazgo de José Martí, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano, el alma de la revolución.
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